Hoy celebramos a Nuestra Señora del Rosario de Fátima.
Un día como hoy, en 1917, la Madre de Dios se apareció a tres pastorcitos en Fátima, Portugal. Sus apariciones fueron un llamado claro y urgente a rezar el Rosario, pidiendo por la paz en el mundo y el fin de la guerra.
“No tengan miedo. No les haré daño”, fueron las primeras palabras de la Virgen a los pequeños. Hoy, esas mismas palabras resuenan para nosotros. María es Madre: conoce profundamente nuestras alegrías y sufrimientos, y está siempre dispuesta a guiarnos hacia su Hijo, Jesús.
No tengamos miedo de acercarnos a ella. Al contrario, acudamos con confianza a su auxilio maternal.
Hoy te invito a dirigirle esta oración, la misma que los cardenales rezaron antes del Cónclave en el que el Espíritu Santo nos regaló un nuevo Papa, León XIV. Recemos por nuestras necesidades personales y, unidos como Iglesia, por las intenciones del Santo Padre:
Bajo tu amparo nos acogemos, santa Madre de Dios;
no deseches las súplicas que te dirigimos en nuestras necesidades,
antes bien, líbranos de todo peligro,
¡oh siempre Virgen, gloriosa y bendita!
Nuestra Señora de Fátima, ruega por nosotros.
