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Azul Profundo

By 11 septiembre, 2024septiembre 24th, 2024Líderes Universitarios, Voces UNIVA

Coral Alejandra Cortés Pérez · Estudiante de bachillerato, UNIVA Puerto Vallarta

Desde el fondo de mi corazón, me atrevo a contar mi historia y aunque en la bahía solo hay destrucción, cargo estos recuerdos en mi memoria.

Mi mamá decía: “Iremos a la bahía, naden de prisa” hasta en la brisa se sentía, un mar de alegría. Ella recordaba y con amor me hablaba, de esas corrientes que con su madre frecuentaba.

Qué bonita bahía, en lo profundo un azul se percibía y en la superficie todo Vallarta se veía. Tortugas y peces nadaban, en armonía, bajo el sol que en el cielo brillaba con energía.

La abuela y su madre también por ahí pasaban, con amigas y otras ballenas, todo el día paseaban. “Qué bonito es Vallarta, algún día traeré a mis crías” dijo mi madre, sin saber qué pasaría.

Pero ahora la contaminación devora, lo que antes era vida, ahora llora. La erosión, la contaminación, son ecos de una lenta destrucción.

El plástico y la basura, cruel acumulación, deterioran el océano, nuestra mayor desolación. Las tortugas, con desesperación, luchan contra esta alteración.

En mis recuerdos, un mar limpio y claro, hoy un lamento amargo. Desde el fondo de mi corazón, sueño con un mar libre de contaminación y es por eso que hoy, te pido leas lo que expresaré a continuación.

Por las fechas decembrinas, siempre recorro el puerto, todos los años a visitar a los costeños. Hace ya algún tiempo, entre redes me enredo, basura y desechos, un mar sin remedio.

Siéndoles sincera, me aterra traer mis crías, pues enredada podría hallar, lo que antes eran alegrías. En esta bahía, el azul profundo un paraíso, ahora un reflejo de lo que la humanidad deshizo.

Entre basura y sustancias, viví consecuencias, me falta media cola, en carne y conciencias. Después de eso, temo a los turistas saludar, quizás más que asombrar, solo miedo podré lograr.

Te narraré mi pena, entre mares de destrucción, mi voz nunca se frena. Recordaba con ternura, aquellas aguas serenas, corrientes en las que mi aleta, fluía sin cadenas.

Ahora sin mi aleta caudal, la vida es una lucha constante, alimentarse en el lodoso mar, es un reto desafiante. Desde México al Ártico, el viaje es un tormento, sin mi cola propulsora, cada kilómetro es un lamento. Y las madres sin defensa, sus crías no pueden salvar, del peligro en la marea, de orcas que acechan sin cesar.

Redes invisibles cortan mi danza, me atrapan, me frenan, roban mi esperanza. Desde lanchas me buscan con cuidado, personas muy buenas que les importa lo pasado, sin sangre derramada, mi libertad en sus manos, por fin alcanzada.

Décadas pasan, redes asesinas nos limitan, heridas y muerte en cada bahía. Migramos por aguas contaminadas y frías, en la trampa de su ambición, nuestras vidas perdidas.

Todos los años, una familia me visita sin fallar, me buscan por la bahía, sus manos a limpiar. Agradecida estoy por sus manos bondadosas, recogen basura, mis esperanzas preciosas.

Intenté mostrarles mi alegría en acción, al presentar mis crías, mi más grande bendición.  Aun con su esfuerzo, las aguas no se curan, peces muertos y tortugas, en redes perduran.

Si fuera tu casa, entenderías qué me pasa. Cuidar a mis crías, mi única esperanza, simplemente, cuidar a mi gente que, si seguimos así, no seremos ni 20

Mis amigas ballenas, con miedo evitan la bahía, no desean perder a sus hijos, su más grande agonía.  Te pido a ti, lector de estas líneas marinas, que sientas en las olas las almas divinas.

Vidas atrapadas en bolsas, basura mortal, terminan en muertes, en un destino fatal. Imagina una tortuga enredada, desesperada, su vida truncada.

¡Basta! Les digo, reduzcan el plástico, hagamos un cambio drástico, enseñen a los niños a tirar las bolsas, cuidemos todos a nuestra especie majestuosa.

No son eventos aislados, es el dolor cotidiano, un grito silenciado, en el océano lejano.  Las playas llenas de residuos, testigos sin voz, de la indiferencia humana, su cruel adiós.

Estamos cansadas, indefensas, lastimadas. Es nuestra casa, entiendan lo que pasa. Pedimos de corazón ¡Basta de contaminación! Escuchen mi canto transformarse en llanto mientras me adentro en el mar muerto hasta alejarme del puerto.

Cada ola lleva lamentos, recuerdos en pena, cada esfuerzo humano, esperanza que se estrena.  Pero no es suficiente, necesitamos más, un cambio profundo, en cada uno, verás.

No solo limpiar, sino repensar el consumo, reducir desechos, evitar el humo. Educar a los jóvenes en respeto y valor, para sanar el mar y nuestro alrededor.

Cada acción cuenta, cada esfuerzo suma, que el azul profundo vuelva sin excusas. Compartiendo mi historia, deseo despertar, en ti una conciencia viva, con voluntad de cambiar.

Que el azul profundo no sea solo un recuerdo, sino una realidad vivida, un futuro cuerdo. Que en cada ola veas un nuevo comienzo, y en cada brisa, un susurro, un renacimiento inmenso.

En el vasto océano donde suelo nadar, aun con mi gran tamaño, no puedo escapar. Pequeños desechos, plásticos y redes, ponen mi vida en riesgo, ¿Y qué hacen ustedes?

Pero hay quienes luchan, documentan, y nos dan voz, dedican sus vidas a salvarnos de este tormento. En sus manos, la esperanza de un mundo mejor, en su lucha, el eco de nuestro canto, el último adiós.

 

Referencias

National Geographic. (s.f.). Obtenido de https://www.nationalgeographicla.com/animales/2018/05/el-aumento-de-avistamientos-de-ballenas-sin-cola-preocupa-a-los-cientificos

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