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Hipercriminalización del sujeto, discurso y daño social en México La insensibilidad social ante los homicidios por proyectil de arma de fuego

Luis Alberto Ayala ∙ Egresado, UNIVA La Piedad 

 

11 de diciembre de 2006, el incipiente gobierno federal (de aquel entonces) despliega el “Operativo Conjunto Michoacán”, con el objetivo de recuperar el territorio controlado por los grupos del crimen organizado/narcotraficantes en dicha entidad a través de militares, marinos y policías federales, esto establece la estrategia de seguridad que habría de imperar en todo el país durante ese sexenio y que por su estructura general y discurso se le denominaría como “el inicio de la guerra contra el narcotráfico” (nada más distanciado de la historia, pues la guerra contra el narco en nuestro país tenía algunas décadas de haber comenzado).

La guerra contra el narcotráfico de 2006-2012 traería consigo múltiples consecuencias, que hasta la fecha se siguen padeciendo: incremento de homicidios, desaparecidos, fosas clandestinas, colusión del crimen organizado en instituciones de procuración de justicia y seguridad además de procesos electorales, aumento de la percepción de inseguridad, entre muchas otras, sin embargo, este escrito se centrará en una en especial de la que poco se ha reflexionado: la hipercriminalización del sujeto producto de un discurso legitimador de la estrategia cuyos efectos han sido dañinos para la sociedad mexicana, esto es lo que se va de a desentrañar, apoyándose en la teoría del daño social.

El prefijo “hiper” cuyo significado es sobre, usualmente refiere exceso y criminalización, siguiendo la perspectiva diagonal propuesta por Aniyar de Castro (1972) “es el proceso por el cual un sujeto es considerado como criminal”, en este sentido, la hiperciminalización del sujeto producida por los discursos político-sociales significa la difuminación de la línea del sujeto no criminal del sujeto criminal, es decir, la hipercriminalización convierte a todos los sujetos en potenciales criminales, específicamente cuando son asesinados por proyectil de arma de fuego y ni hablar de los desaparecidos, no obstante, los primeros serán el centro de este escrito.

De diciembre de 2006 a septiembre de 2023, de acuerdo con datos del SESNSP se han registrado 223 mil 286 homicidios por proyectil de arma de fuego, 13 mil 115 por año. Del total se desconoce cuántas personas eran realmente miembros de grupos de la delincuencia organizada o “delincuentes comunes”, pero para el discurso tanto político como social, la mayoría o si no es que todos eran posibles delincuentes.

El 28 de junio de 2010, en un comunicado con relación al atentado del excandidato al gobierno de Tamaulipas Rodolfo Torre Cantú, el expresidente Calderón comentaba lo siguiente:

Como he subrayado, hoy el crimen organizado representa la mayor amenaza para la seguridad, la libertad y la tranquilidad de los mexicanos, es un enemigo que no conoce límites, que lastima a toda la sociedad por igual, que atenta contra la paz, contra nuestra seguridad y contra nuestras instituciones. Por ello la lucha por la seguridad, la justicia y en contra del crimen, debe ser una lucha que esté por encima de partidos y diferencias políticas, es una lucha de todos, porque es de todos el interés de que no se apodere de nuestra sociedad y de nuestras instituciones… Hoy hemos comprobado que el crimen organizado es una amenaza permanente y debemos cerrar filas para enfrenarlo y evitar que se repitan acciones como el cobarde asesinato que este día ha conmovido al país. La lucha por la seguridad exige corresponsabilidad y participación de todos los órdenes de gobierno, de los tres poderes de la unión y de la sociedad en su conjunto… No podemos, ni debemos permitir que el crimen pretenda imponer su voluntad y sus reglas perversas… El único camino hacia la paz y la libertad de los ciudadanos es encarar con firmeza y con determinación a la delincuencia organizada, hacerle frente hasta derrotarla, porque la lucha contra la inseguridad es precisamente por la defensa de la vida, la integridad y los derechos de los mexicanos (Calderón, 2010).

Este discurso por sí mismo tiene muchos elementos para entenderlo como un lenguaje de guerra, donde hay combatientes y combatidos, protagonistas y antagonistas, donde los unos tienen que acabar con los otros a toda costa, los unos son el gobierno y la sociedad, los otros son los “criminales”, la amenaza de los mexicanos, por tanto, al ser una amenaza y/o los enemigos, su deshumanización es inevitable.

El discurso entonces no solamente es un conjunto de palabras emitidas para un fin en particular, es también producto y construcción de la estructura social, la cual crea circunstancias para que pueda ser entendido, este (el discurso) a su vez cumple otra función de contribución al cambio, constitución o mantenimiento de la estructura social y por último la estructura del discurso representa partes sustanciales de la sociedad (Van Dijk, 2002).

