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La Doctrina Social de la Iglesia: motor para la responsabilidad social

Por 19 octubre, 2021Líderes de Opinión

Mónica Valerio Villa y Miguel Ángel Ortega • Coordinación del Centro de Desarrollo Comunitario UNIVA Guadalajara

 

¿Quiénes pueden cambiar las reglas de la convivencia humana? ¿A quién le toca mejorar las condiciones y las estructuras sociales de cada país y del mundo? Esto no es cuestión de dioses ni de demonios, simplemente es de humanos. Los hombres y las mujeres de hoy, del presente siglo XXI, tienen la capacidad y la oportunidad para lograr otras maneras de convivir. ¿Por qué a pesar de tanto progreso aún persiste la violencia generalizada, la inseguridad cotidiana, la marginación de las mayorías y el abuso de recursos naturales, entre tantos otros flagelos? ¿Acaso la fuerza que representa el cristianismo se ha encauzado por otro rumbo distinto al que debiera? ¿Cómo explicarse que en los pueblos y naciones donde la mayoría son creyentes, como en Latinoamérica, aún se vivan graves situaciones de corrupción y de inequidad? Tal vez la mayoría de los creyentes sigue pensando que la fe tiene que ver simplemente con un sentimiento individualista. Muchos siguen pensando que basta con asistir a algún acto de culto, o bien con realizar alguna obra de misericordia de manera esporádica, para ganarse puntos hacia el cielo. Quizá ha faltado otra forma de transmitir y enseñar la fe, de manera que se alcance la convivencia solidaria y el cuidado recíproco, además del respeto medioambiental.

En la Doctrina Social de la Iglesia (DSI) se tiene una gran oportunidad para renovar la manera de vivir la fe cristiana en el mundo. Y más cuando el propio papa Francisco ha recomendado entusiastamente el estudio y el uso, entiéndase bien: “el uso”, del compendio de esta doctrina, un gran documento que logra sistematizar significativamente las aportaciones del pensamiento social de la Iglesia logradas a lo largo del siglo XX y un poco más. Razón por la que puede considerársele un valioso referente fundamental para la humanidad ávida de nuevas formas de convivencia social y medioambiental en su mundo. Los principios y valores que promueve este pensamiento social pueden representar “unos mínimos” a partir de los cuales, la población mundial de buena voluntad se oriente e impulse hacia la consecución de mejores condiciones de vida para todos. Cabe aclarar que esta enseñanza social de la Iglesia no ofrece recetas para solucionar problemas, pero sí principios y directrices, que orientan hacia lo que se anhela en general: paz, libertad, justicia, igualdad, solidaridad, respeto, mejores condiciones para realizar una vida, derechos humanos, felicidad (es posible afirmar esto a partir de los reportes de la UNESCO).

Es aquí donde encontramos la justificación de un posible cruce entre la Doctrina Social de la Iglesia y las dinámicas de la denominada Responsabilidad Social. Tal vez esto representa una gran oportunidad para superar las posturas fragmentadas, desintegradas, contrariadas, que trajo consigo la modernidad, empezando por el descarte del pensamiento religioso. Hoy es posible encontrar un gran empuje que articula lo cualitativo con lo cuantitativo, lo subjetivo con lo objetivo, lo material con lo espiritual. Un ejemplo de ello puede ser la aún

joven propuesta de la Responsabilidad Social, con sus desafíos teóricos y operativos, pero ya con significativas aportaciones internacionales y considerada por diversos sectores de la sociedad. En ese sentido las aportaciones de la Doctrina Social de la Iglesia pueden generar la estructuración de una Responsabilidad Social cada vez más integral, inclusiva, respetuosa y firme en la consecución de bienestar para el mundo, más allá de acreditaciones mercadológicas. Si ambos esfuerzos, el de la Doctrina Social de la Iglesia y el de la Responsabilidad Social encuentran que su principal principio es la “dignidad humana y de todo lo que tiene que ver con ello” entonces es posible afirmar que se está en la antesala de un gran logro en el devenir de la humanidad. Si el siglo XX vio nacer finalmente una declaración de derechos humanos universales (aunque su instalación tiene aún grandes desafíos), tal vez el siglo XXI logre generar el acuerdo universal para hacer que suceda otra manera de convivir entre humanos y con el medio ambiente, a partir de un mínimo de principios y valores entendidos en un lenguaje común y operados en esquemas que salvaguarden tal dignidad, como lo viene intentando la Responsabilidad Social en diversos sectores.

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