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La tortura de la sed

Pbro. Lic. Armando González Escoto • Director de Publicaciones del Sistema UNIVA

 

Las maneras en que un ser humano ha torturado a otro son infinitas, pero en las grandes ciudades se acaba de descubrir un método novedoso y efectivo: ciérrale la llave del agua. Debemos advertir que ya se usaba en el medio rural, cuando quien tenía el control de presas, represas, ríos y canales, cerraba el flujo para que los beneficiarios se sometieran a sus condiciones, o para escarmentarlos.

Ya antes nos habían cerrado la llave de la gasolina, pero el agua es otro asunto. En cierto modo sucede aquello de los que se espantan con el mismo fantasma que ellos producen. Desde hace mucho tiempo gobiernos municipales y estatales, haciendo lujo de una total irresponsabilidad otorgaron permisos a diestra y siniestra para la construcción de todo tipo de colonias y fraccionamientos, así como de industrias y empresas, como si el agua fuese un bien inagotable e infinito, hasta convertir la Zona Metropolitana de Guadalajara en una verdadera mancha urbana y, además, seca. Está claro que el agua nunca formó parte de sus presupuestos, de ahí que los permisos no tuvieran en cuenta si se podría o no abastecer a cuanto nuevo asentamiento humano surgía.

La idea del Acuaférico parte del mismo supuesto erróneo, que Chapala es inagotable, por lo mismo también su ribera se ha dejado poblar de conjuntos y desarrollos horizontales y verticales, dando abundante dinero a los municipios involucrados y, sobre todo, a sus administradores, los cuales, pasado su periodo, se van tranquilos y enriquecidos, dejando tras de sí problemas de proporciones incalculables. Los desarrolladores participan de la misma felicidad, vendiendo a precios exorbitantes departamentos y casas, sin avisar a los incautos compradores que, en una de esas, el agua se va a acabar, y con el agua, el hermoso paisaje por el cual tanto pagaron.

Desde luego la ciudad de León tiene el mismo problema, pero también lo tienen los habitantes de la región Altos, sólo que el estado de Guanajuato, que ya dispone ampliamente de las aguas del río Lerma, principal afluente de Chapala, está empeñado en obtener ahora las del rio Verde, ya conocemos la complicada y tortuosa historia del proyecto Zapotillo. Es igualmente conocida la serie de proyectos bastante bien pensados por ingenieros menos políticos, pero más capaces, los cuales sin embargo han sido ignorados o truncados.

¿Cómo hacer para frenar esta expansión devastadora de la zona urbana que ya alcanza proporciones alarmantes? Pregunta grave, que va unida a otra ¿es posible frenar el tamaño de las ambiciones, de la avidez, de gobiernos, fraccionadores y compradores? ¿Es que ya no hay nadie, una voz con autoridad para hacernos reaccionar, recapacitar, tomar conciencia del presente y del futuro que estamos provocando?

Por lo pronto la ciudadanía sufre ya las consecuencias de su propia imprevisión, de su confianza ingenua, las secuelas de decisiones gubernamentales acaso inevitables, pero de las que medio mundo sospecha. Cómo de costumbre, al fallar una y otra vez los recursos mágicos, tenemos que acudir a los efectivos, y pedirle a Dios que pronto llueva y que llueva en abundancia, aunque a estas alturas todavía no seamos capaces de aprovechar las aguas de lluvia.

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