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Crónica: Diego Maradona

Por 9 diciembre, 2022Tendencias, Voces UNIVA

José Daniel Meza Real · Coordinador de Calidad Académica, Corporativo UNIVA

 

Buenos Aires, Argentina es una ciudad llena de contrastes, donde vemos por una parte la gran influencia europea con grandes plazas y la opulencia de una ciudad capital, pero al mirar a las orillas nos encontramos con lugares como Villa Fiorito un lugar de miseria, sin asfalto, sin plazas, sin las grandes tiendas e incluso en algunos lugares, sin sistema de cañerías. Ahí en ese lugar olvidado, en una casa, si es que se le puede llamar así a una construcción sin enjarre y techo de lámina, una familia de seis, dos padres y cuatro niñas recibió un 30 de octubre de 1960 al pequeño que sería el más grande no solo de Fiorito sino de toda Argentina.

Desde muy pequeño Diego descubrió que la pelota era el juguete más lindo que su padre, don Diego, con gran esfuerzo le pudo haber regalado y no había pasado ni un solo día de aquella navidad en la que recibió su regalo cuando ya estaba estrenándolo con un grupo de niños, más grandes que él, en “Las siete canchitas”, un potrero donde a pesar de no haber ni siquiera césped se vivía la pasión del fútbol con más pasión que en la misma Bombonera.

Estaba decidido, tanto Diego como su familia sabían el camino que debía tomar, sobre todo su padre don Diego que al ser un apasionado del fútbol y del Boca Juniors, veía en su hijo el sueño de toda su vida realizado.

A los nueve años decidió dejarse de jueguitos para hacer pruebas en las ligas inferiores del club Argentinos Juniors donde aprendió lo que era el verdadero fútbol, y tan solo un año después de ingresar, hizo su primera aparición en un periódico local con una nota que decía “había un pibe con porte y clase de crack”, y en ese momento, sin saberlo, Diego y todos los que lo conocían vieron un pequeño destello del nacimiento de Maradona.

Diez días después de cumplir 16 años, estaba por fin sentado en el banquillo de suplentes de Argentinos Juniors de primera división, a pesar de no estar en la cancha se sentía intimidado por la imponencia del estadio, pero a la vez estaba emocionado de estar cumpliendo su sueño. Inquieto miraba el partido, Diego se alegraba un poco de estar en el banquillo y no tener la presión de cientos de personas que iban a apoyar a su equipo, pero por otra parte Maradona desde el fondo de sus entrañas estaba ansioso por salir y sentía como esos gritos de la afición eran para él. Juan Carlos Montes, el entrenador lo vio en medio de esa batalla interna y se acercó para indicarle que entrara, pero no le pidió que hiciera gol, él sabía que no habría que hacerlo volar sin caminar antes, pero también sabía que era necesario sacar a la bestia que llevaba dentro, entonces al oído le dijo “solo necesito que hagas un túnel a alguien”.

Primera jugada, el joven con la camiseta 16 tiene el balón, Cabrera el mediocampista central de Talleres se acerca a marcarlo, Diego lo mira, sus piernas se entumen por un microsegundo y entonces, como si se fragmentara su personalidad, apareció Maradona y con una agilidad nunca vista burla al jugador con un túnel que hizo que la afición hiciera reventar el estadio.

“Hoy toqué el cielo con las manos” dijo Diego al salir de la cancha y en los vestidores al verse en el espejo notó que algo había cambiado, ese que lo miraba era alguien que había estado guardado toda su vida y que ahora que había probado la gloria sería imposible regresarlo a su sitio.

La prensa ese día reportó “La entrada del chico Maradona le dio mayor movilidad al ataque, pero no fue la solución para sellar en la valla cordobesa esa mayor tenencia del balón. Porque Maradona -un gran habilidoso- no tuvo con quien tocar”.

Indiscutiblemente a partir de ese momento su lugar como titular estuvo asegurado.

Diego por un momento dudaba del camino que estaba tomando su carrera, amaba el fútbol, pero no era precisamente lo suyo en ese momento ser el centro de los reflectores. Sin embargo, si había algo que amaba más que el fútbol era a su familia y el día en que vio los rostros de alegría de sus padres y hermanos entrando al enorme departamento que Argentinos Juniors le había rentado, supo que ya no había vuelta atrás, logró salir de Fiorito y jamás dejaría que su familia volviera a ese lugar.

