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Pbro. Lic. Armando González Escoto ∙ Dirección de Publicaciones, Sistema UNIVA

 

Enero significa puerta en la lengua latina, así denominaban los romanos al primer mes del año porque era la puerta de todos los demás, desde luego “enero” es ya una castellanización del original Janua.

Fueron también los romanos quienes introdujeron el calendario de 365 días, copiándolo de los pueblos babilónicos, con el añadido de los años bisiestos bajo el gobierno de Julio César, en el año 45 a. C., de ahí que se le denominará calendario juliano, mismo que se mantuvo en vigor hasta 1582. Cierto que en ese momento el calendario romano sólo tenía diez meses, los de julio y agosto se introdujeron posteriormente perjudicando la etimología de los últimos cuatro meses del año, como podrá comprobar todo lector.

Correspondió a la Iglesia resolver la enorme confusión que reinaba en lo que mira a la cuenta de los años, pues se contaban a partir de la fundación de la ciudad de Roma, ocurrida en el año 753, o a partir de los gobiernos consulares que duraban dos años, o a partir de fechas pasadas en que habían sucedido tales o cuales acontecimientos a veces imaginarios o fantasiosos, como por ejemplo, datar el tiempo a partir de la creación del mundo, fecha que nadie sabía a ciencia cierta, y que cada pueblo o tribu establecía. En el siglo VI, el papa Hormisdas estableció una única forma de contar los años a partir del nacimiento de Cristo que es la norma que conservamos hasta el presente, si bien ese calendario fue modificado por el papa Gregorio XIII en 1582 para ajustarlo a los ciclos estacionales de los que se venía desfasando desde hacía tiempo con ya más de quince días, según calcularon los astrónomos de fines del siglo XVI.

Aunque el cálculo para establecer la fecha del nacimiento de Cristo tuvo un error de cinco años, lo cierto es que gracias a esa reforma todos los acontecimientos posteriores pudieron datarse ya sin dificultades o confusiones, primero en el hemisferio occidental y hoy día en todo el planeta, aún si muchos países conservan hasta el presente un calendario ritual o lunar secundario.

Fue también la Iglesia la que creó el día domingo poniéndole ese nombre y estableciéndolo el primer día de la semana con la obligación de descansar. La semana de siete días la habían establecido los babilonios con base estricta en la observación del movimiento de los astros, en tiempos pretéritos, aportación que tomaron los egipcios y seguramente fue en Egipto donde los hebreos adoptaron igualmente la semana de siete días, como hicieron luego griegos y romanos.

Del modo que sea, si nos ajustamos a esta forma de contar el tiempo, podemos aprovechar su pedagogía, disponemos de 365 días para vivir, disfrutar, proyectar, trabajar, construir y aprender del ciclo de las cuatro estaciones, pese a ser año electoral.

Y sí año electoral, fin de sexenio tanto para Jalisco como para la República mexicana y otros estados, por lo mismo, tiempo de hacer balances y evaluaciones más allá de lo que informan oficialmente los gobernadores y el presidente, en qué sí hemos mejorado y gracias a qué, en qué otras cosas seguimos igual y en cuáles hemos empeorado, y siempre, a causa de qué o de quiénes, no con el simple ánimo de acusar sino sobre todo de tomar las medidas adecuadas que nos permitan mejorar y también conservar los logros alcanzados.

 

Publicado en El Informador del domingo 7 de enero de 2024.

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