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¿Y nosotras qué?

Alejandra González Cañedo · Estudiante de la Licenciatura en Ciencias de la Comunicación, UNIVA Guadalajara

 

Desaparecida, rechazada por el mundo.

Todos se lo habían advertido, no había forma de que no lo supiera. Esa era la excusa que decía ante lo ocurrido hace no mucho tiempo, no muy lejos de aquí. Puesto que, como es costumbre, la culpa nunca será dada a quien se la merece.

Desaparecida, deseada por los bárbaros.

Salió de casa cuando el sol aún no había hecho acto de presencia, al ser secretaria, tenía que presentarse al trabajo antes que todos los demás. Vestía impecable, hacía gala de su espléndida cabellera, de su elegante traje, y tomaba ventaja de su porte de reina. Cualquiera que se cruzara con ella se sentía obligado a admirarla… por desgracia.

Desaparecida, robada por el viento.

No tardó en notar cuando una presencia comenzó a seguirla, tristemente, no era la primera vez que le ocurría. Estaba en una zona en la que no podría refugiarse en un establecimiento o subirse a un camión, así que se limitó a ignorar a su persecutor. Tenía la esperanza de que se tratara de otro infeliz cuyo único propósito fuera tener una vista por el camino, por lo cual, optó por pasar por alto tan desagradable compañía.

Desaparecida, despedazada por los lobos.

Poco tiempo tuvo que transcurrir para comprender que no se trataba de un descarado más. Escuchó el zumbido de un viejo motor, y vio cómo junto a ella se detenía una camioneta. El sujeto que la había perseguido hasta ahora, se aproximó y la levantó con total facilidad. Ella pataleó, gritó, rasguñó, pero nadie se dignó a voltear la mirada esta vez. Hartos de tan común resistencia, sus captores la apresaron contra el suelo del vehículo. Arañaron su tersa piel, magullaron su bello rostro, fracturaron sus delicados huesos… la despojaron de todo lo que alguna vez había sido suyo.

Desaparecida, olvidada por el tiempo.

Pasaron la noticia por unos días, la búsqueda duró unas semanas, lloraron su muerte unos meses, y pasó a ser una más después de unos años. Me gustaría contar el cómo su partida sigue siendo recordada, el cómo ella fue la última que tuvo que irse… pero les estaría mintiendo, les estaría dando una esperanza que todas tenemos, pero que comprendemos como imposible. Nosotras seguimos aquí, gritando lo que no pudo gritar, haciendo lo que no pudo hacer, siendo lo que no pudo ser. Ella es la que no volvió, pero… ¿Y nosotras qué? ¿Qué hay de las que sí volvimos, y tenemos que vivir a sabiendas de que otras no lo hicieron?

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Join the discussion 2 Comentarios

  • Blanca Celia Méndez Guerrero dice:

    Muy bien escrito y con las perfectas palabras para saber lo que les pasa a nosotras las mujeres; hemos tenido que hacernos fuertes a base de golpes y maltratos. No hay igualdad en las empresas, siendo quizás más dedicadas que ellos y más inteligentes, porqué no decirlo. Me encantó Alejandra, tienes una familia hermosa y muy dedicada a ustedes. Gracias por el relato.

  • Antonio González Morfín dice:

    Muy buen artículo. En general su contenido y redacción.