Mtra. María Ana Rábago Agredano • Docente UNIVA Plantel Guadalajara
Quien explica que el aeropuerto de Santa Lucía no es viable, ante la persona que ocupa la silla presidencial, resulta que es corrupto; quien muestra cifras de inseguridad basadas en datos oficiales, resulta que no tiene sustento, pues el presidente no tiene la misma información; si los medios relatan información que no gusta a los líderes del poder Ejecutivo, entonces de manera despectiva los clasifican como prensa fifí. Y muchos temas más pueden caber en esta lista.
El asunto es que como mexicanos no tan afines a “ese ganso”, no tenemos manera de comunicarnos con él; no hay líder de opinión, empresario, político o ciudadano que pueda permear nuestras ideas y mucho menos nuestros comentarios compartidos, sin ser censurado, menospreciado o incluso hasta discriminado.
Curiosamente, a quien de inmediato hizo caso, fue al Sr. Trump, su homólogo en Estados Unidos de América.
Bastó que tronara los dedos y antes de que sonara el segundo chasquido, el secretario de Relaciones Exteriores ya estaba en su territorio tratando de ofrecer un listado de opciones para que no aplicara los aranceles a los productos mexicanos, tal como los aztecas regalaron sus tesoros a los españoles, de quienes por cierto, aún esperamos sus disculpas (dicho esto, por supuesto, en tono sarcástico).
¿Por qué México resolverá el problema de migración de EEUU? ¿Por qué nos convertimos en el muro invisible entre ese país y el resto de Latinoamérica? Pues porque lo mandó Trump.
¿Y si le decimos a Trump que le informe al presidente de México que el aeropuerto de Santa Lucía no es viable, que la inseguridad nos tiene a todos los mexicanos con el alma en un hilo y que también debe aprender a recibir críticas que lo harían más fuerte para hacer un México más plural y equilibrado?
Porque entonces, cada vez que queramos comunicarnos con el presidente mexicano para lograr más que una contra-declaración mañanera, pues vayamos a pedírselo a Trump.