Mtro. Noé Esaú García Valencia · Coordinador Académico de Ciencias Económico Administrativas, UNIVA Querétaro
Hablar de los desafíos de la Iglesia mexicana en la actualidad es hablar, al mismo tiempo, de los múltiples problemas sociales que estamos viviendo hoy en día. La Conferencia del Episcopado Mexicano, siempre atenta a las necesidades más apremiantes de la sociedad, ha establecido diferentes caminos y propuestas para disminuir, entre otros temas, la corrupción, los diversos tipos de violencia que cada vez se expanden más dentro de la sociedad mexicana, las evidentes desigualdades humanas que encontramos de sur a norte en el territorio mexicano, y la tasa de desempleo del 60 % determinada por el INEGI durante este año. Estos son solo algunos de los problemas que el Episcopado ha identificado como tareas prioritarias en nuestro país.
Una de las principales características de los cristianos es la capacidad de mantener siempre encendida la llama de la esperanza, la cual nos anima y mantiene alertas para encarar los problemas de una manera más consciente y realista, aprovechando de forma más eficiente nuestras habilidades para responder ante la sociedad como una comunidad de creyentes sensible y activa, capaz de atender objetivamente los desafíos latentes.
La Iglesia de México encuentra en todo momento la fuerza que necesita en el Magisterio del papa Francisco que, en su encíclica «Fratelli Tutti», nos muestra el camino para la verdadera búsqueda de la paz, la solidaridad y la justicia social, en comunión con todos sus antecesores. El pontificado de Francisco ha insistido de múltiples formas en la preocupación y atención a las necesidades de los más pobres. Ha manifestado una abierta pedagogía de la fe por los que más sufren, con una especial mirada de amor dirigida hacia ellos.
Es por eso que la Iglesia del Episcopado Mexicano, unida a toda la Iglesia, encuentra su fuerza interior en las enseñanzas magisteriales pontificias que están en sintonía con la luz de las Sagradas Escrituras.
De esta forma, podemos mantener encendida la llama de la esperanza, la cual ilumina el camino para afrontar con valentía los desafíos en los que estamos inmersos, sin que nos atemoricen ni desalienten los resultados negativos, ya que la Iglesia siempre ha sabido aportar a la sociedad mexicana, como madre y maestra de fe, sus valores, su fuerte esencia humana y espiritual que la caracteriza ante los desafíos del mundo de hoy.