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Crónica: Alfonso Cuarón

Daniel Meza Real · Coordinador de Calidad Académica del Corporativo UNIVA

 

En el mundo del cine la palabra imposible, simplemente, no existe, y el 28 de noviembre de 1961 nació un hombre que lo vino a poner a prueba con sus propias manos.

Como si su destino le estuviera llamando a gritos Alfonso Cuarón Orozco vivió su infancia a escasas cuadras de los Estudios Churubusco en la capital de la República Mexicana. Su padre era un físico nuclear e independientemente de su carrera,  reforzaba la teoría de la genialidad hereditaria.

Una tarde de abril Carlos y su hermano Alfonso caminaban de la mano de su padre por las calles de la ciudad, acababan de salir del cine e inocentemente Alfonso, el mayor, se detuvo ante las enormes puertas de los Estudios Churubusco y preguntó con esa voz atrabancada y tartamudeante que lo caracterizaba – ¿Papá, que es aquí?-. Su padre pudo haberle dado sin complicación alguna respuesta más sencilla, pero decidido a mantener una conversación que continuaría hasta la hora de dormir se limitó a mencionar que era el lugar donde se había hecho la película que acababan de ver.

Ante su evidente interés por el séptimo arte, en su cumpleaños número 12, Cuarón ignoró los juguetes, hizo a un lado los suéteres nuevos y un disco de acetato, para abrir la caja que contenía su primera cámara e impacientemente comenzó a grabar el plano secuencia de su vida.

El joven Alfonso terminó sus estudios de preparatoria sin problema alguno, y es en ese momento en que debía tomar la gran decisión de su vida profesional; sin embargo, el joven entusiasta no tenía ninguna decisión que tomar, desde hacía más de 10 años sabía que el cine llenaría su estómago y su corazón.

Sin embargo, en los años 70, en los 80, en los 90, en México, en China y en todas partes un joven hijo de un físico nuclear, no decide el cine como profesión sin que su madre le dedique, por lo menos algunos, meses de desvelos y preocupaciones. Al ser rechazado por su edad del Centro de Capacitación Cinematográfica, y ante la insistencia de sus padres decidió ingresar a la Facultad de Filosofía de la Universidad Nacional Autónoma de México.

Era claro que aquellos que rechazaban la idea de su afición por el cine se sintieron confortados ante esta decisión, sin embargo, para Cuarón no se trató de un fracaso en su convicción, por el contrario, dispuso que esta carrera le serviría como un complemento a sus estudios vespertinos en El Centro Universitario de Estudios Cinematográficos.

Aprendemos y crecemos a través de los demás, porque el que con lobos anda a aullar se enseña.

Mientras caminaba por los pasillos de la escuela de cine, Alfonso, excitado por la emoción de un nuevo día de clases caminaba enérgico, con la mirada y los oídos en todas partes, sus manos heladas se derretían como paletas en las correas de su mochila; llegó al aula que le correspondía y dudó un momento –mejor voy al baño antes de entrar- pensó. Al ingresar al sanitario su nerviosismo llamó la atención de Luis Estrada quién se lavaba las manos.

-¿Es tu primer día?-. Preguntó sin dejar de ver sus manos bajo el chorro de agua

-¿Algún consejo?- Respondió Alfonso buscando la mirada de su interlocutor

– Solo que no te apliquen la ley de Herodes-.

Años después comprendería esa rara frase con una sonrisa frente a la pantalla de una gran sala de cine.

En el C.U.E.C. también conoció al cineasta Emmanuel Lubezki con el que tanto Cuarón como Estrada participaron en un cortometraje titulado “Vengance is mine”, dirigido por este último. Fue toda una ópera prima que marcó por un momento la carrera del cineasta a pesar de que nunca salió a la luz, esto debido a que la película fue rechazada tajantemente por la Universidad, por estar hablada totalmente en inglés, razón por la cual no se le dio la autorización de comercializarla. En esos mismos días Alfonso no sólo era acompañado por su primera esposa Mariana Elizondo, sino que ya tenía un hijo: Jonas Cuarón.

El golpe de su primer obra fue duro para Alfonso Cuarón, quien decepcionado y con una familia que alimentar, tomó la decisión de renunciar a sus estudios de cine y comenzar a trabajar en el Museo de Arte Nacional como encargado de un nuevo cineclub, que aunque fue todo un éxito en sus inicios, al pasar los meses registró asistencias de menos de 2 personas.

Una tarde Alfonso se encontraba como de costumbre en la entrada del cineclub del museo, con la mirada perdida en el fondo de la habitación, su cuerpo estaba prácticamente desmembrado en una silla que era menos cómoda de lo que parecía, suspiraba de cuando en cuando después de ver el reloj. En ese momento su día dio un giro de 180 grados al tener frente a él a su viejo amigo José Luis García Agraz, quien sin saludar preguntó dónde podía localizar a “Don Ponchito”. Ante la sorpresiva pregunta Alfonso se levantó de su asiento y preguntó, ¿a quién se refería? A lo que su interlocutor respondió: “eres tú, si no te sales de este museo en este momento, en cuarenta años voy a venir a preguntar por Don Ponchito”.

