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Dejó huella por su estilo incalificable

Cristina González Martínez · Alumni de la Licenciatura en Filosofía UNIVA Online

 

Clarice Lispector, reconocida como una de las más importantes literatas del siglo XX, escritora incalificable en estilo y en forma, con su lenguaje poético e innovador y su personalidad enigmática, se convirtió finalmente en una leyenda.

Chaya Pinkhasovna Lispector fue el nombre que le pusieron al nacer el 10 de diciembre de 1920, en la localidad ucraniana de Chetchelnik. De origen judío, fue la tercera hija de Pinkhas y Mania. Su nacimiento, supuso un alto en el camino de huida en una época de hambre, caos y persecución racial. Su abuelo fue asesinado, su madre fue violada y su padre fue exiliado, sin dinero, al otro lado del mundo.

La escritora ucraniana/brasileña dibuja su obra con una extraña gramática, la que quizás pueda deberse a la influencia del misticismo judío que su padre le enseñó. La extrañeza de su estilo y la forma, pueden atribuirse a su necesidad de inventar y de transmitir sensaciones más allá de hechos. Cualquiera que lea sus historias de principio a fin, se verá afectado por una búsqueda lingüística incesante y una inestabilidad gramatical que impiden leer con demasiada rapidez y a veces, no entender el significado a la primera.

Con una infancia poco afortunada, huérfana de madre a los diez años y a los veinte de padre, representa a la mujer del siglo XX que se abre paso en la vida a fuerza de prepararse y sacar el mejor provecho de sus cualidades innatas, como fue en este caso la literatura y que a pesar de haber estudiado Derecho, le dedicó sus mayores empeños, habiendo sido periodista destacada en Brasil, antes de ser famosa como escritora.

De naturaleza rebelde, cuando se le expresaba la dificultad en comprender sus escritos, respondía “no escribo para agradar a nadie”.

La escritora fue un enigma inexpugnable que contestaba con monosílabos a la prensa o no se presentaba a las entrevistas, lo cual también aumentó su leyenda de artista y casi de mito. Un suceso agudizó su ansiedad y tendencia a la depresión, que eran parte de su personalidad.

En 1966 Clarice se durmió con un cigarrillo encendido y su dormitorio quedó destruido. Ella sufrió quemaduras en gran parte de su cuerpo y estuvo internada varios meses en el hospital. Su mano derecha, muy afectada, casi tuvo que ser amputada y jamás recuperó la movilidad anterior. El incidente afectó a su estado de ánimo y las cicatrices y marcas en el cuerpo, le causaron continuas depresiones.

Escritora prolífica, ocho de sus obras fueron de publicación póstuma a su muerte, acaecida en Río de Janeiro, el 9 de diciembre de 1977 a los 56 años, víctima de cáncer de ovarios.

En la presentación de su obra “Un soplo de vida”, firmada por su entrañable amiga Olga Borelli, se califica esta novela como su libro definitivo.

Empezó a escribirlo en 1974 y lo concluyó en 1977, en vísperas de su muerte, de él dijo que había sido escrito en agonía, como una forma de expresar ese dolor de quien se siente camino de una muerte próxima.

Fue justamente su amiga Olga quien anotó pensamientos, mecanografió manuscritos, compartió los momentos de inspiración de la autora, y a quien, tanto la propia Clarice como su hijo, confiaron la ordenación de los manuscritos del mismo.

Ella misma reconocía que su inspiración era caótica y que así la plasmaba en sus escritos:

¿Podré descender hasta el punto de llenar las páginas con informaciones sobre los “hechos”? ¿Debo imaginar una historia o doy rienda suelta a la inspiración caótica?

Fue sumamente creativa para el uso de metáforas que expresen los sentimientos, así para transmitir todo aquello que provocaba en ella la música escribía:

Estoy oyendo música. Debussy usa la espuma del mar que muere en la arena, refluyendo y fluyendo. Bach es matemático. Mozart es lo divino impersonal. Chopin cuenta su vida más íntima. Schöenberg, a través de su yo, llega al clásico yo de todo el mundo. Beethoven es la emulsión humana en tempestad que busca lo divino y solo lo alcanza en la muerte. Yo, que no pido música, solo llego al umbral de la palabra nueva. Sin valor para exponerla. Mi vocabulario es triste y a veces wagneriano-polifónico-paranoico. Escribo de manera muy sencilla y desnuda. Por eso hiere. Soy paisaje agrisado y azul. Me elevo en la fuente seca y en la luz fría.

La singularidad de la obra de Clarice Lispector, expresa la influencia del existencialismo, sin que realmente se encuentre huella de los escritos de ninguno de los grandes representantes de dicho movimiento, seguramente los viajes que realizó con su esposo, quien era diplomático, además de su espíritu inquieto, fueron alimentando tal influencia en ella, sin que se considerara a sí misma como existencialista, todo lo cual aunado a su misticismo judío y el conocimiento de la Biblia, forjaron una obra literaria por demás interesante.

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