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Experiencia gastronómica: La laboriosidad de lo real

Luz Adriana Ramírez Ayala · Estudiante de Licenciatura en Gastronomía UNIVA La Piedad

 

Cuando se mencionaban las prácticas profesionales dentro de mi licenciatura, siempre había de anécdotas sobre lo exigentes que son las duras y largas jornadas que pasaban los practicantes en los lugares en donde habían elegido ir. Se hablaba sobre como los chefs o dueños de los diferentes establecimientos podían ser unos tiranos o unos dictadores. Escuchar todo aquello en gran medida me hizo sentir nerviosa y hasta cierto nivel incompetente, debido a mi actual posición como estudiante. Temía salir al mundo laboral real y ser una pieza de carbón que simplemente se consumiría en el asador hasta dejar de ser útil.

No obstante, una vez logré tener la oportunidad de realizar mis prácticas, supe que había otro lado del que nadie o casi nadie habla, por solamente resaltar aquella “rudeza” de soportar jornadas largas de trabajo.

Ese lado del que hablo es el del aprendizaje, uno que puede obtenerse únicamente en el trabajo, uno que ayuda a potenciar y pulir las habilidades ya adquiridas en los laboratorios de cocina de la universidad, aquellos conocimientos básicos que los diferentes profesores se encargaron de cimentar en nosotros. De esta manera combinando ambos métodos de aprendizaje, pude ampliar mi panorama sobre el trabajo, de cómo está bien pensar fuera de la caja, sobre cómo no cerrarme a procesos estrictos y cuadrados; si el resultado no se afecta podemos modificar técnicas, recetas y procesos; para que tengan la forma que mejor nos parezca, funcione y nos ayude a agilizar tiempos.

El resto de mis compañeros eligieron lugares con varios años de trayectoria y a cargo de personas con una vasta experiencia laboral dentro de la gastronomía, en mi caso, elegí a La Farine Repostería.

Un establecimiento que tiene relativamente poco en comparación con otras opciones que nos ofrecía la universidad, y el cual está a cargo de un exalumno de la Licenciatura en Gastronomía, con tan solo un par de años mayor que yo.

Una lección que tal vez para algunos fue una “salida fácil”, pero no podrían estar más equivocados. Ya que gracias a trabajar bajo la tutela de Juan Ramón Damián Ortiz, tuve una experiencia fructífera, no solo en lo laboral, sino en esa dosis de realidad sobre cómo es empezar y atender tu propio negocio. Sobre todo de cómo es realmente ser tu propio jefe.

Se debe tener un nivel de compromiso y una responsabilidad más grande de lo que se piensa, ser atento a los detalles, no solo en las decoraciones o montajes de los productos, sino también de los gastos, el uso de las maquinarias, el cómo los empleados implementan sus tiempos de producción, la limpieza de un área y el cuidado que se le debe dar a la cocina en sí. Así como también en el manejo y atención de los clientes. Una experiencia así no la habría logrado adquirir si iba a otro lugar, donde ya se tienen todos los equipos y utensilios necesarios, en donde el chef a cargo y el dueño no son la misma persona. Igualmente, no pretendo demeritar la labor de otros, sino resaltar el esfuerzo que se debe poner en la construcción de tu propio establecimiento.

 

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