Esa misma semana Alfonso Cuarón comenzó a trabajar en algunas de las películas del mismo Agraz, donde creció desde jala cables, hasta asistente de dirección.

A pesar de que su sueño era el cine, toda la experiencia adquirida le dio la oportunidad de dirigir en televisión algunos episodios de una serie de pequeños episodios de suspenso y terror llamada La hora marcada, donde el maquillaje y la ambientación era patrocinada por Necropia, compañía de efectos especiales dirigida por Guillermo del Toro.

Alfonso trabajaba en silencio en una pequeña oficina después de un largo día de rodaje, había papeles tirados por todas partes, la habitación estaba iluminada sólo por una pequeña lámpara de escritorio. La puerta se abrió agresivamente y un hombre con una complexión física que le hacía honor a su apellido entró en la habitación con un guion en la mano. – ¿Te puedo ayudar en algo?- preguntó Alfonso confundido. –Me llamo Guillermo, sólo te quería preguntar si usaste la historia de Stephen King en el episodio-. Con evidente nerviosismo Alfonso se levantó de su silla y sin dejar de tartamudear trató de explicar inútilmente la razón de haberlo hecho. Guillermo le hizo una seña con su mano para que guardara silencio y le dijo: sólo quiero saber, ¿por qué si la historia de Stephen King es tan buena, tu corto es tan malo? Ambos sonrieron al instante con un aire de camaradería.

Como si fuera poco para su madre, su hermano menor Carlos Cuarón se posicionaba poco a poco como guionista y junto a Alfonso Cuarón dieron forma a la película Sólo con tu pareja, apoyados, después de muchos conflictos, por el Instituto Mexicano de Cinematografía.

Esta película no tuvo un gran éxito en taquilla pero logró su objetivo en la carrera de Alfonso, llamar la atención de Hollywood.

El primero en llamarlo fue Sydney Pollack, quien lo invitó a dirigir un episodio de Fallen Angels. Sin pensarlo dos veces, Cuarón tomo el primer avión hacía Los Angeles con nada más que un amigo que lo hospedaría y la esperanza de seguir logrando sus sueños.

Después de una temporada sin dirigir, el cineasta firmó un contrato con Warner Brothers para estar al frente de la película Addicted to love. Sin embargo, una noche mientras vagaba por las oficinas de Warner Brothers se topó con otro guion, parecía totalmente olvidado en el fondo de un cajón, el título bajo el polvo decía Little Princess. Después de un par de horas de leer en la soledad de una cafetería, Alfonso caminó hacia la oficina de su productor en jefe con la determinación de dirigir esa pieza de arte que lo había enamorado.

Esta última película al igual que la primera no le dio un gran éxito en taquilla, sin embargo, también cumplió su objetivo con las dos nominaciones a los premios Oscar y otros premios de la crítica a nivel mundial.

Cual hijo pródigo Alfonso Cuarón regresó a México para asociarse con el empresario Jorge Vergara y fundar Producciones Anhelo, donde se creó lo que puede llamarse la obra maestra mexicana de Cuarón; Y tu mamá también, que se convirtió en una de las películas más exitosas del cine mexicano e internacional.

El director no se detuvo con este éxito y comenzó a trabajar en la preproducción de otra obra maestra de escala mundial: Los niños del hombre. Esta producción se detuvo ante una oferta inesperada.

Guillermo trabajaba meticulosamente en un personaje de arcilla que simulaba un fauno cuando el timbre del teléfono interrumpió su total abstracción del mundo; era Alfonso que con un tono burlón le decía – no lo vas a creer… me ofrecieron dirigir Harry Potter ¿lo tomo?-

“Guillermo del Toro me hizo comprender lo grandiosa que era esa oportunidad y de que no debía arruinarla con un proyecto demasiado personal, sino servir a una obra maestra de J.K. Rowling”.

Posterior al gran éxito de Harry Potter: El prisionero de Azcaban, Cuarón se centró en terminar Los niños del hombre. Con el simple hecho de presentarla, dio una cátedra al mundo del cine de cómo no existen las producciones imposibles, con planos de más de 16 minutos sin cortes y tecnología nunca antes vista; de cómo una película puede ser divertida, impresionante y tener un mensaje filosófico y antropológico tan profundo que nos dice hacia dónde vamos como seres humanos.

Siete años más tarde en 2013 Alfonso Cuarón filmó la contraparte Gravity, una película con una producción que superó los límites de la ingeniería cinematográfica existente y con una temática sobre el renacimiento del hombre a través de las adversidades, que nos recuerda que este director antes de ser cineasta, fue filósofo y antes de eso, un verdadero genio.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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