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Escritores en el mundo post-moderno

Jesús Alejandro Rodríguez Vázquez · Licenciado en Filosofía

 

Vivir en el mundo moderno implica percibirlo y significarlo. El mundo es lo que percibimos (Mearleau-Ponty) y es la totalidad de los hechos, no de las cosas (Wittgenstein). El mundo no es lo que el sujeto piensa, si no lo que vive; es un abrirse al mundo inagotable, fundando lo posible en lo real, sin ambiciones de poseerlo (Positivismo fenomenológico).  El mundo viene determinado por (todos) los hechos y no podemos entrar en relación con él más que con significaciones (Positivismo lógico). El mundo moderno es entonces una descomposición del mundo, una percepción reducida de los hechos que no se agota cuando le doy significado. Vivir en el mundo moderno significa para mí la suma de errores que cometemos al representarnos lógicamente, en un pretendido modo omni – cognoscente, la naturaleza. Con ello me refiero a que todo intento de significar la totalidad de los hechos es un acto fallido (Freud), una reducción (Fenomenología) o una aproximación (Positivismo lógico).

Para alguien como Wittgenstein, el héroe es todo aquel que redime al mundo, que redime la suma de errores, al vivirlo tal como es. Ya sea que vea la vida completamente como es para después exaltarla (como Beethoven), o que renuncie a la metafísica*,  a habitar algún bello sueño, para encontrarse con la realidad (como Ralph Waldo Emerson al renunciar a su ministerio religioso, en la búsqueda de una fe sin dogmas). El problema de este héroe será el renombre, el no soportar quedar en el anonimato y el no conformarse con vivir el mundo como es. El buscar cambiar el mundo, el impactar a la sociedad, la fama en última instancia, es su última tentación y su condena más fuerte, puesto que ello le obligará a trabajar cada vez más.  El renombre, el buscar transformar el mundo o el socializarse ya no le permitirá vivir el mundo como es, si no le exigirá que viva basándose en lo que ha hecho, que dé el ejemplo, que demuestre.

Por eso para alguien tan realista y politizado como Hemingway el trabajo lo curaba todo, por eso para el mismo Wittgenstein el trabajo era una bendición. Tenían que trabajar mientras la casa ardía. El primero se dio un escopetazo y el otro se dedicó a refutar lo que había escrito en la juventud, fue contra sí mismo. Héroe trágico y héroe espiritual.

Vivir el mundo moderno significa intentar morir como héroe, es decir, tratando de vivirlo como es, fallando sin querer reconocer, o reconociendo antes que nadie, el error. Significa morir o dar el ejemplo para vencer al error. Significa esconder la paradoja y evadir el absurdo. El realismo violenta o desprecia al otro, tarde o temprano, y el idealismo se olvida del problema del otro al fundamentar el mundo en la unidad de la consciencia, como subjetivismo trascendental. Ambos despojan al mundo de su opacidad y de su riqueza.  El realista no entiende y el idealista cree no necesitar lo que significa perder la familiaridad con el mundo. Extrañarme o asombrarme, es vital para darme cuenta que no sólo soy una cosa entre las cosas, sino también una consciencia entre las consciencias, una mente entre las mentes. Necesito asumir el absurdo para poder crear en el mundo, no en la naturaleza, y necesito permitir la paradoja para poder recrear el mundo y la naturaleza. Crear y recrear, no transformar. A ello están llamados los artistas (no el revolucionario, por más que se le estime al morir bajo el peso de su propia ley), sobre todo quienes escriben: a perder la familiaridad con el mundo para permitir la paradoja, para crear ficciones necesarias, para recrear el mundo sin la necesidad de la guerra o de la violencia (de ver la vida como una lucha) o de querer dar el ejemplo; para no morir cegados por LA VERDAD.

 

  1. O que viva sin la distracción de la metafísica como sugiere Inerarity.
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