Siguió jugando en Argentinos Juniors hasta 1980, y si bien su equipo no obtuvo ningún campeonato, Diego fue el primer argentino en la historia en ser el máximo goleador de 5 torneos consecutivos.

El mundial del 78 estaba cerca, se disputaría en Argentina y que mejor momento que ese para que la joven revelación hiciera su gran debut. Aunque ya había sido parte de la selección juvenil, todos sabían que esa era solo la antesala para jugar en “la grande”. Maradona estuvo en la lista de pre-convocados, todo se alistaba para que brillara ante el mundo, pero entonces la mañana del 19 de mayo de 1978, todos estaban arremolinados frente al televisor como quien espera un gran anuncio de guerra o la eliminación de su concursante favorito en el programa del domingo, Menotti salió frente a las cámaras con una carpeta en la mano y sin preámbulos la abrió y comenzó a recitar nombres, cada jugador que se nombraba le provocaba a Diego un nudo en el estómago y aunque para algunos después del vigésimo ya no había esperanza, él seguía atento sin siquiera pestañear. Al final no fue nombrado y aunque por un instante su mundo se vino abajo, era momento de levantar la cabeza y seguir adelante.

Como era esperado la prensa lo abordó para preguntar sobre la inesperada noticia, Diego ya sabía que no le iban a preguntar sobre el partido que acababa de jugar, todos los reporteros iban a cazar la nota sobre su rechazo en la selección, entonces por un momento se detuvo ante las puertas del vestidor, respiró hondo y dejó que Maradona hiciera lo que más sabía.

“El señor Menotti creyó que yo era el cuarto 10 y me tuve que ir. Yo respeto su posición porque él es el técnico, pero eso no quiere decir que la comparta. Cuando me comunicaron que quedaba desafectado me dolió muchísimo. ¿Explicaciones? No, no me las dieron de ningún tipo. Tampoco las precisaba. Valencia es el mejor 10 y debe jugar, sin desmerecer a Alonso ni a Villa. Pero es el que tiene más visión de conjunto”.

Dos años y muchos goles después, Diego consideró que su momento con el Argentino Juniors estaba por terminar, aunque quizá no logró lo que le hubiera gustado con el equipo, se daba cuenta de que esa relación no daba para más. A pesar de que ya había recibido ofertas de diversos clubes en Colombia e incluso en Inglaterra, su mira apuntaba a un objetivo muy claro que era el equipo de sus amores, el equipo que su padre mismo le enseñó a amar: Boca Juniors.

El club pasaba por una crisis económica que le impedía hacer una oferta atractiva para el astro y fue en ese momento que sus más acérrimos rivales aprovecharon la oportunidad y le ofrecieron al jugador una suma bastante jugosa además de igualar su sueldo al del mejor pagado de su club.

Maradona tranquilo rechazó la oferta y como si se tratara de cualquier equipo llanero solo dijo “Ya se me quitó la ilusión de jugar en River”. Los de Boca entendieron el mensaje, él no necesitaba dinero, sino simplemente ser parte de su equipo. El contrato se firmó el 20 de febrero y debutó dos días después, nuevamente frente a Talleres. A diferencia de su debut con Argentinos, esta vez Boca superó a su rival por 4 a 1, con dos goles suyos.

Diego cumplía su sueño y el de su padre, pero su aventura en Boca no fue como todos esperaban, de entrada, la presión tanto de los aficionados como de las barras hizo que la expectativa de la llegada del jugador fuera de gran altura, pero olvidaron que no es lo mismo tener un Maradona brillando en el cielo oscuro de Argentinos Juniors que ponerlo en un equipo plagado de estrellas.

Al final el paso del jugador por Boca solo produjo 40 partidos y 28 goles y claro el único campeonato argentino que Diego pudo celebrar con su padre.

Aunado a esto, parte del tiempo que estuvo con Boca tuvo que ser compartido con la selección que se preparaba para jugar el mundial de España en el cual la selección argentina estaría alojada en Barcelona. Mientras estaban ahí, Diego disfrutaba de las maravillas arquitectónicas de la ciudad y la maravillosa gente, y por alguna razón que no supo explicar, una idea simple pero poderosa se anidó en su mente -que lindo sería vivir acá-.

