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El diálogo como evidencia

By 12 septiembre, 2024septiembre 24th, 2024Líderes de Opinión, Voces UNIVA

Dra. Jazmín Velasco · Docente UNIVA Online

No hay duda que la labor docente se ha transformado tras la llegada de la inteligencia artificial generativa. Hemos reflexionado en muchos espacios educativos sobre los retos y beneficios de la diversidad de funciones en las que ésta asiste; asimismo se han establecido posturas ideológicas y lineamientos sobre su uso. Sin embargo, aún queda por abordar la duda sobre la autenticidad de las evidencias; duda que se ha hecho camino instalándose incómodamente para aparecer cuando se revisan producciones complejas como tesis, análisis y artículos, aunque también tareas sencillas, como reflexiones, anécdotas y colaboraciones en foros virtuales.

Quizá el siguiente paso en la agenda de actualización para profesores sea utilizar la amplia gama de detectores de IA generativa; cómo implementarlos al encuadre de clase, cómo vincularlos a la revisión de las tareas en plataforma y cómo comunicar asertivamente por qué se usan de acuerdo a las competencias que busca cada asignatura. O bien, tal vez se omita ese proceso y directamente se solicite un rediseño de las actividades de aprendizaje, a pesar de que diseñadores curriculares y profesores hemos descubierto que ninguna instrucción, por más creativa que sea, se salva del prompt.

Otra ruta próxima podría ser una campaña intensiva sobre el proceso formativo con énfasis en la ética y derechos de autor. Los profesores entonces nos concentraríamos en estrategias para desarrollar las habilidades de manera artesanal, apelando a la defensa de la lentitud y lo pensado y hecho por uno mismo. Pero los diagnósticos sobre los tiempos que vivimos son claros: aceleración, dispersión, distracción e inmediatez son síntomas a los que muchos ya se han hecho algún test en redes sociales, o peor aún, han sido diagnosticados. No hay escape de esta influencia social; incluso los estudiantes y profesores más talentosos pueden ser tentados por la “practicidad” de las IA generativas. Porque hay más cosas por hacer, porque se hace tarde para lo que sigue. Porque si la vida se pudiera configurar en velocidad de reproducción x2, se configuraría.

Ante este contexto, ¿cómo podemos demostrar que el aprendizaje, la reflexión, los proyectos investigativos y artísticos, vaya, las ideas y creaciones, son auténticos? Yo apostaría por el diálogo, por recuperar la oralidad como núcleo de las estrategias pedagógicas. Que cada clase inicie o incluya un formato distinto de mesa redonda, panel, entrevista, debate, conversatorio, discurso, café científico, café filosófico, narraciones interactivas. Que la evidencia preliminar sea el diálogo en sí mismo, el intercambio intangible, los procesos cognitivos internos y subjetivos. Esta pedagogía implicaría un compromiso por educar la mirada, la escucha y la comprensión; orientar en la responsabilidad con la verdad y la razón; generando ambientes seguros para compartir conocimiento e ideas, así como buenas preguntas, valores, reflexiones y sentires que, en su conjunto, constituirán la base de todas las producciones de aprendizaje.

Si el diálogo se convierte en evidencia, uno de los retos, como siempre, será determinar cómo evaluar -por cierto, buena oportunidad para replantear los sistemas de evaluación-. Otra dificultad consiste en adaptar dicha propuesta a las distintas modalidades formativas y circunstancias de los alumnos.

El diálogo puede ser una vía más para abordar nuestros desafíos educativos actuales, sin olvidar que todo nuevo proyecto requiere paciencia, tolerancia y, principalmente, imaginación y respaldo para construir entornos innovadores de enseñanza y encuentro. Esfuerzos que valen la pena; la educación y la sociedad los necesitan.

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