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La algorética y los valores predigitales de conexión

Por 24 febrero, 2023Tendencias, Voces UNIVA

Carlos A. Lara González · Analista de la comunicación y la cultura. Alumni de la Licenciatura en Ciencias y Técnicas de la Comunicación, UNIVA Guadalajara. Premio Santiago Méndez Bravo al Comunicador del Año 2022.

 

A estas alturas del desarrollo tecnológico resulta casi imposible negar que la informática mal gestionada ha afectado derechos fundamentales de diferentes maneras. Recuerdo que a principios del presente siglo, en el marco de la Maestría en Difusión de la Ciencia y la Cultura, hablábamos y analizábamos la denominada Infoética, la ética de la información. Una disciplina que comenzaba a estudiar la naturaleza y el impacto social de las tecnologías de la información en los valores humanos y sociales. Esto es, en los valores predigitales de conexión que solíamos tener en la salud, el trabajo, la libertad, la seguridad, la solidaridad, la privacidad, el conocimiento, la creatividad, el respeto, la democracia, etc. Identificaba particularmente su impacto en la toma de decisiones personales, por lo que proponía soluciones éticas en la práctica profesional y en el diseño e implementación de políticas públicas.​ En aquel momento, la promesa del puñado de empresas del Silicon Valley era la de impulsar Internet y sus derivados como una herramienta al servicio de la humanidad, pero no fue así, terminaron poniendo a la humanidad al servicio de la red. Con el paso del tiempo, el recurso lippmaniano (Walter Lippman) fue perfeccionado y la predicción algorítmica de nuestros comportamientos avanzó de forma desmedida.

Hoy hablamos de Algorética. De la necesidad de contar con una visión ética en el desarrollo de la Inteligencia Artificial. El propósito sigue siendo el mismo, solo que ahora se trata de concienciar al mayor número de agentes sociales para convencer al mayor número de agentes económicos sobre la imperiosa necesidad de colocar al ser humano en el centro del desarrollo tecnológico. Lo anterior, apelando a los principios éticos de la IA para dejar de padecer los aspectos negativos generados por los marcatenientes de la red. En su más reciente ensayo, Néstor García Canclini (Ciudadanos reemplazados por algoritmos), señala —aludiendo seguramente a la Teoría de la Aguja Hipodérmina— que en la actualidad ya no nos preocupa lo que nos inyectan, sino lo que nos sustraen. En efecto, ya no valemos por lo que somos como seres humanos, sino por los datos que portamos, como bien apunta Douglas Rushkoff.

Es verdad que el desarrollo tecnológico bien gestionado, a través de la denominada Inteligencia Artificial, mejora nuestra calidad de vida. Lo vemos en la adquisición de bienes de primera necesidad como la comida, así como en la operación de servicios como el transporte público, la seguridad e incluso las transacciones comerciales, pero solo a condición de aceptar que se va incrustando en todos los ámbitos de la vida social, de forma transgeneracional echando mano de la georeferenciación y la realidad aumentada, hasta hacerse casi imprescindible. Es verdad también que este tipo de tecnología representa una ayuda en la medida que nos permite dedicarnos a actividades sustanciales de nuestro quehacer cotidiano, tanto en casa como en el trabajo, reservándose todo aquello que resulta mecánico y complejo. Sin embargo, es aquí donde reside uno de sus principales problemas, el de dejar en manos de este Taylorismo Digital decisiones fundamentales carentes sentido reflexivo que van desarrollando, entre otras cosas, una lejanía de lo afectivo en todos sus procesos.

Considérese que en la actualidad un algoritmo puede servir para que un avión sea capaz de aterrizar en óptimas condiciones si llegara a fallar el motor. Esto a través de un software que monitorea su trayectoria para determinar si está perdiendo altitud y qué obstáculos físicos podrían estar en su camino. De esta manera, selecciona la mejor pista de aterrizaje entre varias opciones. Sin embargo, este mismo sistema algorítmico sirve para separar los asientos de los pasajeros que viajan en grupo o en pareja, con el propósito de forzarlos a pagar más por un vuelo si desean ir juntos ¿Cómo funciona esto? Sencillo, a través de un algoritmo que identifica a las personas con los mimos apellido para colocarlas de forma separada y ofrecer la posibilidad de estar juntos mediante cobro extra. Expertos señalan que esta separación de los amigos o la pareja, va en contra de la seguridad del vuelo, ya que si hubiera necesidad de evacuar el avión, este hecho ralentizaría naturalmente la evacuación.

