Mariana Guadalupe Rodríguez Vera · Estudiante de Licenciatura, UNIVA Guadalajara
En México, la educación sexual ha sido escasa, confusa, llena de mitos o incluso inexistente. Un informe del Consejo Nacional de Población (CONAPO) señala que solo el 37 % de los jóvenes en el país ha recibido una educación integral, es decir, que aborde temas de orientación, identidad de género, derechos sexuales y reproductivos, y relaciones saludables.
Si hablamos de sexo, ¿qué es lo primero que te viene a la mente? Probablemente, como a muchos, una imagen centrada en el acto físico. Durante años nos han educado para pensar que se limita a eso; sin embargo, va mucho más allá.
El placer puede comenzar con un beso, una caricia o incluso con una mirada. Cuando reducimos la intimidad a lo meramente físico, caemos en una visión coitocentrista que limita nuestra capacidad de disfrutar plenamente. Desde pequeños, nos enseñan a evitar el tema o, peor aún, a considerarlo sucio o vergonzoso. Este silencio ha dejado un vacío de conocimiento que nos acompaña hasta la adultez, con consecuencias visibles en la salud mental y emocional de millones de personas.
¿Por qué es importante hablar de esto? Porque no solo es un acto físico; también es emocional, mental y, sobre todo, una parte clave de nuestra salud y bienestar. Discutir y entender este tema no debería ser incómodo. Al abrir estas conversaciones, rompemos las barreras que nos impiden experimentar nuestra intimidad sin ansiedad ni culpa. Los tabúes y creencias restrictivas han creado una desconexión entre nuestro cuerpo y nuestra capacidad de disfrutarlo de manera libre y plena. En muchos casos, este vacío de información provoca inseguridades, problemas emocionales y trastornos psicológicos, como las disfunciones sexuales y las parafilias.
Hoy en día, temas tan esenciales como las infecciones de transmisión sexual (ITS), el consentimiento y el uso correcto de anticonceptivos siguen siendo evitados. Esto crea un ambiente de represión que muchas veces termina perjudicando nuestro bienestar. Nos han dicho que lo mejor es no hablar de estas cosas, pero la realidad es que, al no hacerlo, perpetuamos una cultura de ignorancia que nos afecta a todos. La falta de comprensión sobre la sexualidad y sus implicaciones se traduce en violencia de género, embarazos no planeados y conductas sexuales de alto riesgo, que posteriormente desencadenan problemas psicológicos.
Un estudio de la Facultad de Psicología de la UNAM indica que la falta de información adecuada, junto con la presión social y las expectativas culturales, puede derivar en problemas como ansiedad de rendimiento sexual y trastornos de ansiedad en general. Este estudio encontró que la desinformación sobre el funcionamiento del cuerpo y el placer es uno de los principales detonantes de ansiedad sexual en jóvenes mexicanos.
Hablar de estos temas es el primer paso para cambiar la manera en que vemos y experimentamos el sexo. Los beneficios de una vida sexual saludable son claros: mejor autoestima, menos estrés, relaciones más equilibradas y, sobre todo, un mayor bienestar emocional. Para que esto ocurra, necesitamos más información, educación inclusiva y espacios de apoyo.
Este es un llamado a repensar la manera en que nos han enseñado a vivir nuestra sexualidad. Podemos empezar hoy, desde una simple conversación o buscando fuentes confiables que nos permitan entender mejor lo que realmente es el sexo. Desde este día, podemos tomar las riendas de nuestro erotismo, liberándonos de la culpa y el miedo que, por generaciones, nos han impuesto.