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Ser discípulo misionero en formación permanente

Pbro. Lic. Francisco Ramírez Yáñez · Rector del Sistema UNIVA

 

El sacerdote es un discípulo misionero en formación permanente.

(Papa Francisco)

 

El sacerdote: discípulo misionero

Con estas palabras el papa Francisco se dirigía a la Congregación del Clero, bajo la indicación del «orar sin cansancio», «caminar siempre» y «compartir con el corazón», lo que significa vivir siempre el ser y el deber ser del sacerdote, en miras hacia la reconstrucción no sólo del tejido social, sino también de lo que éste haya trastocado en la propia persona, ya anteriormente el papa Benedicto XVI convocó en el año 2009 el jubileo del Año Sacerdotal con la finalidad de «promover el compromiso de renovación interior de todos los sacerdotes, para que su testimonio evangélico en el mundo de hoy sea más intenso e incisivo». Lo cierto es que no podemos ser ajenos a las circunstancias ni a los fenómenos sociales, religiosos, políticos, económicos y culturales de la actualidad, y a lo que el papa Pablo VI oportunamente observaba en Evangelii nuntiandi al hablar sobre el testimonio de vida: «El hombre contemporáneo escucha más a gusto a los que dan testimonio que a los que enseñan, o si escucha a los que enseñan, es porque dan testimonio».

Un «nuevo estilo de vida»

En otro sentido, para que nuestro ministerio –diaconal o sacerdotal- no se encuentre en la inercia de la liquidez o del vacío existencial que enmarca una cultura del descarte, debemos de preguntarnos, ¿estamos vivificados por la palabra de Dios? ¿Hemos hecho a la distancia de uno, cinco, diez, veinte o más años de nuestro ministerio la apostolica vivendi forma del participar en «una vida nueva», entendida espiritualmente como, el nuevo estilo de vida? Un «nuevo estilo de vida» que no ha dejado de ser atractivo y opción vocacional –recordando la epístola de san Pablo a los Hebreos (5, 1) «todo Sumo Sacerdote es tomado de entre los hombres y está puesto en favor de los hombres en lo que se refiere a Dios»– para nuestros jóvenes, porque en el fondo buscan encontrar en la espiritualidad el contrapeso al sincretismo; porque quieren ver en la formación «permanente» los principios idóneos de acción y dirección que den sentido y rumbo a la vida; porque entienden que la apostolica vivendi forma que expresamos a diario con alegría y convicción, es el criterio más cercano y primigenio de vivir en búsqueda de la Verdad y la Vida; en fin, lo que se identifica con este «nuevo estilo de vida» no es más que lo que el papa Juan XXIII mencionaba en su carta encíclica Sacerdotii nostri primordia que, «para el cumplimiento de las funciones sacerdotales, se requiere una santidad interior mayor, aunque la exigida para el estado religioso y, si para alcanzar esta santidad de vida, no se impone al sacerdote, en virtud del estado clerical, la práctica de los consejos evangélicos, ciertamente que a él, y a todos los discípulos del Señor, se le presenta como el camino real de la santificación cristiana», ya que la grandeza del sacerdote –dice Pío XII- «consiste en la imitación de Jesucristo».

Maduros en la ciencia

Recordemos lo que el papa Juan Pablo II menciona en Pastores dabo vobis «que la Formación Permanente sea cada vez una experiencia vital para la consolidación de la Identidad Sacerdotal». Así pues, «ser un discípulo misionero en formación permanente», además de su carácter eminentemente comunitario y del estar comprometidos con la construcción del futuro, consiste en que la nueva evangelización requiere de nuevos evangelizadores, o bien, lo que el Decreto conciliar Presbyterorum ordinis exhorta al presbiterio: «que estén maduros en la ciencia y que su doctrina sea medicina espiritual para el pueblo de Dios».

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