Skip to main content

En el 2030, según vaticinios, la humanidad alcanzará la inmortalidad

Dr. Fabián Acosta Rico · Docente Investigador, UNIVA Guadalajara 


En tiempos de escepticismo marcados por la incredulidad hacia un Dios todopoderoso que, por amor a nosotros, sus criaturas predilectas, nos dotó de un alma inmortal, se hace necesario apelar a otras instancias en busca de la vida eterna. Ante nuestra duda sobre un más allá divino, de un cielo redentor, trono del Creador, en la desolación y desesperación existencial no nos queda más que aferrarnos a esta única vida que tenemos. En tiempos de menos descreimiento, este aferramiento vitalista estaba presente en culturas como la china, donde la magia y la disciplina ascética, taoísta… prometían prolongar la vida mediante la dosificación del número de nuestras respiraciones. 

En la mitología griega se habla de una ambrosía, un néctar prodigioso que otorga a los dioses su inmortalidad; también se refieren mitos sobre Hebe, diosa de la juventud, en esta aspiración a la juventud eterna.  

En el Medievo, los alquimistas europeos buscaron incansablemente la fórmula del elixir mágico que prolongara indefinidamente la vida, el Elixir Vitae. Además, creían que la Piedra Filosofal, además de transmutar el plomo —el más vulgar de los metales— en oro, sería capaz de divinizar al hombre, devolviéndole su naturaleza primordial preadánica, una condición en la que no conocería el cansancio, el hambre, la vejez e incluso sería inmune a la muerte.  

En tiempos más recientes, las leyendas renacentistas hablan de la exploración de Juan Ponce de León, allá por 1513, en tierras de la Florida, supuestamente empeñado en encontrar la Fuente de la Eterna Juventud. Esta leyenda no está tan olvidada; véase cómo fue retomada en la cuarta entrega de Piratas del Caribe: Navegando en Aguas Misteriosas (2011). 

Dudosos de un Dios que nos conceda la inmortalidad y viendo como fantasiosas las fórmulas mágicas del viejo esoterismo occidental y oriental, que prometieron —y quién sabe si cumplieron— rejuvenecer al mago o hechicero practicante, ahora muchos cifran sus esperanzas en la ciencia moderna y en la tecnología. 

La ciencia ficción actual también ha dicho lo suyo sobre este inveterado anhelo de inmortalidad. Está, por ejemplo, la película El precio del mañana (título original: In Time) del 2011, que maneja la distopía de un futuro en el que nadie envejece ni muere por causas naturales; sin embargo, todos llevan en el antebrazo un reloj cutáneo que marca sus horas de vida: los más adinerados tienen, por así decirlo, tiempo de sobra, son casi inmortales, mientras que los marginados tienen un registro de supervivencia de apenas unos pocos días y recargan su reloj con trabajos infrahumanos. 

El avance científico está cerca de dotarnos de la tecnología necesaria para revertir y aplazar el envejecimiento y, si nos sobra el optimismo, quizás también para dotarnos de inmortalidad, haciendo realidad las premoniciones de la ciencia ficción y los anhelos de los viejos alquimistas. Esto es lo que declaró una voz experta en el tema, el científico Ray Kurzweil, quien prevé que está por nacer el ser humano que, gracias al progreso tecno-científico, ya no estará condenado fatalmente a morir; para él, morir será un accidente o incluso una opción dejada a su decisión. 

Este científico, quien también es ingeniero de Google, explicó que el milagro de la eterna juventud será posible gracias a una de las tecnologías más vanguardistas: la nanotecnología. Los robots microscópicos, o nanobots, serán introyectados en nuestro torrente sanguíneo, operando como un segundo sistema inmunológico que nos impedirá enfermarnos, además, reparará nuestros órganos y tejidos a nivel celular y aplazará, o incluso revertirá, nuestro envejecimiento.  

Estamos programados genéticamente para envejecer y morir, pero podremos hackear nuestra naturaleza más intrínseca para ser jóvenes por siempre, sin necesidad de que Lestat de Lioncourt, el vampiro protagónico de Entrevista con el vampiro, nos transforme en oscuros inmortales con el ósculo de sus colmillos plutonianos. 

Entrevistado por el noticiero PBS News en 2016, Kurzweil afirmó que hemos extendido paulatinamente nuestra esperanza de vida, y las estadísticas no mienten: hace mil años, esta era de 30 a 40 años; hace 100 años, en los países más desarrollados, la gente llegaba a los 55 o 60 años; y como dice nuestro científico, hoy la mayoría anhela llegar a los 90 años, y los que han cumplido las nueve décadas quieren seguir viviendo un poco más. Kurzweil prevé que para 2025 o 2030 estaremos cerca de vencer a la muerte por enfermedad o causas naturales. 

Entonces, será en el 2030 —estamos hablando de que en aproximadamente cinco años, según los cálculos de Kurzweil— cuando habremos desarrollado la tecnología requerida para crear los nanobots que nos concederán la inmortalidad. Este desarrollo se complementará con nuevas y revolucionarias tecnologías de almacenamiento de pensamientos, recuerdos y de nuestra conciencia; como plantea la serie Carbón Alterado del 2018, de la plataforma Netflix, la cual imagina la posibilidad de que la personalidad entera de un individuo quede grabada en dispositivos electrónicos llamados pilas, con todas nuestras memorias en un resguardo digital listo para ser reinstalado en caso de que un accidente las borre. 

Este científico, gurú del avance tecno-científico, ha sido bastante acertado en anteriores “profecías” futurológicas: en 1990 predijo que una computadora sería capaz de vencer en el ajedrez a un humano en una década, es decir, en el año 2000, y así fue. También anticipó, con varias décadas de distancia, el avance del Internet y de la tecnología inalámbrica. 

Otra de sus profecías apunta al 2045, cuando, según sus estimaciones, la inteligencia artificial (IA) igualará a la humana o incluso la superará, logrando lo que se conoce como la singularidad. ¿Acertará nuevamente? La singularidad, es casi un hecho, se alcanzará tarde o temprano, salvo que un cataclismo o una eventualidad de dimensiones globales nos alcancen como humanidad. La pregunta, además del “cuándo”, es si este será un logro para bien o para mal; ¿estaremos creando, con una IA súper avanzada, a nuestro futuro tirano digital que decidirá nuestro destino como especie? ¿O, por el contrario, será una herramienta inestimable, casi nuestro nuevo mesías o salvador, que nos ayudará a remediar los grandes males que nos aquejan: como las pandemias, el cambio climático, las guerras, la escasez de energía…? 

¿Qué futuro nos espera? Uno, a un plazo casi inmediato, según Kurzweil, nos sonreirá con nanobots circulando por nuestra sangre, interviniendo a nivel celular en nuestros órganos y tejidos para impedir su deterioro o reparándolos de alguna lesión o enfermedad; todo este desarrollo nos volverá casi inmortales. Valdría preguntarse: ¿al alcance de quiénes estará esta tecnología? No creo que todos podamos pagarla. Surgirá, gracias a los adelantos biotecnológicos, una nueva casta dorada que ya no temerá a la muerte por tener asegurada su inmortalidad; debajo de ella quedaremos los demás, los no-transhumanos, esperanzados, como antaño lo hicieron nuestros ancestros, en que sea Dios quien, en su infinita bondad, nos dispense la vida eterna; porque, para nuestra existencial desventura, los prodigios de la tecno-ciencia no los puede pagar nuestro salario o nuestra renta universal. Como siempre digo, “hasta que el destino nos alcance”. 

Comunicación Sistema UNIVA

Author Comunicación Sistema UNIVA

More posts by Comunicación Sistema UNIVA