Ese mismo año, un 4 de septiembre, Diego volvió a sentirse intimidado ante la magnitud de un estadio, mientras entraba a la cancha veía como aquello no era nada parecido a lo que había vivido, definitivamente era otro mundo. Después de la que fue catalogada en su momento como la compra más cara de todos los tiempos, disputaba su primer partido oficial vistiendo la camiseta del Barcelona FC.

3 meses bastaron para que se volviera una pieza fundamental para el equipo, con 6 goles en 13 partidos parecía que su paso por el Barcelona sería deslumbrante, sin embargo, justo en diciembre de ese año, Diego contrajo hepatitis y tuvo que ausentarse de las canchas por otros 3 meses en los cuales se perdió 14 partidos de liga y las eliminatorias de la Recopa de Europa, en la que el equipo, mermado por su ausencia, quedó eliminado.

Durante su ausencia el club hizo algunos ajustes y el entrenador Udo Lattek, con quien Diego había tenido bastantes discusiones fue destituido. Ya era momento de regresar, se había recuperado de su hepatitis, pero aun así camino al entrenamiento no se sentía del todo bien, tenía un nudo en el estómago, solo que está vez sí sabía por qué. Entró a la cancha y el ambiente se congeló por un instante, la tensión podía sentirse a leguas de ahí, mientras Maradona le sostenía la mirada a nada más y nada menos que César Luis Menotti, aquel que años atrás no lo quiso convocar a la selección.

Aquel pasaje de su temprana juventud definitivamente había sido meramente futbolístico y no personal, porque esa temporada el Barça tuvo un excelente rendimiento en las copas domésticas, ya que el 4 de junio de 1983 ganó la Copa del Rey en Zaragoza frente al Real Madrid con un marcador de 2 a 1. El 26 de ese mismo mes ganó la Copa de la Liga, también frente al Real Madrid, siendo Diego el autor de un gol en cada uno de los dos partidos de la final. El gol anotado en el Estadio Santiago Bernabéu, y que supuso la victoria barcelonista, provocó la ovación del público madrilista, que reconoció la belleza del gol pese a ser marcado por el conjunto rival. A pesar de la hepatitis, la temporada 1982/83 se cerró bien, con dos títulos, y él considerado una de las grandes estrellas del fútbol español.

La siguiente temporada en cambio no comenzó como él lo hubiera deseado, el 24 de septiembre de 1983 se disputaba un partido en el Camp Nou contra el Athletic Club, todo parecía fluir con naturalidad, Diego recibía un pase y en ese momento sintió como si un auto lo arrollara por detrás, Andoni Goikoetxea dejaba caer todo su peso sobre su tobillo izquierdo. Su primera reacción fue levantarse inmediatamente para seguir la jugada, pero en ese instante se materializó el peor miedo de todo futbolista, el tobillo no le respondía y una ola de calor y dolor incesante recorrió su cuerpo, solo pudo cubrirse la cara para ocultar sus lágrimas y esperar el diagnóstico que él ya suponía: fractura del maléolo externo y del ligamento con una recuperación de por lo menos 6 meses.

Pero Diego no iba a permitir que eso lo detuviera y a pesar de las advertencias de los médicos comenzó a entrenar a los 3 meses de la lesión, era prácticamente imposible reprimir a la bestia que llevaba dentro por más de ese tiempo.

Unos meses después, en mayo del 84 se disputaba la final de la Copa del Rey de nuevo contra Athletic Club, el gran rival de Barcelona y que en este partido añadía un punto más de tensión y era el reencuentro de Maradona con Goikoetxea.

Al final, ganó el Athletic por 1-0, pero lo peor llegó al término del encuentro. Cuando el árbitro pitó el final del partido, Maradona no pudo sostener un minuto más sus impulsos y agredió al jugador Miguel Ángel Sola. Ambos equipos se trenzaron en una batalla campal, ante los ojos de todos los espectadores y de las principales autoridades españolas, que desde el palco oficial miraban horrorizados el espectáculo como si se tratara de un encuentro de gladiadores en el coliseo romano. Tras el escándalo originado varios jugadores sancionados, entre ellos Maradona que fue suspendido, y como si ya fuera conocimiento del dominio público, fue justamente por la cantidad máxima de tiempo que él podía soportar sin pisar la cancha: 3 meses.

