En este evangelio que se nos propone meditar, Jesús encomienda al Padre a todos los hombres, pues bien sabe que va a cuidar de ellos, con el mismo amor con el que le ha cuidado y amado a él, al mismo tiempo ruega al Padre para que estos que ha elegido perseveren y den testimonio de ese amor que hay entre ellos, a la vez pide que los conserve en esa fidelidad y unión fraterna. El señor conoce a los que ha elegido y precisamente porque sabe que son débiles y limitados, pide para que sean fortalecidos, sobre todo en los momentos de prueba, pues es inevitable evitar el sufrimiento, la pena y las tentaciones de las que ningún hombre está exento, por eso, pide la gracia de ser sostenidos en los momentos en que tengan que enfrentarse al mal. A nosotros este pasaje nos reconforta, pues somos esos hombres y mujeres vulnerables y que constantemente nos vemos envueltos en las mismas situaciones, y sufrimientos a la que los discípulos de Jesús se han enfrentado y debemos tener la seguridad y confianza de que no estamos solos, pues el Señor Jesús camina con nosotros. Pidamos hoy la gracia de ser esa luz que ilumina a los que viven en la oscuridad y de no tener miedo de vivir como auténticos cristianos que dan testimonio del amor del Padre por medio del Hijo y que el Espíritu Santo nos acompaña hasta el final de nuestras vidas.