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Mtro. Miguel Camarena Agudo · Encargado de Corrección y Estilo del Sistema UNIVA

 

Hoy todos corren, todos gritan

La tierra se empieza mover

Hoy todos corren, todos gritan

Las balas empiezan a llover

Juan Cirerol

Sabes que me gusta la metanfeta es una frase de una de las primeras canciones de Juan Cirerol. Un irreverente cantautor que ya tiene por lo menos una década en la escena musical nacional. Su estilo es, como lo ha mencionado en algunas entrevistas, la mezcla de Johnny Cash y el dueto de música norteña Miguel y Miguel. Se acompaña solo de un docerola o guitarra y armónica. Su actitud en un tiempo fue una mezcla de junkie, punketo y borracho; un estilo de vida igual de underground que su música. Todo un representante de la vida recia. El mismo que decidió desde muy morro que el trabajo no era lo suyo, sino la música: Iba caminando y no traía un peso, y un anuncio de repente veo, decía se solicita empleado, yo me voy corriendo no vaya a ser el diablo.

Pero más allá de todos sus desmanes en el escenario y actitudes de rockstar, sus letras reflejan el maravilloso caos en el que anduvo metido. Son el testimonio de un mundo subterráneo en el que las drogas, el alcohol, el narcotráfico, la parranda, el desempleo, la contaminación, aparecen recurrentemente, sustancias como el cristal, la piedra, la cocaína, la metanfetamina y la marihuana, son aludidas en muchos de sus temas.

El coctel molotov que logró crear Juan Cirerol con su estilo también tiene ingredientes tan adictivos y corrosivos como son el amor y desamor. Iba acordándome de ti, mi corazón lloró, cuando todo terminó… te besabas con aquel, no lo creí, tú eres mi amor sin explicación… canta en uno de sus temas. En otro el coro manifiesta la frustración que le genera el ser sujeto de un engaño: Eres tan cruel, solo juegas con mi corazón, se te hace fácil darle largar a nuestro amor, porque tú sabes que yo estoy aquí, esperando por ti…

Es sorprendente la crudeza y la sencillez con que habla sobre los madrazos que el corazón recibe de vez en cuando, tiene una suerte de descarnamiento, así como un manejo del absurdo, digno de aplaudir: A dónde fue ese amor que teníamos tú y yo, se perdió en la monotonía, tenías razón, debí comprarte otra cocina… En Piso de piedra nos cuenta sobre una relación de dos personas que están unidas por la adicción a la piedra: Quisiera que no se me acabe la piedra, para estar otro ratito sin aburrirme de ti… Más adelante dice algo, que más que gracioso u ocurrente, es doloroso: Quisiera ir a una pinche supermarket, para comprarme una vida, una vida para ti y para mí.

Siempre he creído que las personas que se dedican al arte deberían ser congruentes y auténticos, no una simulación. Ese es mi gusto a la hora de leer o escuchar música, no digo que sea la norma. Respeto mucho a todos aquellos que en sus creaciones dejan trozos de alma, corazón, hígado, riñón. Que lo hacen, como bien dice un amigo, con la sangre de sus venas. En las canciones de Juan Cirerol hay muchos pasajes que algunas personas solo se atreven a contar a su terapeuta. Juan es un músico y compositor con una sinceridad, desfachatez, honestidad, insolencia, pocas veces encontradas. Es un ejemplo de que hay veces que más allá del talento, la actitud es la que hace que las cosas sucedan, sin buscar ninguna otra recompensa que la expresión de ciertos sentimientos atascados en el interior, así como del estar haciendo lo que se ama.

Dime que no te vas a ir

Dime que no existe el tiempo

Yo quiero estar junto a ti

No importa que no sea pa´siempre

Quiero estar junto a ti

Rostros Vendidos, Juan Cirerol