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Hiperdemocracia

Por 19 octubre, 2021Líderes de Opinión

Mtra. Jazmín Velasco Casas , Plantel Guadalajara

 

«Las ideas se tienen; en las creencias se está.»

José Ortega y Gasset pensaba que las creencias constituyen el estrato básico, el más profundo de la arquitectura de nuestra vida; en cambio, las ideas se tienen y, consecuentemente, la vida intelectual es secundaria.

En su obra Rebelión de las masas, publicada en 1930, Ortega afirmó que asistía al triunfo de la hiperdemocracia, en la que la masa actuaba directamente sin ley, por medio de materiales presiones, imponiendo sus aspiraciones y gustos, dotando de validez sus opiniones. Nuestro tiempo no es tan diferente en ese aspecto al del autor español, especialmente si dicha hiperdemocracia se ha exaltado en gran medida por las redes sociales.

El filósofo nos liga con la distinción de Platón entre opinión y ciencia. La primera responde a la conjetura y la creencia, las cuales están supeditadas a los sentidos y a las representaciones que tenemos de las cosas, pero no nos permiten conocer lo que realmente son; la segunda se encuentra en la cúspide del proceso del conocimiento, la cual ya no recurre a lo sensible ni es dominada por supuestos, sino que contempla y piensa las ideas.

El reto consiste en examinar la manera de responder a los problemas y acontecimientos, revisando los marcos conceptuales, las creencias y las explicaciones racionales que sustentan esas interpretaciones. Luis Villoro sugiere en su discurso “Filosofía y dominación”, que se mantenga un permanente asombro ante cualquier opinión no revisada, creencia compartida o saber heredado; esto fomentará que la mente se abra, vea por sí misma y discrepe, liberándose de las creencias impuestas.

En nuestra época, donde se ha invertido el lugar de la opinión y creencias por el de la ciencia, resulta conveniente reflexionar la influencia que tienen las opiniones en nuestra vida, cuestionarlas y fracturarlas –si es necesario–, para que las ideas actúen en reemplazo, como si fueran creencias, de manera que se vuelvan reales y orienten nuestra conducta.

Gasset no propone que el fin de la vida esté sólo compuesto de ideas, éste es sólo uno de los muchos mundos interiores, pero para vivir, «el hombre tiene que pensar, gústele o no. Si piensa mal, esto es, sin íntima veracidad, vive mal, en pura angustia, problema y desazón. Si piensa bien encaja en sí mismo –y eso, encajar en sí mismo, es la definición de la felicidad.».

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