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Consecuencias civilizatorias en el desarrollo de la IA

Por 26 febrero, 2024marzo 3rd, 2024Tendencias, Voces UNIVA

Carlos A. Lara González · Analista de la comunicación y la cultura. Alumni de la Licenciatura en Ciencias y Técnicas de la Comunicación, UNIVA Guadalajara. Premio Santiago Méndez Bravo al Comunicador del Año 2022.

 

Una reciente reforma a la legislación laboral del país ha establecido nuevos padecimientos laborales en la Tabla de Enfermedades de Trabajo. Se han agregado más de ochenta, pero es necesario señalar que dicha tabla no se había actualizado en 53 años. Es decir, eran padecimientos de la época de la radio y la televisión, no de la era de las pantallas y la comunicación de masas personalizada en la que vivimos. Dicha reforma alineó estos padecimientos a la Clasificación Internacional de Enfermedades CIE-11 de la Organización Mundial de la Salud, al mismo tiempo que eliminó y reagrupó otras tantas, estableciendo además la disposición de actualizarlas cada cinco años a partir de la revisión de las cédulas de evaluación, o cuando los avances en medicina y salud en el trabajo lo ameriten.

Por Gerardo Hernández, del diario El Economista, sabemos que se incorporan por primera vez a la legislación laboral, trastornos mentales como el estrés, la ansiedad, la depresión y el insomnio, así como un catálogo de cédulas para la valuación de las enfermedades de trabajo, las cuales describirán el padecimiento, las ocupaciones a las que afecta y los exámenes requeridos para su diagnóstico y posible consideración en la tabla. En esta preocupación legislativa faltó considerar los avances tecnológicos, que son los que están causando una cantidad importante de padecimientos y comportamientos digitales con impacto directo en el rendimiento laboral y escolar. Mismos que analizamos en latribudelpulgar.com.mx.

Dicen que el desarrollo tecnológico no debe detenerse, lo cual es discutible porque, si bien no es posible pausarlo por ley o decreto, sí es posible gobernarlo. Considérese que desde la perspectiva del Estado, se gobiernan personas y se administran bienes y servicios. Dicho lo cual, la IA es un servicio que, por sus peculiares características y desarrollo debe ser gobernado, no solo administrado. Esto es, regulado, por las consecuencias civilizatorias que la no intervención estatal podría generar. Llegó el momento de preguntarnos qué queremos como sociedad, si rapidez o razonamiento; una comunicación conectiva o una comunicación conjuntiva. En lo personal, y visto lo visto en poco más de un año del lanzamiento de ChatGPT, empresa que por cierto, acaba de cambiar su política de uso para incursionar en el desarrollo de IA con fines bélicos, creo que lo que más necesitamos es tener garantizado, entre otras cosas, un razonamiento colectivo de confección humana. Para ello, es necesario fomentar la actividad cognitiva en el desarrollo de las tecnologías de nuevo cuño, la pausa, la escucha, y la capacidad de crítica ponderada, que es lo que nos da contexto y comunidad. Y esto se hace desde la paciencia, desde nuestra categoría de ciudadanos y no solo de consumidores; a partir de una conexión humana con la tecnología y no de una conexión digital con los modelos de sistematización que convierten la atención humana en atención comercial. Si queremos que las IA generativas desarrollen una adecuada complementariedad hombre-máquina, es necesario gobernarla desde la pausa. De no hacerlo, estaríamos ante un escenario como el que describe Eric Sadín, el de “la renuncia a nosotros mismos”. Si bien es verdad que el derecho a la conexión, a través de todo tipo de tecnología inalámbrica, es un derecho potestativo, en cuanto al acceso se refiere, es necesario que el Estado lo garantice bajo una regulación humana. Esto, a partir de dos ejes, el de la algorética y la gobernanza, para poder establecer una ética capaz de ser entendida por la IA que desarrollan las máquinas, enmarcada en un proceso político de corte liberal. De lo contrario, la acelerada interconexión que estamos teniendo y la generación de sistemas y contenidos automatizados, serán un protocolo similar al de la globalización, en el que no existen las personas, las comunidades ni las naciones, puesto que no tiene fronteras ni ataduras éticas. En la globalización no existen gobernantes, sino gerentes, no hay ciudadanos, sino consumidores, los gobiernos aquí no ven hacia abajo, (hacia los ciudadanos gobernados), sino hacia arriba donde están los organismos que les califican su deuda y les conceden préstamos financieros. No existen las instituciones, sino las sucursales diseñadas y orientadas a establecer una sola unidad económica, un solo mercado monetario y comercial que funcione 24/7. Si las IA generativas son impulsadas desde aquí, o desde un marco neoliberal, lo único que veremos son McReglas, en términos de Naomi Klein, que continuarían generando Mcjobs, en términos de Douglas Coupland, poniendo fin a un número considerable de profesiones de alta cualificación cognitiva.

La mundialización (un mundo habitado por seres humanos), a diferencia de la globalización (globo), es una integración mundial en la que sí existen e importan las personas, las comunidades y las naciones; donde se gobiernan ciudadanos con derechos y obligaciones a través de instituciones públicas y privadas. Necesitamos un marco ético y participativo en el que haya un usufructo humano de este tipo de tecnologías, un proyecto liberal enmarcado en la mundialización, generador de bienes públicos en favor de todos.

Se trata de garantizar que los sistemas de IA sean supervisados por personas y no por la automatización, de eliminar la manipulación cognitiva del comportamiento de personas o grupos específicos y la denigrante clasificación de usuarios en función de su comportamiento, estatus o características personales. Tener la certeza jurídica de que las empresas generadoras de este tipo de contenidos cumplan con la transparencia y establezcan requisitos mínimos para los sistemas de riesgo limitado, así como la publicación de los datos protegidos por derechos de autor utilizados para el entrenamiento de sistemas.

Dicen que no es necesario pausar el desarrollo de la IA, pero en menos de diez años vamos del derecho a la conexión, al derecho a la desconexión en diversos países del mundo. En otros tantos están apostando por agencias y consejos para la implementación de este tipo de tecnología. La pregunta es, ¿de qué corte serán estos organismos? Dicen que no es necesario pausar, pero en nuestro país hay una nueva Tabla de Enfermedades de Trabajo, tenemos ya dos normas oficiales mexicanas, una orientada a garantizar la salud mental de los trabajadores, a través de la identificación, análisis y prevención de los factores de riesgo psicosocial, y otra, a garantizar las condiciones de seguridad y salud en el teletrabajo a través de listas de verificación, políticas, reversibilidad y desconexión.

Para quienes aseguran que no es necesario pausar el desarrollo de la IA, que la complementariedad hombre-máquina está garantizada y que esto nos ayudará a tener más tiempo libre, les diría, aludiendo al poeta Hugo Gutiérrez Vega, cuando se refería a la globalización, que la inteligencia artificial, si bien no es reversible, sí por lo menos revisable. Incluso gobernable, por las consecuencias civilizatorias que comporta.

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