Los periodos de tiempo en que no podía jugar eran devastadores para él, Diego sentía que sus días eran largos y el distanciamiento con lo que más amaba, su gran energía e ímpetu y las cantidades exorbitantes de dinero que recibía fueron la combinación perfecta para que descubriera otro mundo más allá del fútbol donde podía ser el gran Maradona y era en la vida nocturna, que indiscutiblemente no es la misma para un joven veinteañero común y corriente que para la gran celebridad.

Aquella mencionada sanción, las ausencias y su incipiente contacto con la fiesta y las drogas fueron la gota que derramó el vaso para que el presidente del Barcelona, que además de todo, ya había tenido constantes conflictos con el jugador decidiera que su carrera en el equipo tenía que terminar.

El 5 de julio de 1984 las calles de Nápoles estaban en caos, la gente desesperada por no haber alcanzado lugar en el estadio formaba una valla inmensa en las aceras para tener la oportunidad de tan solo ver pasar el auto del gran Maradona. Fue ahí en un estadio en el que no cabía ni un alfiler más, que fue presentado oficialmente como la nueva y brillante adquisición del Napoli.

Aquel furor desafortunadamente se fue apagando durante los siguientes meses del año, es cierto que Maradona había sido un crack en Argentina y era uno de los más importantes en España, sin embargo, el fútbol italiano era diferente, era más rápido y más rudo, si decidía aumentar su velocidad tendría que sacrificar su magnífica técnica y si se centraba en su técnica jamás podría seguir el ritmo de sus contrincantes. Buscar ese equilibrio le llevó prácticamente toda la primera temporada con el equipo, Diego después de haber tocado el cielo en innumerables ocasiones ahora tenía que poner los pies sobre la tierra y volver a aprender como jugar fútbol.

Y por supuesto que aprendió y no solo eso creó un estilo nuevo de juego que nadie más podía igualar, con velocidad y técnica a la vez, lo que por primera vez en décadas llevó al Napoli a estar en una posición en la que realmente podrían pelear por el título de Italia, enfrentando cara a cara a las grandes potencias del norte como Juventus y Milán.

La gente de Nápoles vive del fútbol, es su pasión y lo ponen casi por encima de su propia familia, por eso para 1985 casi todas las casas de la ciudad tenían una foto de él colgada en alguna parte de su sala de estar. En un abrir y cerrar de ojos se convirtió en la más grande celebridad de la ciudad y como tal, compartía cada vez más su tiempo libre con todo tipo de gente, empresarios, personalidades de televisión, músicos y un personaje en específico que llamó la atención de muchos: Carmine Giuliano, jefe de la Camorra, una de las familias de la mafia italiana.

Aunque en ese momento de su vida parecía tener de nuevo estabilidad y abundancia, había una llama dentro de él que no iba a ser tan fácil apagar, algo que se encendió en España y que en ese momento en que la figura del gran Maradona, los reflectores, las fiestas y la gloria eran cada vez más grandes, solo acabarían por quemar lo que quedaba de aquel Diego de Fiorito que solo pensaba en su familia y el fútbol.

Todo eso, desde lo futbolístico hasta lo social se puso en pausa y los ojos de Italia y el mundo voltearon hacia el nuevo mundo, venía el Mundial México 86.

Imaginemos por un momento una conversación entre un mexicano y un argentino de edad medianamente avanzada que comienza con una pregunta del primero de ellos:

 

– ¿Cuál cree usted que fue la batalla más importante de Argentina?

– Es claro, aquella contra Inglaterra.

– Ah claro la de Las Malvinas, ¿cierto?

-No, no boludo, octavos de final en México 86.

 

Los ánimos estaban tensos entre las dos naciones desde 4 años atrás, pero ese día en el Estadio Azteca poco faltaba para que se desatara una nueva guerra entre los hinchas argentinos y los famosos hooligans ingleses. Eran unos octavos que se sentían como una final, era el enfrentamiento que todos esperaban ansiosos desde que inició el torneo. La sensación que imperaba en lugar era de que se estaba peleando otra guerra.

