Dra. Sandra Pascoe Ortiz · Docente Investigadora, UNIVA Guadalajara
La ciencia, por definición, debería estar al servicio de la humanidad, proporcionando descubrimientos e innovaciones que mejoren nuestras vidas y resuelvan problemas apremiantes. Sin embargo, en el mundo académico y científico actual, una barrera importante se ha interpuesto entre el conocimiento y quienes deberían beneficiarse de él: el negocio de las publicaciones científicas. Las revistas académicas, que en principio tienen la misión de difundir el conocimiento, han establecido sistemas de pago que restringen el acceso a información vital. Así, la ciencia ha comenzado a transformarse, en cierta medida, en un negocio lucrativo, lo que plantea interrogantes éticos que debemos analizar en profundidad.
Uno de los aspectos más críticos de esta dinámica es el modelo de publicación de acceso abierto, en el cual el autor o su institución paga para que su artículo sea accesible a todos los lectores sin costo adicional. A primera vista, el acceso abierto parece una solución justa: el conocimiento queda disponible para todos sin restricciones. No obstante, la realidad es más compleja. Los costos asociados con la publicación en acceso abierto pueden ser astronómicos, superando a menudo los miles de dólares por artículo. Este modelo impone una carga financiera significativa sobre los investigadores, especialmente aquellos de países en desarrollo o que trabajan en instituciones con presupuestos limitados. En lugar de democratizar el conocimiento, este sistema puede crear una división aún mayor entre los investigadores que pueden permitirse pagar por la publicación de sus trabajos y aquellos que no.
Además, en un contexto donde la presión por publicar es enorme, muchos investigadores se ven atrapados en un dilema ético. Publicar es esencial para avanzar en la carrera académica: no solo es un requisito para obtener becas y ascensos, sino también para mantener la relevancia en el campo. En este contexto, las revistas científicas han ganado un poder desmedido. Se han convertido en guardianes del prestigio académico, y muchas veces los investigadores se ven forzados a pagar altas tarifas para asegurar que su trabajo sea visible y reconocido. Esto crea un sistema en el que el dinero, más que la calidad del trabajo científico, influye en la difusión del conocimiento.
Por otro lado, están las revistas científicas de suscripción, que siguen el modelo tradicional en el que los lectores deben pagar para acceder a los artículos. Este sistema, en el que los artículos pueden costar entre 30 y 50 dólares por consulta, es excluyente para la gran mayoría de las personas, incluso dentro del ámbito académico. Estudiantes, investigadores y profesionales de países con menos recursos enfrentan barreras significativas para acceder a información crucial para sus investigaciones. En un mundo interconectado, donde la colaboración global es clave para abordar problemas como el cambio climático, las pandemias o la pobreza, restringir el acceso al conocimiento científico mediante costosas suscripciones representa un obstáculo ético y práctico.
Algunas revistas justifican sus altos costos argumentando que estos cubren la revisión por pares, la edición y la distribución. Si bien estos procesos son esenciales para garantizar la calidad del trabajo publicado, las tarifas muchas veces no se corresponden con el verdadero costo de estos servicios. Además, el sistema de revisión por pares, en el que los expertos evalúan de manera gratuita los trabajos de sus colegas, alimenta la crítica de que las editoriales científicas están maximizando sus beneficios a expensas de los investigadores y de la comunidad científica global. Los revisores no son compensados, mientras que las revistas siguen obteniendo ingresos significativos, lo que refuerza la idea de que la ciencia se está convirtiendo en un negocio.
Para los investigadores, las implicaciones de este modelo pueden ser devastadoras. Aquellos que no pueden permitirse pagar las tarifas de acceso abierto o carecen de recursos para acceder a artículos clave en sus campos se ven en desventaja. Esto no solo limita su capacidad de avanzar en sus propios trabajos, sino que también afecta a la ciencia en su conjunto, pues el conocimiento queda fragmentado y restringido. La ciencia avanza mediante el acceso y la colaboración, y cuando se erigen barreras financieras, el progreso colectivo se estanca.
Sin embargo, en medio de este panorama, han surgido alternativas que permiten a los investigadores subir prepublicaciones de sus artículos de manera gratuita, creando una vía de acceso abierto sin las elevadas tarifas. Estas iniciativas buscan equilibrar el terreno de juego, democratizando el conocimiento y asegurando que los descubrimientos científicos no estén limitados por barreras económicas.
A pesar de estos avances, la transición hacia un modelo de publicación científica más equitativo es lenta. Las grandes editoriales siguen controlando la mayor parte de las revistas de alto impacto, y el acceso al conocimiento sigue fuera del alcance de muchos. A medida que la ciencia avanza, es crucial que las comunidades académicas y los gobiernos sigan explorando formas de reducir la dependencia de estos modelos comerciales, promoviendo un acceso más libre y justo al conocimiento.
El conocimiento científico no debería ser un bien exclusivo al que solo unos pocos puedan acceder. Para que la ciencia realmente sirva a la humanidad, necesitamos repensar el sistema de publicación y buscar formas más inclusivas, justas y accesibles para compartir los descubrimientos que pueden cambiar el mundo.