Por estas funciones y citando al Michel Foucault:

El discurso no es simplemente aquello que traduce las luchas o los sistemas de dominación, sino aquello por lo que, y por medio de lo cual se lucha, aquel poder del que quiere uno adueñarse. (Foucault, 2005)

Apoderarse del discurso representa ventaja para quien lo posee en cualquier fin social que pretenda, en este caso el poder político a través de cualquiera de los medios sea oficial o no, ha logrado establecer en la sociedad mexicana el discurso de la guerra contra el crimen organizado a través de la hipercriminalización de los sujetos, pues es imposible identificar de los 13 mil asesinados por arma de fuego al año, cuántos y cuáles realmente estaban implicados en dinámicas criminales, es más sencillo juntarlos a todos en el mismo lugar y considerarlos delincuentes pues con esa deshumanización de la que se habló anteriormente queda justificada su muerte (son enemigos, criminales).

Cuántas veces hemos escuchado cuando aparecen en las noticias o charlas casuales los asesinados por arma de fuego, las frases de: “quién sabe en qué andaría”, “lo más probable es que andaba en cosas turbias”, “si los matan es por algo no”, “pues yo no sé, pero en algo andarían”. Es decir, en este tipo de discurso todos los sujetos son potencialmente criminales, la línea divisoria se difumina, dañando de una manera en particular a la sociedad.

Con lo anteriormente mencionado, se puede intuir como la hipercriminalización del sujeto producto del discurso del combate al crimen organizado ha traído como consecuencia una insensibilidad hacía las muertes violentas (específicamente por arma de fuego) en la sociedad mexicana actual, pues ya no sorprende saber que en un día fueron asesinadas hasta 15 personas, parece ya una cotidianidad o incluso una naturalidad, es hasta que no le sucede a un familiar o persona cercana que un grupo de personas queda impactada y emprende acciones legales o sociales, pero fuera de ello, a la masa social poco parece impresionarle el número de homicidios por arma de fuego y cómo habría de impresionarle si son demasiados, ninguna sociedad podría soportar tremendo fenómeno si no se vuelve indiferente, es aquí donde entra el daño social.

El daño social consiste en una doble perspectiva, “la primera en la lesión objetiva de ciertos derechos fundamentales y la segunda en la responsabilidad del Estado en la causación de tales daños” (Miró, 2014 en Fava & Sande, 2019). Siguiendo esta lógica la insensibilidad o indiferencia e hipercriminalización hacia las víctimas de asesinatos por proyectil de arma de fuego crea daño social en tanto lastima el derecho a la presunción de inocencia, pues se da por hecho que eran criminales por la forma en que murieron y por tanto es una muerte merecida, y, por otro lado, la responsabilidad del Estado al reproducir discursos desensibilizadores y justificadores de estrategias inadecuadas, donde responden a las preguntas sobre al aumento de homicidios con palabras como: “son resultado de la disputa entre cárteles”, “estaban coludidos con organizaciones criminales”, “es entre ellos”, “daños colaterales”, entre otras que más que contribuir a la restauración social, incentivan la insensibilidad social y la justificación de sus estrategias, pues estamos acabando con los “malos” o ellos mismos se están acabando.

Este tema es muy extenso y no cabría todo en esta columna, es preciso desarrollarlo más a futuro, sin embargo, antes de concluir, es importante quedarse con las preguntas sobre ¿qué hacer ante este panorama?, ¿es posible recuperar la sensibilidad social ante este fenómeno al cual no se le ve fin?, ¿en qué otros aspectos aparece la hipercriminalización? Y ¿cómo deconstruir estos discursos para construir unos nuevos?

Es necesario volver a reflexionar sobre estos discursos y esta insensibilidad social, pues nadie debería ser asesinado y mucho menos estigmatizado por su forma de morir, porque estimadas lectoras, estimados lectores, ojalá no sea el caso, pero si a ustedes o a quien escribe estas líneas por azares del destino le toca una bala en la mera cabezota es muy, muy probable que algunos por ahí digan: “pues es que quién sabe en qué andaría”.

 

Referencias

  • Aniyar de Castro, L. (1972) El proceso de criminalización. Primer Congreso Interamericano de Estudios Criminológicos, Caracas, Venezuela. http://bdigital.ula.ve/storage/pdf/crimi/v1/articulo06.pdf
  • Foucault, M. (2005). El orden del discurso. 1era reimpresión. TusQuets Editores. Buenos Aires, Argentina.
  • Presidente Felipe Calderón Hinojosa (2010, 28 de junio) Mensaje a la Nación del Presidente Felipe Calderón donde exhorta a combatir el crimen organizado. https://www.youtube.com/watch?v=couvFPTSBCA
  • Sande, F. J., & Fava, G. C. (2019). Daño social, zemiología y violencia estructural. Nuevos replanteamientos de la cuestión criminal a la luz de los conceptos de conflicto, daño social, y violencias: Neues überdenken der kriminellen Frage vor dem Hintergrund der Begriffe Konflikt, Schaden und Gewalt. Anales De La Facultad De Ciencias Juridicas Y Sociales De La Universidad Nacional De La Plata, 16(49), 030. https://doi.org/10.24215/25916386e030
  • Van Dijk, T. (2002). El análisis crítico del discurso y el pensamiento social. Athenea digital, 18-24.
  • (2016). Análisis crítico del discurso. Revista Austral de Ciencias Sociales, (30), 203-222.

 

 

 

 

 

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