Y ciertamente, parecía una guerra, las patadas, los manotazos y codazos calentaban cada vez más los ánimos del partido y lo convirtió en una batalla en la que solo el más fuerte se iría victorioso de la cancha.

Minuto 51, Diego gambetea frente a sus rivales y está a solo unos metros del área chica, trata de hacer una pared con su compañero y el defensor ingles estira la pierna rechazando el balón y provocando que este se eleve por el aire, el arquero inglés y Diego saltan al unísono para alcanzar el balón, el argentino está en una clara desventaja física por su estatura y levanta la mano izquierda, en ese momento los corazones del mundo se detienen, en un fragmento de segundo Diego decide sacrificar todo a cambio de la gloria y el árbitro marca el gol como válido solo para darse cuenta años después, que ese tanto no lo metió Maradona sino “La mano de Dios”.

Era claro que ese gol había despertado a la bestia. 3 minutos más tarde Maradona toma el balón desde la media cancha y comienza aquella coreografía, un baile majestuoso en el que dejo atrás a 1, 2, 3, 4, jugadores incluyendo al portero que nada pudo hacer para evitar el inminente final. Argentina se lleva el encuentro 2 – 0 ante Inglaterra, tuvieron su revancha y la ganaron y en un solo partido se pudo ver en todo su esplendor lo que era Diego Maradona, aquel que sacrifica todo por ganar sea como sea y el genio que es como midas y convierte en oro todo lo que toca.

Ningún equipo restante en el torneo pudo detener a los argentinos después del impulso que les dio la victoria contra Inglaterra y el 29 de julio de 1986, en un partido contra la Alemania Federal, se coronaron campeones del mundo.

Después del mundial, Maradona regresó a Nápoles con una cara nueva, lleno de pasión y con una furia indescriptible que llevó a que el equipo a lugares donde nunca siquiera imaginó estar, como lo fue su primer título internacional, que por cierto no era cualquier cosa, sino que nada más y nada menos que la UEFA.

Dice la sabiduría popular y quizá la ciencia, que todo lo que sube tiene que bajar y Maradona ya había llegado a lo más alto de su carrera y fue entonces cuando llegó el declive inminente, que más que un descenso accidentado, se sintió como una caída libre.

El 17 de marzo de 1991, el Nápoles le ganó por 1-0 al AS Bari con gol de Gianfranco Zola. Tras el partido, Maradona fue elegido para el control antidopaje, que terminó por dar positivo a cocaína. La Federación Italiana le impuso una sanción que superaba por mucho cualquier castigo que hubiera recibido en su carrera, 15 meses de suspensión.

Si quería salvar lo poco que quedaba de Diego, era imposible que siguiera en ese lugar, tenía que volver a tocar tierra, así que regresó a Argentina el primero de abril, pero se le había olvidado que en su país ya no era un don nadie, la vida pacífica para él no existía en su tierra y el 26 de ese mismo mes, un operativo policiaco allanó su departamento encontrándolo a él, dos amigos y una cantidad preocupante de drogas. Aunque al día siguiente fue liberado al pagar una fianza de 20,000 pesos, se inició un proceso penal en su contra en el que se le obligó a someterse a un tratamiento de rehabilitación.

Al pasar los 15 meses de suspensión Diego regresó a Europa, pero ya no era el mismo, había tocado fondo y aquella llama que lo hacía deslumbrar en la cancha, pero que también lo quemaba fuera de ella, se estaba extinguiendo. De entrada, quería estar lo más alejado posible de Italia y pidió su cambio a un equipo que tuviera menos exigencias futbolísticas, por lo que el 22 de septiembre de 1992 se oficializó su cambio al Sevilla.

Diego parecía no tener memoria o quizá la figura de Maradona lo obnubilaba porque huyó de Italia para alejarse de sus vicios, pero corrió a España donde fue el origen de todo y justo como se temía, a pesar de tener un buen inicio de temporada, comenzó a tener constantes conflictos con los entrenadores y la directiva del equipo a causa de sus salidas nocturnas y faltas a entrenamientos, llevando la situación a tal grado que se contrató un detective privado que lo siguiera por las noches para evidenciar sus actividades.

La relación de Maradona con el club era insostenible y decidió abandonarlo para regresar a su tierra, ya que tenía la firme esperanza de que el suelo argentino lo haría recuperar al Diego que inició su carrera.

