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Alianzas estratégicas en el Siglo XXI

Mtro. Miguel Ángel Ortega Núñez · Coordinación del Centro de Desarrollo Comunitario UNIVA Guadalajara

 

Las alianzas han existido durante toda la historia de la humanidad. Desde que el ser humano se dio cuenta de que dos o más pueden ser más poderosos que uno, sin duda se consideró la ventaja de la alianza. El dicho popular dice: “la unión hace la fuerza”. Y ciertamente el ser humano descubrió que al darse la unión era posible vencer, o vencer más fácil, cualquier peligro o asechanza, natural o social. La conceptualización de “alianzas estratégicas” tiene en el siglo XX su etapa de esplendor. Derivado del arte para vencer en la guerra, es decir la estrategia, paulatinamente se filtró en el ámbito del desarrollo del capital bajo el esquema del mercado libre. Al igual que el ser humano de la antigüedad que se aliaba para vencer la adversidad ahora lo hace para vencer a la competencia (visto no pocas veces como adversario o enemigo). Se trata de las nuevas batallas, las llamadas guerras comerciales, en las que dichas alianzas estratégicas son una realidad contundente. Sin embargo, una alianza estratégica puede establecerse también en otros sentidos.

Si bien lo estratégico conserva el sentido de “un arte o habilidad para vencer” habría que considerar que en el presente siglo XXI urgen las alianzas que miren más allá de la generación de valor para las propias organizaciones o empresas participantes. “A pro­blemas sociales se responde con redes comuni­tarias, no con la mera suma de bienes individua­les: Las exigencias de esta tarea van a ser tan enormes, que no hay forma de satisfacerlas con las posibilidades de la iniciativa individual y de la unión de particulares formados en el individualismo. Se requerirán una reunión de fuerzas y una unidad de realización” (L.S.219). En este sentido una alianza estratégica estaría orientada por las dinámicas de la responsabilidad social que atiende al bien de todo en la “casa común”. La buena voluntad de los protagonistas (tal vez sentido de responsabilidad social) se orientaría permanentemente hacia metas en favor de un bien común, como puede ser una mayor eficacia en la atención y respuesta a las necesidades vitalmente apremiantes, cero contaminación, alimentación y salud digna, cobertura educativa, menores índices de violencia, trabajo para todos y mejor remunerado, etc., etc., etc. Quizá lo más importante de las llamadas alianzas estratégicas consiste en que la humanidad ya sabe que trabajar colaborativamente, en sinergia, en asociación o como aliados, suele traer mejores resultados. La clave está en el ¿Para qué?

En el caso de las universidades cuyo principal propósito es la formación de profesionistas competentes para desempeñarse en la sociedad como tales, también se llegó a la conclusión de la gran importancia de funcionar en alianzas con el entorno, de tal manera que dependiendo de la pertinencia de su misión se generan, buscan y aceptan aliados que favorezcan su consecución. Un proceso formativo que no se ve apoyado con aliados estratégicos corre el riesgo de no favorecer las competencias requeridas y con mayor razón en la perspectiva un mundo más sostenible. Las problemáticas del mundo actual urgen nuevas dinámicas formativas, entendidas en mayor solidaridad, entre humanos y con el entorno. Las alianzas estratégicas adquieren un sentido más profundo: el de un necesario cuidado común para el bien de todos. “Una educación al humanismo solidario desarrolla redes de cooperación en los distintos ámbitos donde se realiza la actividad educativa, particularmente en la educación académica” (Educar al humanismo solidario. Congregación para la educación católica. Núm.25).

 

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