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La cultura Guadalupana: Historia e Identidad Nacional y Latinoamericana

Por 11 abril, 2024abril 15th, 2024Tendencias, Voces UNIVA

Lic. Cristina González Martínez · Alumni de la Licenciatura en Filosofía, UNIVA Online

 

Introducción

Como dice el libro del Apocalipsis: “Apareció en el cielo un signo sorprendente: una Mujer vestida de sol, con la luna bajo sus pies y tocada con una corona de doce estrellas. Está encinta…” (Ap 12, 1-2), así de sorprendente fue para los aztecas la imagen de la Virgen de Guadalupe en el ayate de Juan Diego, hecho histórico que ha marcado desde entonces, no sólo la vida e identidad de los mexicanos, sino también de toda Latinoamérica, habiendo sido coronada canónicamente como Reina de México el 12 de octubre de 1895 y Emperatriz de las Américas por SS Pío XII en 1945. (Charlotte, 2019).

 

Historia

Con la primera evangelización los dogmas marianos fueron fielmente enseñados a los pueblos colonizados por los españoles, los religiosos que para evangelizar habían llegado a América, tuvieron buen cuidado de ir cultivando en los bautizados la devoción a la Madre de Dios, de tal culto son muestra las diversas advocaciones bajo las cuales se le veneraba, en Zacatecas Nuestra Señora del Patrocinio; en Pátzcuaro, Michoacán Nuestra Señora de la Salud; en Guadalajara, Jalisco Nuestra Señora de Zapopan “La Generala”; en la Ciudad de México la Virgen del Perdón en la Catedral y Nuestra Señora de los Remedios en otras iglesias de la misma Capital; sin embargo, ninguna de ellas unía en una sola la identidad de los mexicanos.

No fue sino hasta 1531 que el culto a la Virgen María comenzó a centrarse en la Virgen de Guadalupe debido a sus apariciones en el Cerro del Tepeyac, al ahora San Juan Diego, indígena azteca así llamado desde su bautismo, los días sábado 9 (dos veces), domingo 10, martes 12 (a Juan Diego y a Juan Bernardino), del mes de diciembre de dicho año, a los diez años de la sepultura del imperio azteca.

Numerosos son los documentos tanto de los llamados aparicionistas, como de los antiaparicionistas, que dan testimonio de los hechos ocurridos, el más destacado de ellos, es el conocido como Nican Mopohua, de Antón Valeriano, indígena noble, exalumno del Colegio Santa Cruz de Tlatelolco, cuyo maestro fue Fray Bernardino de Sahagún, dicho documento fue redactado en náhuatl, en 1540, contiene el relato original y tradicional de las apariciones, del culto a la Virgen y de la persona de Juan Diego. La tradición guadalupana fue creciendo al paso de los años.

En cuanto a Juan Diego, en 1666 el cabildo de la catedral de México, con el deseo de solicitar a Roma la concesión litúrgica de oficio y misa propios de la Virgen de Guadalupe, mandó que se realizara una recopilación de informes acerca de los hechos, el resultado no pudo haber sido mejor, a pesar de haber transcurrido 118 años, se encontró una amplia y extensa tradición oral y escrita, no interrumpida, constante y uniforme; en ella se cuentan veintiún testigos examinados, los de Cuautitlán y los de México, todos ellos desde que se acordaban habían tenido noticias de Juan Diego; once sacerdotes y dos civiles en México fueron unánimes en sus afirmaciones: sí tuvieron lugar las apariciones, supieron de ellas desde niños, los ancianos del tiempo de su niñez las conocían, y nunca oyeron nada en contra de ellas (Churruca, 2002).

 

La tilma de Juan Diego

Está formada por dos piezas unidas por el centro de arriba abajo, sin que la unión atraviese el rostro toda vez que la cabeza de la Virgen se encuentra ligeramente inclinada, de tal suerte que la costura lejos de afectarlo, le imprime cierta belleza en los labios. No hay huella de pincel, es como si fuera una serigrafía, algunos antiaparicionistas han argumentado restos de pintura en algún lugar del ayate, lo cual fue debido a la “genial idea” de algunos personajes de la época, de “agregarle belleza” por lo que pintaron literalmente motivos que, desde luego, ya han desaparecido o se han eliminado, sin embargo, la singularidad de la imagen grabada, sin huella de acción humana posible para lograrlo, ha sido corroborada por diversos estudios realizados por expertos en arte y científicos.

Todos los elementos que contiene revelan la más delicada inculturación, se trata de un pictograma que es lo que usaban los aztecas, algo similar a los jeroglíficos egipcios, dibujos que representan cosas. Tiene proporción áurea, la perseguida por los grandes artistas, se puede ver por el revés, no es pintura y el lienzo no estaba preparado.

Es posible leer en tales elementos, la sutil transmisión de los dogmas marianos, lo cual favoreció la devoción de los aztecas a la Madre de Cristo.

María siempre Virgen, se deduce del pelo suelto, lo que simboliza que no está casada, sin embargo, lleva un ceñidor señal de que aun siendo virgen está embarazada, les habla de lo que han escuchado de los misioneros.