Después de diversas negociaciones con varios equipos por fin se pudo integrar al club Newell’s Old Boys, al cual llegó como una verdadera celebridad reuniendo hasta 40, 000 personas solo para ver su primer entrenamiento.

Sin embargo, aunque era una celebridad e inclusive una deidad para algunos, la realidad es que para los directivos y entrenadores era distinto, porque tenían que cargar con el peso del gran Maradona sin que esto significara algún beneficio para el equipo más allá de la publicidad.

Tras diversas discusiones con directivos del club que se quejaban de su inconsistencia, terminó yéndose con un récord de 5 partidos oficiales y 0 goles anotados.

Ahora una vez más sin equipo que lo cobijara puso su atención en un nuevo objetivo: el mundial Estados Unidos 94 para el cual tuvo que entrenar por su cuenta.

Todo parecía prometedor para el equipo albiceleste, iniciaron el torneo de manera contundente venciendo a Grecia 4-0 con un gran gol de Diego y posteriormente ganaron contra Nigeria 2-1 con una asombrosa asistencia de él, que hizo recordar a todos el genio que era en la cancha. Pero al final de este partido de nuevo fue seleccionado para un control antidoping en el que le detectaron 5 sustancias prohibidas: efedrina, norefedrina, seudoefedrina, norseudoefedrina y metanfetamina. La FIFA los suspendió por 15 meses y lo obligaron a dejar la concentración argentina.

Durante su suspensión Diego comenzó a cavilar varias ideas sobre su futuro, una de ellas fue ser director técnico, donde no tuvo mayor éxito, pero la otra que tenía más fuerza era su retiro y no había en su corazón mayor sueño que hacerlo en Boca Juniors.

Tras muchas negociaciones el 7 de octubre de 1995 regresó oficialmente a Boca, pero el equipo vio al Maradona más decadente de la historia. Tras errar 5 penales consecutivos decidió dejar las canchas por 11 meses para volver de nuevo con el equipo de su vida y terminar oficialmente con su carrera futbolística un 25 de octubre de 1997 en un clásico ante River. En ese partido mientras estaban en el descanso Diego vio al joven que lo iba a sustituir en la segunda mitad y más que sentir coraje o envidia, se enterneció y se vio a sí mismo 20 años atrás. Al iniciar el segundo tiempo se anuncia el cambio y la entrada a la cancha de un joven, Juan Román Riquelme.

Después de su retiro siguió, aunque en menor medida, siendo parte del mundo futbolístico como directivo del Boca Juniors, comentarista deportivo y presentador de televisión. Los episodios polémicos lo siguieron atormentando a lo largo de su vida, pero a pesar de eso, los argentinos solo veían en él a aquel Diego que los llevó a la gloria y lo idolatraban como tal, ya que sin importar los errores que pudo haber cometido se ganó un lugar único en la historia del fútbol.

En 2008 fue nombrado con grandes fanfarrias como director técnico de la selección argentina de fútbol, una selección que tenía figuras como Leo Messi, que él mismo reconoció como su digno sucesor y en la que se esperaba el gran regreso del Dios Diego, pero su gestión, fue controvertida, ya que pese a contar con grandes figuras y la experiencia del más grande jugador argentino, el combinado albiceleste no pasó de los cuartos de final en el Mundial de Sudáfrica de 2010. Su poco exitosa trayectoria como entrenador continuó en los Emiratos Árabes Unidos, Bielorrusia, México y finalmente en su Argentina natal como técnico del Gimnasia La Plata.

Al final de su vida Diego Maradona pudo dejar su adicción a las drogas fuertes, sin embargo, solo las cambió por alcohol y medicamentos. El 2 de noviembre del 2020 fue internado por un cuadro de anemia y depresión.

El 25 de noviembre de 2020 muere a la edad de 60 años, a causa de una descompensación cardíaca que le generó un edema de pulmón. En Argentina se vivió un luto de 3 días en los que miles de personas fueron a darle el último adiós a su más grande ídolo, al Maradona que les llevó la gloria, al Diego que les enseñó que la humildad y el amor al fútbol bastan para tocar el cielo con las manos. Es imposible describir a la perfección y con lujo de detalle lo que fue él en todas sus facetas, basta decir que era Diego Armando Maradona.

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