No debemos olvidar que la Inteligencia Artificial no es capaz de concebir por sí sola los elementos componentes del campo de las humanidades, debido a que estos no se expresan mediante fórmulas matemáticas. Aquí reside otro de los graves problemas, no son pocos los gobiernos que han expulsado el humanismo del ideario educativo, los contenidos ahora favorecen una educación técnica y práctica, antesala de la formación tecnológica, sin el acompañamiento humanístico.

Debido a estas y otras preocupaciones, en 2020 se constituyó el Llamamiento de Roma por la Ética de la Inteligencia Artificial (Rome Call for AI Ethics), que ha venido haciendo un fuerte activismo social orientado a concienciar, tanto a los usuarios en general, como a instituciones, empresas y partes involucradas e interesadas en la necesidad de adoptar la Algorética como principio. Esto es, una ética capaz de ser entendida por la Inteligencia Artificial que producen las máquinas. El propósito es claro; concienciar al mayor número de agentes sociales y empresariales para colocar al ser humano en el centro del desarrollo tecnológico. A este esfuerzo se ha unido un importante grupo de empresas como IBM, Microsoft, la Academia Pontificia por la Vida, la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), el Ministerio de Innovación italiano y universidades de todo el mundo.

Lo anterior, sobre la base de la ética, la educación y el derecho, promoviendo la transparencia de forma accesible a todos, sin sesgos cognitivos ni controles predictivos; la responsabilidad para visibilizar a los desarrolladores de software y contenidos; la imparcialidad con el propósito de eliminar prejuicios; así como la fiabilidad, la seguridad y la privacidad.

Corresponde a nosotros, los humanos, formados en cualquier profesión o con las habilidades técnicas necesarias, movilizar estratégicamente a la sociedad civil para que existan procesos éticos en el diseño de los algoritmos que rigen la Inteligencia Artificial en la promoción de bienes y servicios, así como exigir al Estado facultades especiales de vigilancia y sanción en las instituciones públicas.

Vivimos en medio de una degradación cognitiva, fomentada por los desarrolladores tecnológicos fundadores de la economía de la atención, a través de empresas cuya cotización en bolsa depende de que se mantenga encendido el pebetero de la atención en las redes sociales y aplicaciones móviles. Lo anterior reduce nuestro espacio físico y mental, impidiéndonos realizar actividades intelectuales, complejas e incluso hacer uso de nuestro “tiempo libre”. Es una administración digital del mundo promotora de una lejanía afectiva, de una humanidad aumentada.

Empresas como Facebook comienzan ya a autorregularse de la mano de la Algorética, a través de un grupo centrado en los aspectos éticos de la inteligencia artificial, buscando proporcionar un marco ético aplicable a todas sus áreas. Lo anterior, bajo pilares específicos, que van de la existencia de expertos y responsables en cada equipo de trabajo, comprometidos a estudiar estos problemas y a rendir cuentas, hasta la creación de grupos de expertos para resolver los asuntos más difíciles en el área de la Inteligencia Artificial como la equidad, la justicia o la privacidad, pasando por la inversión en sistemas para comprender y analizar contenido problemático y construir herramientas que ayuden a los equipos a detectar sesgos, ya sea en los datos, en los algoritmos o en las intervenciones. Ha incorporado a esta tarea a un equipo de filósofos morales, politólogos y gente del campo del arte, bajo la premisa de que los ingenieros no están preparados para resolver problemas éticos en temas como la privacidad, el odio en los contenidos, etc.

Y es que son las nuevas generaciones las que están creando los nuevos empleos, estas no salen a buscar trabajo como lo hacíamos las generaciones anteriores, lo generan. De ahí la importancia de la ética y el ideario humanista en las nuevas carreras que demandan estos nuevos empleos.

El desarrollo de la Infoética será todo menos algo sencillo. No perdamos de vista que detrás de los principios vigentes del modelo de Inteligencia Artificial, Estados Unidos tiene la mirada puesta en la rentabilidad económica; la Unión Europea en los ciudadanos y su privacidad (cosa que les ha llevado a sobrerregular este campo), y China, por su parte, sigue apostando por el control y la vigilancia. Es necesaria una economía social de mercado en este campo: tanto mercado como sea posible y solo tanto Estado como sea necesario. De no haber una regulación con sentido humano en esta materia, seguirá aumentando la desigualdad y el desarrollo tecnológico extractivo implementados por los marcatenientes de la red.

Creo que una inteligencia natural es posible a través de la Algorética. Creo en los derechos fundamentales y en los derechos del consumidor; creo en los valores predigitales de conexión. Dicho de otra manera, creo que no basta con hacer las cosas bien, es necesario comenzar a hacer el bien con las cosas.

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