La mayoría de nosotros recordamos cuando nuestras madres nos advertían que no hiciéramos algo porque era arriesgado. El clásico «te vas a caer» resonaba, y muchas veces, así era.
El Evangelio de hoy nos lleva a una enseñanza similar. Jesús nos advierte que quien escucha y cumple la palabra de Dios construye su vida sobre una base sólida, como una casa cimentada en roca. En contraste, quien busca solo sus propios deseos o atajos rápidos, construye sobre arena. Puede parecer hermoso a la vista, pero le falta solidez; está destinado a quebrarse y caer.
Quien se deja guiar por la voluntad de Dios encuentra estabilidad y firmeza en todo lo que emprende. Hoy tenemos la oportunidad de reflexionar:
· ¿Cuál es el cimiento de mi vida?
· ¿Antes de actuar pienso solo en mí o me atrevo a mirar más allá?
· Y lo más importante, ¿encomiendo mi vida a Dios o simplemente actúo sin pensar?
En este tiempo de preparación para la Navidad, casi al cierre del año, es momento de comenzar a pensar en nuestros propósitos para el próximo año. Pero no te quedes en lo superficial; busca algo verdaderamente trascendente, algo que transforme tu vida. Haz que tus propósitos no te dejen vacío, sino pleno.
Y, sobre todo, pon a Dios en el centro de tus metas. Diseña tu plan de vida a la luz de lo que Dios quiere de ti. Pregúntale: Señor, ¿qué quieres de mí? Solo escuchando Su palabra podremos descubrir el camino que Él desea para nosotros.