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Malnutrición y emociones

Ana Rocío Castañón Arteaga · Docente UNIVA Puerto Vallarta

 

El tema descrito propone un cambio de percepción respecto al término de malnutrición y cómo este se relaciona con las emociones, a nivel personal es una invitación a analizar lo que sucede en nuestro cuerpo e invita a considerar cómo las situaciones de vida nos pueden ayudar a encontrar aprendizaje para disfrutar plena y coherentemente de la vida.

Es bien sabido que existen problemas graves de alimentación y nutrición en el país, sin embargo, cuando se menciona ‘malnutrición’ se asocia en su mayoría con problemas de desnutrición, lo cual es correcto, pero también se incluyen deficiencias de micronutrientes (vitaminas y minerales como anemias por déficit de hierro, entre otras) y problemas por exceso como el sobrepeso y la obesidad.

Por lo tanto, se considera como un problema de salud pública, el cual es multicausal, pues distintos factores influyen en la permanencia o disminución de patologías derivadas, por ejemplo, si en una comunidad hay ambientes obesogénicos, es decir, ambientes que favorecen la inactividad física por motivos de seguridad pública (no salir a la calle a correr por violencia, asaltos, etc.), por falta de espacios recreativos (parques, gimnasios públicos, etc.), puestos de alimentación con pocas o nulas opciones de alimentos frescos y saludables, contaminación, etc. O si el ambiente emocional de la persona le ocasiona estrés y no se siente con capacidad de afrontar las situaciones de su vida, así como la presencia de otras enfermedades que puedan generar estrés biológico o incluso el estado fisiológico de la persona (embarazo) influyen en la presencia de malnutrición. Esto hace importante que se aborde el problema de manera multidisciplinar e incluso transdisciplinar.

Ahora bien, ¿cómo se conecta la malnutrición con las emociones?

Desde el mecanismo estímulo-respuesta, el inconsciente almacena estímulos que capta a través de los sentidos y memoriza la percepción del entorno. El estímulo va acompañado de emociones, útiles para resolver conflictos, lo que se conoce como reacción adaptativa.

Nuestra forma de reaccionar es concreta frente al entorno, porque esto ha servido para sobrevivir en el pasado, las respuestas automáticas son una forma rápida de afrontar situaciones, sin tener que analizarlas cada que suceden (escenarios parecidos producen la misma respuesta), las reacciones adaptativas de la tristeza nos llevan a pedir ayuda, inspirar compasión; las del miedo nos llevan a pedir ayuda, anticipar, protegerse; las de enojo nos llevan a poner energía para cambios, poner límites, tomar decisiones, etc.

El inconsciente es todo lo que sé, pero momentáneamente no pienso, lo que fue consciente pero ahora he olvidado (Jung, 1991).

“Cualquier persona puede enfadarse, eso es algo muy sencillo. Pero enfadarse con la persona adecuada, en el grado exacto, en el momento oportuno, con el propósito justo y del modo correcto, eso, ciertamente, no resulta tan sencillo”, Aristóteles citado en Goleman (1996), citado en Enric Corbera (2021).

¿Realidad o interpretación?

La interpretación es lo que da forma a nuestro mundo, las experiencias que hemos tenido determinan de algún modo la perspectiva sobre lo que nos ocurre, y va creando el ambiente al que se adapta nuestro cuerpo, a través de nuestras emociones, por lo tanto, nuestra percepción es el reflejo de nuestra historia, quizás de ahí se relaciona el dicho “cada uno cuenta de la feria según le va en ella”.

La percepción entonces es el proceso por el que la mente convierte los estímulos sensoriales que recibe en una impresión consciente del entorno. Nuestra forma particular de percibir el mundo es inconsciente y está condicionada por la historia familiar, educación, experiencias y creencias.

En cuanto a la realidad, cabe mencionar los órdenes de realidad, pongo de ejemplo lo siguiente: el primer orden, sería ver un pastel e identificarlo como tal, el segundo orden es agregar algún concepto al pastel, es decir ‘los pasteles son sabrosos’ y el tercer orden es vincularse o identificarse con el pastel, ejemplo: ‘Me siento culpable por comerme ese pastel’.

Cuando hacemos consciente (recordamos, traemos al presente memorias, etc.) los escenarios de nuestro pasado y respuestas automáticas, nos damos cuenta de cómo pensamos, actuamos, e incluso, lo que creemos que sabemos…

Finalmente, el proceso de toma de conciencia es algo fundamental. -¡Sí!-, conciencia sin ‘sc’, refiriéndonos al cambio de creencias y la forma de pensar y entender el mundo.

Con el propósito de tener la intención implícita de cambiar como vemos y vivimos las cosas que nos suceden. El modo de observar nuestro entorno determina aquello que posteriormente nos encontraremos día a día.

Es importante cuestionarnos ¿Qué está diciendo la malnutrición (que puede ser un sobrepeso u obesidad) en mi vida?

La emoción que estoy sintiendo cuando (como un alimento o dejo de hacer alguna actividad que ayuda a mi bienestar), ¿puedo localizarla en alguna parte de mi cuerpo? ¿Me permito expresarla? ¿qué me estoy tratando de decir?

¿Cuáles son los hechos observables? ¿Qué parte de la descripción son interpretaciones? ¿En qué orden de realidad me mantengo?

Sin duda alguna ver hacia adentro de uno mismo es un paso que no todos tomamos, pero siempre podemos empezar hoy.

Comunicación Sistema UNIVA

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