En el capítulo 15 del Evangelio según san Juan, después de la parábola de la vid y los sarmientos, Jesús nos hace una invitación profunda: permanecer en su amor. Él es la vid y nosotros los sarmientos; separados de Él no podemos dar fruto, pues nuestra vida solo cobra sentido cuando estamos unidos a su presencia.
La adhesión a Dios no nace de un deseo superficial, sino del amor verdadero. No se trata, en primer lugar, de que nosotros amemos a Dios, sino de reconocer que Él nos amó primero. Desde esa certeza —la de sabernos amados— aprendemos a amar.
Permanecer en el amor de Dios es vivir con la conciencia clara de que nos ama y lo ha demostrado plenamente en su entrega en la cruz. Allí nace la verdadera alegría, la que llena el corazón y plenifica la vida, porque en Él está nuestra esperanza.
Señor, ayúdame a permanecer en tu amor. Que mi alegría se plenifique en ti.