Athziri Citlalli López Sánchez · Estudiante de la Licenciatura en Producción de Medios Audiovisuales UNIVA Guadalajara
Diana de Gales o mejor conocida como Lady Di, fue una completa inspiración tanto para su generación como para la generación actual. La princesa no dejó que el límite de formar parte de la realeza le impidiera ayudar a su país e incluso a poblaciones externas.
Nacida en Park House, Sandringham el 1 de julio de 1961, Diana Frances Spencer fue una aristócrata británica, primera esposa de Carlos, príncipe de Gales, heredero de la Corona británica, con quien tuvo dos hijos, Guillermo y Enrique. Y en lugar de pasar horas disfrutando como un miembro de la realeza, decidió tomar un rol activo para involucrarse en diversas causas humanitarias. Su último compromiso de esta índole tuvo que ver con los campos minados, campaña que obtuvo el Premio Nobel de la Paz en 1997.
También ayudó a niños pobres en África y se unió a la causa de personas como Nelson Mandela, el Dalái Lama o la Madre Teresa de Calcuta, encabezando así numerosas fundaciones benéficas.
Debido a que poseía una gran sensibilidad y valores humanos, pudo transmitirles esto a sus hijos y desde pequeños los llevó a espacios de pacientes con sida, personas adictas, ancianos y niños con problemas de salud. Gracias a su labor humanitaria y su contacto directo con la población se ganó el nombre de “la princesa del pueblo”.
A pesar de ser parte de la familia real, llegó a recibir ciertos castigos por parte de ellos debido a su activismo social y por querer actuar como una persona común. Sin embargo, gracias a su coraje y amabilidad logró causar un gran impacto en la población, llevándose así el corazón de todos, incluido el mío, pues desde que la conocí la he admirado y me da pesar saber que aún tenía mucho por aportar al mundo. Diana sigue siendo respetada e inspira otros a realizar actos de fe, por lo que es una de las muchas mujeres que hoy en día deben de ser conmemoradas este 8 de marzo.
