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Aires de transformación social en serio

Mtro. Miguel Ángel Ortega Núñez · Coordinador del Centro de Desarrollo Comunitario UNIVA Guadalajara

 

En el mes de noviembre pasado se realizó la primera Asamblea Eclesial de América Latina y el Caribe. Sin duda este evento representa el esfuerzo para encaminar uno de los grandes sueños del papa Francisco: Sueño con una opción misionera capaz de transformarlo todo, para que las costumbres, los estilos, los horarios, el lenguaje y toda estructura eclesial se convierta en un cauce adecuado para la evangelización del mundo actual más que para la autopreservación (Evangelii gaudium, No. 27). Este sueño y otras declaraciones por él emitidas hacen comprensible el calado de sus encíclicas sociales y sus diversos mensajes enfocados hacia una transformación planetaria y no sólo de la Iglesia. En este sentido se entiende por qué propuso que se llevará a cabo esta primera Asamblea Eclesial en lugar de realizar una sexta Conferencia Episcopal Latinoamericana (recuérdese que se han realizado cinco: Río Janeiro, Medellín, Puebla, Santo Domingo y Aparecida). Esta Asamblea no se limitó a un trabajo de obispos y asesores expertos en una semana, sino que tuvo una serie de eventos con una mayor participación de diversas voces a lo largo y ancho de toda Latinoamérica.

Y en lugar de obtener un amplio documento conclusivo se sintetizaron las reflexiones en una guía de doce desafíos que pueden ser considerados un buen insumo para orientar las acciones de compromiso por un mundo más fraterno (tal vez en la perspectiva de Fratelli tutti): 1) Reconocer y valorar el protagonismo de los jóvenes en la comunidad eclesial y en la sociedad como agentes de transformación. 2) Acompañar a las víctimas de las injusticias sociales y eclesiales con procesos de reconocimiento y reparación. 3) Impulsar la participación activa de las mujeres en los ministerios, las instancias de gobierno, de discernimiento y decisión eclesial. 4) Promover y defender la dignidad de la vida y de la persona humana desde su concepción hasta la muerte natural. 5) Incrementar la formación en la sinodalidad para erradicar el clericalismo. 6) Promover la participación de los laicos en espacios de transformación cultural, política, social y eclesial. 7) Escuchar el clamor de los pobres, excluidos y descartados. 8) Reformar los itinerarios formativos de los seminarios incluyendo temáticas como ecología integral, pueblos originarios, inculturación e interculturalidad y pensamiento social de la Iglesia. 9) Renovar, a la luz de la Palabra de Dios y el Vaticano II, nuestro concepto y experiencia de Iglesia Pueblo de Dios, en comunión con la riqueza de su ministerialidad, que evite el clericalismo y favorezca la conversión pastoral. 10) Reafirmar y dar prioridad a una ecología integral en nuestras comunidades, a partir de los cuatro sueños de Querida Amazonía. 11) Propiciar el encuentro personal con Jesucristo encarnado en la realidad del continente. 12) Acompañar a los pueblos originarios y afrodescendientes en la defensa de la vida, la tierra y las culturas.

Sin lugar a dudas, este acontecimiento con sus desafíos conclusivos sugieren que se está tomando en serio la tarea y el compromiso por hacer posible otras formas de convivencia en el mundo y en cada sociedad. Incluso pueden ser considerados desafíos de la nueva cuestión social, asunto medular del pensamiento social cristiano. ¿Cómo hacer para lograr una mayor conciencia solidaria y el tan nombrado bien común en el mundo actual? Estos desafíos integrales representan una buena guía. Téngase presente además que por lo menos en América Latina y el Caribe la confesionalidad religiosa sigue siendo mayoritariamente cristiano-católica, dato duro para intentar otras maneras de animación social y espiritual que pudieran brindar una mayor esperanza.

 

 

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