Dr. Fabián Acosta Rico · Docente Investigador, UNIVA Guadalajara
¿Qué hay más allá del espacio sublunar?, se preguntaron los antiguos con asombro. Las respuestas las ofrecían los astrólogos, explicando la mecánica de las estructuras astrales y planetarias. Pero conocer estos secretos del cosmos no era suficiente. En el imaginario mitológico, existía la posibilidad de ser un Ícaro con alas de cera, osando acercarse al sol, o bien de montar el carro de Helios y surcar el firmamento, como lo hizo imprudentemente Faetón, incendiando el cielo.
A los mortales les estaba prohibido caminar por los cielos; ese era un derecho exclusivo de los ángeles divinos, en obediencia perpetua a Dios. ¿Qué tiene que hacer un mortal atravesando el espacio exterior? Cada criatura tiene su hábitat, y conforme a su naturaleza se adapta a su espacio vital.
Sin embargo, es un privilegio antropológico y un prodigio tecnológico que nuestra especie haya logrado colonizar todos los ecosistemas. Ya sea en la tundra agreste o en el desierto abrasador, el ser humano ha plantado su bandera. No hay cima demasiado alta ni fosa oceánica demasiado profunda que el hombre no haya conquistado.
¿Colonizaremos Marte o Titán, la luna de Saturno? Afirmarlo con certeza es temerario, pero parece probable. Quizás nuestra odisea espacial nos lleve más allá. Me atrevo a decir que ya se están diseñando los motores de los cohetes que nos impulsarán más allá del sistema solar. Como en la saga Fundación de Isaac Asimov, nuestra especie podría prosperar y multiplicarse en los confines del universo. Aunque, claro, primero habrá que ver si el cambio climático no nos aniquila antes.
Que los astronautas o cosmonautas entrenados viajen al espacio tiene su mérito. Estos verdaderos «Skywalkers» de la vida real son héroes de la humanidad. El primero fue el cosmonauta soviético Alexéi Leonov, quien el 18 de marzo de 1965 realizó la primera caminata espacial.
Desde entonces, muchos han replicado esa hazaña. Pero fue en 2024 cuando dos astronautas no profesionales se unieron a este selecto club. ¿Se convertirá lo extraordinario en algo ordinario? Hoy, pagar por contemplar nuestro planeta azul desde el espacio es prerrogativa de unos pocos privilegiados, ya sea por oficio o por fortuna.
Tal fue el caso de Jared Isaacman, un multimillonario estadounidense de 41 años, quien compró un asiento en la misión Polaris Dawn de la empresa SpaceX, de Elon Musk. Otra tripulante, la ingeniera de SpaceX Sarah Gills, también hizo historia.
Estos dos no astronautas, orbitando a 30 mil kilómetros por hora, protagonizaron un hito el jueves 12 de septiembre de 2024. Isaacman fue el primero en salir de la cápsula espacial a las 10:52 a.m. GMT. Conmovido por la vista de la Tierra, declaró desde la escotilla: «En casa tenemos mucho trabajo por hacer (…) Pero desde aquí, la Tierra parece un mundo perfecto».
La misión sirvió para probar los nuevos trajes espaciales desarrollados por SpaceX, más ligeros y menos voluminosos que los de la NASA. Isaacman pasó unos 15 minutos en el vacío espacial, seguido por Sarah Gills, cuya caminata duró el mismo tiempo. Ambas salidas, realizadas a 700 kilómetros de altitud, fueron exitosas. El domingo 15 de septiembre, la tripulación, incluyendo a Scott Poteet y Anna Menon, regresó a la Tierra sin contratiempos.
Cabe destacar que, hasta ahora, las caminatas espaciales solo las habían realizado agencias gubernamentales. Con este logro, el sector privado se une a la nueva carrera espacial.
Por ahora, estos viajes siguen siendo un lujo reservado a multimillonarios como Isaacman, quien a los 16 años fundó su empresa Shift4 Payments y hoy posee una fortuna de 1,900 millones de dólares. Aunque no se ha revelado cuánto pagó por su aventura espacial, se estima que la cifra ronda los 200 millones de dólares.
Como en el videojuego (del que tenemos una animación de Netflix) Cyberpunk 2077 es posible que un futuro, no tan distantes, un joven enamorado de clase humilde, mitad ciborg, le prometa a su novia cumplirle su sueño de ir a la luna. Quizás tenga que horrar media vida o conseguir dinero como mercenario. Pero al final su amada pisará el satélite natural de la tierra.