
José Carlos García Álvarez – Coordinador Académico de Ciencias Comerciales
«Malditos aquellos que con sus palabras defienden al pueblo y con sus hechos lo traicionan»
-Benito Juárez
Me dueles en lo profundo, me dueles en lo cotidiano, me dueles por la indiferencia, me dueles por la normalización de todo lo que pasa alrededor tuyo. Eres un país que tiene todo para triunfar: tienes un clima como pocos, personas que se esfuerzan día a día por llevar el pan a su casa, una cantidad de puertos con la capacidad de dinamizar la economía, un clúster automotriz de los más importantes de América. Eres el único país que puede presumir la organización de tres mundiales de futbol; eres un país con una cultura inigualable, con gastronomía exquisita, pero estás en las manos equivocadas. Estás en esas manos que no te quieren ver crecer, que no les importa tu desarrollo, que prefieren dar becas inútiles antes que pagarle bien a sus agricultores; en las mismas manos que se esconden cuando se trata de defender a su pueblo, esas que tardan horas en por lo menos mencionar los hechos que pasan en tu interior, esas manos que prefieren los abrazos aun cuando los balazos son más que en cualquier época. “No volveremos a la guerra de Calderón”, se escucha en Palacio, aun cuando en el sexenio pasado los muertos fueron más. Hoy parece que silenciar al que alza la voz es el mejor método, al fin y al cabo, nunca se buscará al verdadero responsable. De qué sirve abatir a un tirador y detener a dos más en el atentado al presidente municipal Carlos Manzo; ellos no ordenaron el ataque, solo son los ejecutores, y hoy que están en la cárcel o muertos, hoy mismo están sus reemplazos a las órdenes del que decidió la vida de una persona, una persona cuyo único pecado fue hacer frente a lo que desde hace muchos años viene pasando en el estado. Un padre de familia que hoy dejó esposa, hijos y un pueblo que lo apoyaba. De qué sirve dar las condolencias cuando no se dio el apoyo solicitado; de qué sirve decir que tenía asignados catorce escoltas
federales si frente a ellos alguien pudo disparar; de qué sirve hacerlo mártir cuando lo único que pedía era apoyo para enfrentar el cáncer que poco a poco se come a la sociedad michoacana, esa que desde hace años debe preocuparse de a dónde ir, de cuál es la hora correcta para transitar una carretera o dejar salir a un niño a jugar.
Me dueles aún más cuando siguen existiendo personas capaces de voltear a otro lado y hacer como que nada pasa; me dueles cuando escucho a ciudadanos comunes defender lo indefendible solo por recibir un programa social; cuando esos ciudadanos no perciben la inseguridad, o si lo hacen, la pasan por alto. Hoy llegamos a un punto en el que las cosas deberían cambiar. Me dueles cuando altos mandos de seguridad son investigados por enriquecimiento ilícito, por nexos con el crimen, por traficar con gasolina. Hoy estamos en una parte de la historia donde, si no se pone remedio, será muy difícil remediarlo después.
Dejemos los colores a un lado, dejemos la izquierda y la derecha. Hoy lo único que importa es el país que compartimos, ese que se desmorona, sin salud de calidad, con un sistema educativo débil, con aumentos al salario que lo único que hacen es acercar a millones de mexicanos a ganar el salario mínimo pero sin mejoras sustanciales en su calidad de vida; ese donde los productores ganan poco y los revendedores son los dueños del negocio; ese donde la seguridad se perdió y se ve complicado recuperarla. Dejemos las divisiones y unámonos por un México fuerte, por un México en el que sus ciudadanos tengan el poder de decidir el rumbo y sacarlo de donde está; un México que pueda ser casa para nacionales y extranjeros, aquel México amigo del mundo donde recibirlos siempre es un placer; ese que tiene muchas bellezas que enseñar, la principal de ellas su gente trabajadora, honesta, alegre, acogedora y carismática. No perdamos ese don de Dios. Seamos siempre los mejores anfitriones; seamos quienes hagan de nuestro país un gran país; seamos quienes den la cara con trabajo honesto y lucha constante por recuperar el México que todos deseamos. Ni azul, ni guinda, ni naranja: seamos el México de mil colores que sus culturas permiten; seamos el
México mágico que tiene pueblos para embellecer su paisaje, ese México al que todos quieren conocer y visitar.
Seamos los ciudadanos que México necesita para salir adelante. No lo hagamos por política, no lo hagamos por interés. Hagámoslo porque es y siempre será nuestra casa. Recobremos el orgullo de sentirnos mexicanos y demostremos que nuestro país es más fuerte que todas sus circunstancias.