Cuando iniciamos un camino de conversión, dejando atrás el pecado para acercarnos a la gracia, es natural enfrentar tentaciones. Entre ellas, la de pedir señales prodigiosas a Dios, como si, por arte de magia, nuestro pecado desapareciera y las tentaciones dejaran de existir.
Sin embargo, estamos llamados a la perseverancia, a luchar sin desfallecer, confiando en la misericordia de Dios que nos transforma. No hay necesidad de ocultarnos tras máscaras ante Él, pues nos conoce a la perfección. No te dividas interiormente, preséntate tal como eres. Y cuando sientas que el pecado te ha vencido, demuestra tu confianza en Dios con la certeza de que siempre está dispuesto a perdonarte.
Hoy te invito a hacer un examen de conciencia y a purificar la intención de tus propósitos cuaresmales. Dios quiere transformar tu vida de pecado en una vida de virtud. ¡Ánimo! Recurre a su ayuda, porque cuando sientes que tus fuerzas se agotan, ahí comienza la fuerza de Dios para sostenerte en la lucha.