Lleva un broche de jade con una cruz; el jade lo pulían hasta reflejarse en él, por ello lo consideraban piedra divina, ver la misma cruz que observan en los estandartes de los que han venido del mar, les dice que son de la misma religión de aquellos a quienes consideraban dioses.  Es hija de la divinidad, sin mancha ni pecado, el dogma de la Inmaculada Concepción es proclamado más de tres siglos después de las apariciones guadalupanas, pero es fácil deducirlo de este elemento del ayate.

Las manos unidas, si bien para el mundo occidental son símbolo de oración, para los aztecas eran símbolo de un regalo, la doncella les traía un regalo: la flor de Nahui ollin, que se repite numerosas veces en la túnica de la Virgen, representaba a Ometeótl = plenitud de vida, el supremo dios, para ellos era la Madre de Dios, la Theotokos el primer dogma mariano proclamado.

La rodean 46 estrellas, se cubre con ellas, los rayos del sol salen detrás, ella lo tapa y además está sobre la luna, es más poderosa que los dioses aztecas que están a su servicio,  está en un espacio por encima de la tierra, el dogma de la Asunción fue proclamado cuatro siglos después,  en este pictograma los indígenas ya veían a María en el Cielo.

Otros detalles por demás importantes que hablaron a los aztecas de quién era Ella fueron el verla danzar, su rodilla levantada así lo indicaba, ellos danzaban para adorar a Ometeotel, luego entonces él es más poderoso que ella, no le confieren una divinidad al nivel de su dios plenitud de vida.

El color de la túnica es verde azulado, exclusivo de la capa del emperador, de ese color era la capa de Moctezuma, luego entonces ella es emperatriz. México significa “el ombligo de la luna” por lo tanto, si ella está sobre la luna, viene a posarse sobre nuestra tierra, como emperatriz viene a bendecirla.

El angelito que la sostiene tiene cara de anciano y lleva la camisa que usaban los convertidos, los bautizados, sus alas no son de ángel, son de águila, habla como águila es Juan Diego que está trayendo a la Virgen, con una mano coge el manto que es el cielo y con la otra la túnica que es la tierra, Ella une el cielo y la tierra.

Detalle particularmente significativo son las flores del ayate al momento de mostrarlo al obispo, para los aztecas la flor es el símbolo de la verdad, de ahí que la Virgen haya elegido flores para demostrarle a Fray Juan de Zumárraga que el mensaje era verdad, era tanto como decir “confía en mí, esto es cierto” (Brito 2019).

 

Conclusión

Después de las apariciones de la Virgen de Guadalupe en el cerro del Tepeyac, se convirtieron al cristianismo nueve millones de indígenas, los misioneros no se daban abasto para bautizar, abandonaban una religión de muerte y oscuridad para abrazar una religión de vida y de luz, en ese año ocurre el eclipse lunar, acontece un terremoto y se destruyen sus templos, es posible asegurar que la cultura mexicana se ha ido construyendo en torno a la Guadalupana, así lo han testimoniado grandes hombres, como San Juan Pablo II, quien el 12 de diciembre de 1981, con motivo del 450º aniversario de las apariciones de Nuestra Señora dijo:

“No cabe duda de que desde la raíz religiosa, que inspira todos los otros órdenes de cultura; desde la propia vinculación de fe en Dios y desde la nota mariana, habrá que buscar en México, así como en las otras Naciones, los cauces de comunión y participación que conduzcan a la evangelización de los diversos sectores de la sociedad”.

“De ahí habrá que sacar inspiración para un urgente compromiso en favor de la justicia, para tratar seriamente de colmar los graves desniveles existentes en el campo económico, social, cultural; y para construir esa unidad en la libertad que hagan de México y de cada uno de los países de América, una sociedad solidaria y responsablemente participada, una auténtica e inviolable comunidad de fe, fiel a sus esencias y dinámicamente abierta a la conveniente integración –desde la comunión de credo- a nivel nacional, latinoamericano y universal” (S. Juan Pablo II 1981).

Con estas palabras de San Juan Pablo II y múltiples oraciones fruto de la devoción a Santa María de Guadalupe en todo Latinoamérica y el Caribe, Ella con sus rasgos mestizos, sale al encuentro del indio Juan Diego en quien estamos representados todos los hombres y mujeres del Continente, particularmente Centro y Sudamérica. A Ella nos encomendamos para una Nueva Evangelización en medio de los embates a nuestra fe a causa de la postmodernidad y la globalización.

 

Referencias.

Brito, Andrés (2019); Los misterios de la tilma de Guadalupe; Recuperado de: https://youtu.be/7cZ4cZfWp8c?si=2RKHxL4ldWTJCJic

Catholic News Herald, Western North Carolina; Se aprestan a celebrar a la Emperatriz de América.  Recuperado de: charlottediocese.org

Churruca P., Agustín (2002). Historia de la Iglesia en México; Obra Nacional de la Buena Prensa, A.C.; Ciudad de México

San Juan Pablo II; (1981), 450° aniversario de las apariciones de Nuestra Señora de Guadalupe Juan Pablo II. (1981, 12 diciembre). https://www.vatican.va/content/john-paul-ii/es/homilies/1981/documents/hf_jp-ii_hom_19811212_guadalupe.html

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