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Ecología Integral: Inclusión Integral

Mtro. Miguel Angel Ortega Núñez · Coordinación del Centro de Desarrollo Comunitario UNIVA Guadalajara

 

Con la “Ecología Integral” se salvaguarda la cohesión que se pretende desde la perspectiva del pensamiento social cristiano. Esto representa un estilo de vida que incluye cuidar el todo de la casa: tanto de las personas como del medio ambiente. La ecología integral se vuelve un referente fundamental para sustentar todo proceso de “inclusión”. Un proceso que no sólo tiene que ver con personas sino también con el cuidado medioambiental. La marginación, la exclusión o el descarte, también se aplica en lo que comúnmente se llama naturaleza. Es perfectamente conocido el abuso medioambiental desde que se ha procurado la consecución desenfrenada de la riqueza. En el significado de la ecología integral, lo ambiental (la naturaleza), pasa a ser un sujeto que merece también un trato digno: “El auténtico desarrollo humano posee un carácter moral y supone el pleno respeto a la persona humana, pero también debe prestar atención al mundo natural y tener en cuenta la naturaleza de cada ser y su mutua conexión en un sistema ordenado” (Laudato si, No.5). En este sentido, el empuje de una responsabilidad social en las organizaciones tiene a bien el haberse perfilado con la consideración de aspectos sociales y medioambientales, tanto hacia dentro como fuera de las mismas, con alcance inmediato y lejano en el tiempo; y habría que añadir que sería cada vez más integral si se procura evitar “cualquier forma de descarte”.

Esta urgencia social y planetaria convoca, definitivamente, a todas las corporaciones de cualquier sector, para que asuman la “responsabilidad existencial” de generar e impulsar acciones enfocadas al cuidado de las personas y del medio ambiente. Se hacen necesarias nuevas dinámicas organizacionales, tanto en la industria como en el sector de servicios y de gobierno. La responsabilidad social no es sólo para las llamadas empresas, sino para “todos en su mundo”.

Este movimiento de la responsabilidad social en el mundo, lleva a considerar nuevas culturas organizacionales “en responsabilidad social”. Se requiere de estructuras bien definidas y articuladas para hacer que suceda una responsabilidad social en el sentido de la ecología integral. Cada organización cuida de sus diseños pertinentes para operar y de alguna manera envía o proyecta información de la manera en que concibe su responsabilidad. ¿Por qué no un área de “inclusión integral”? Si la ecología integral pretende superar cualquier forma de descarte, incluyendo lo medioambiental, con un área de “inclusión integral” se puede asumir el compromiso para impulsar acciones del tipo: Apoyo a los integrantes más vulnerables de la propia organización; reconocimiento y protección de la mujer que trabaja y/o estudia (en el caso de las organizaciones educativas) en orden a superar la inercia social que ha llevado a menospreciarle; apertura y atención a personas con discapacidad; campañas permanentes de concientización y consumo responsable; seguimiento al adecuado tratamiento de los residuos; incorporación de energías limpias; impulso permanente para la transformación hacia una organización en responsabilidad social; entre tantas otras. El asunto clave está en el hecho de que al emplear “ecología” generalmente el imaginario se dispara hacia lo verde, el medio ambiente natural y no tanto a las personas. Así mismo la “inclusión” generalmente se ha posicionado como acción que atiende los asuntos de la discapacidad y últimamente, a los de género. Por ello, tal vez, “inclusión integral” sea lo más apropiado.

Esta iniciativa puede significar un paso más en el compromiso de toda organización con sentido humanista-cristiano, para favorecer el cuidado permanente, la lucha constante y la evidencia de un esfuerzo hacia la transformación de la cultura a partir de las acciones responsables orientadas al cuidado del todo, dentro y fuera de la propia organización: “Cuidar la fragilidad quiere decir fuerza y ternura, lucha y fecundidad, en medio de un modelo funcionalista y privatista que conduce inexorablemente a la cultura del descarte. Significa hacerse cargo del presente en su situación más marginal y angustiante, y ser capaz de dotarlo de dignidad” (Fratelli Tutti, No.188).

 

 

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