Dios bendiga este inicio de semana, querida comunidad UNIVA.
Desde ayer, IV Domingo de Pascua, contemplamos a Jesús como el Buen Pastor, una imagen profundamente conocida porque la escuchamos con frecuencia en el Evangelio. Sin embargo, esa familiaridad no siempre se traduce en una conexión real con nuestra vida cotidiana. En tiempos de Jesús, el pastoreo era una actividad común, por lo que sus oyentes comprendían fácilmente el sentido de esta metáfora: la relación cercana, protectora y orientadora entre el pastor y sus ovejas.
Jesús, no obstante, introduce una novedad radical: Él es también la puerta del redil. No solo es el Buen Pastor que guía, cuida y alimenta a sus ovejas, llevándolas a la plenitud; es, además, el único camino por el cual ellas pueden estar a salvo. A través de Él entramos en la verdadera vida.
Querida comunidad, vivimos tiempos en los que es urgente escuchar la voz de Cristo con autenticidad. Él vino a buscar a todas las ovejas perdidas —que somos nosotros— para que, por medio de Él, todas puedan salvarse. En este sentido, es esencial redescubrir nuestra misión como bautizados y miembros de la Iglesia: salir al encuentro del mundo y mostrar la Puerta del redil, para que otros también puedan entrar, reconocer la voz del Buen Pastor y experimentar el llamado personal que nos conduce a los pastos abundantes de la vida eterna.
¿De qué manera, como institución, damos testimonio de esta mediación única de Cristo? ¿Cómo propiciamos en nuestros hogares que nuestras familias escuchen la voz del Buen Pastor?
En medio del ajetreo diario, es fácil olvidar la “gran peregrinación” que representa nuestra vida. Nacemos, vivimos y morimos, pero no estamos destinados al olvido: resucitaremos guiados por el Buen Pastor, quien ha vencido la muerte y nos conduce a la plenitud de la vida eterna.