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La soledad y el principio del conocimiento

Salvador Vladimir Bautista Ponce · Director de Mercadotecnia en Wenova México

 

Parece ser que la vida en las percepciones y en las sensaciones para una gran mayoría consiste en una batalla, una lucha por sobrevivir, un campo de guerra en donde no solo las afectaciones económicas influyen en las conductas humanas. Las emociones son parte de nuestra cotidianidad, y pueden tener graves consecuencias para la búsqueda de la felicidad, o bien, para la ausencia del dolor al mero estilo de Aristóteles.

Los seres prudentes se analizan a sí mismos y pudieran concluir que la felicidad pudiera ser momentánea y se presenta en ocasiones, en cambio, el sufrimiento tiene más presencia en la vida de cada individuo, ya que la insatisfacción es parte de su naturaleza, ya lo menciona el budismo con la “eterna sed” de querer más o en palabras de Schopenhauer, el deseo eterno que nos produce insatisfacción y, por lo tanto, infelicidad.

El libre albedrío coloca a los seres humanos en una posición de gran responsabilidad, en donde la construcción de una vida ideal debe ser la máxima y el camino a seguir, es el deber, el vivir siempre buscando lo mejor para sí mismos y para los seres que los rodean, y, por lo tanto, las decisiones del día a día deben ser reflexionadas al máximo para lograr una existencia plena. ¿Qué sucede cuando no es así? Los individuos encaran los problemas con estoicismo, ya que al no depender de ellos vivir determinada situación que no eligieron, reclaman a Dios sus beneficios y aceptan con humildad lo que el destino escrito arriba en las estrellas tiene para ellos.

Aceptar el destino pudiera ser más cómodo para otros tantos, porque Dios es el encargado de organizar nuestras vidas y de ponernos o quitarnos de determinadas circunstancias, lo que parece aún más tautológico es que se podría afirmar que las cosas nunca salen como se planean, siempre son mejor o peor, pero siempre después de ello se obtiene un aprendizaje, una experiencia.

El ejercicio de la introspección se da en un lenguaje solitario más allá del soliloquio, la soledad ha llevado a los seres humanos a grandes pensamientos, a grandes descubrimientos e increíbles esquemas filosóficos, seguramente podrá conducir a los individuos a un estado de más plenitud si se observa como un conocimiento de sí mismo.

 

 

Solamente en soledad podemos escuchar los

latidos de nuestro corazón y decir: este soy yo.

Miguel de Unamuno

 

 

 

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