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Esta (no) es una columna para Voces UNIVA

Por 28 marzo, 2023septiembre 6th, 2023Tendencias, Voces UNIVA

Tejuino Nájera

 

Al menos sé humano

El contenido mediático actual, la toxicidad diaria, lo plástico de la inmediatez y las historias frívolas sin duda es para personas modernas. Sin embargo, existe el otro tipo de media, la cual existe con una razón un poco menos importante que la venta de esta.

Tenemos franquicias inolvidables, nombres gigantes y conocidos en el mundo que, al ser nombrados, sin duda, traerán algún recuerdo o sonrisa al rostro de alguno de los ejes dentro de la conversación, piensa en Superman, Barney, Mickey Mouse, El Chapulín colorado, Batman, Kalimán, Ironman, en fin, en quien tú quieras.

Personajes ficticios sin aparente razón de idolatría, pero con un muy buen merecido legado detrás. Cada uno de ellos con sus altibajos, momentos humanos, risas familiares e inclusive conflictos personales.

Es este último punto el cual me trae a escribir hoy, luego de haber sido convencido, cuasi obligado, por uno de mis amigos cercanos.

Todos disfrutamos un final feliz, aseveración atrevida y no siempre equivocada dentro de las historias de ficción que moldean de cierta manera los deseos que incluimos como parte de vida en nuestra realidad, la felicidad, el gozo, el amor, la aventura, son aspectos sociales y emocionales que se buscan la mayoría del tiempo, pero ¿qué pasa cuando esto no es así?, ¿qué sucede con las personas a las cuales nos tocó ver el vaso medio vacío?, ¿estaremos condenadas a disfrutar superficialmente las aventuras de los vengadores, solo para regresar a casa, entrar al cuarto y seguir odiando la idea de que el héroe ganó?, ¿siempre hay un final bueno y correcto?, ¿será acaso entonces que nuestra vida natural también tendría que ir así?, yo creo que no.

La empatía, palabra que se nos enseña hasta el hartazgo desde las clases de civismo en primaria, no siempre tiene que venir o perseguir algo bueno.

Y así como Disney nos ha enseñado sobre las gotas de esperanza y el príncipe perfecto, existen productos que buscan darle la vuelta a todo esto.

Ejemplo de ello es el ánime japonés estrenado en 1995, Neon Genesis Evangelion.

A primera vista la serie nos presenta un Japón vacío, a su muy peculiar manera postapocalíptica, en donde un chico de secundaria llamado Shinji Ikari, llega a la ciudad Tokyo-03 con el motivo de encontrarse con su padre, al cual no ve desde que era un bebé. Claro que siendo una serie japonesa nos presenta un monstruo alienígena y a la humanidad haciéndole frente.

Desarrollando de esta forma a lo largo de 26 capítulos una historia que a simple vista pasa de ser un shonen manga más, a un propio conflicto antropológico, filosófico y personal, en el que el principal héroe es de la misma forma el causante tanto de su gloria como de su desgracia.

La serie nos presenta un ligero tono de aventura japonesa animada y clásica durante los primeros 15-20 capítulos, sin embargo, los penúltimos 5 nos abordan a manera de golpiza brutal, en lo que todo lo que creíamos no era, lo que no esperábamos tampoco y lo que nos hubiera gustado, mucho menos… Cambiando la perspectiva del espectador, yendo de una esperada salida triunfal de Shinji, a un no saber qué va a ser de él, llegando así, al último episodio de la serie, en donde después de mucho conflicto, sufrimiento, esfuerzo y el obligarse a salir adelante, Shinji lo logra; a su manera, a su ritmo, con su visión, viendo a todas las personas que lo quieren, ir a felicitarlo y cerrando con un final emotivo.

Todos disfrutamos de un final feliz, ¿verdad?

Pues no, implícitamente, el hecho de demostrar que cualquier situación adversa se puede superar llega a ser de cierta manera reconfortante para unos, ridícula para otros y una condena para unos cuantos.

Es allí cuando aparece, a manera de what if, una película para darle fin a esta parte de la franquicia, llamada: The end of evangelion (1997), filme que, a lo largo de sus 87 minutos, nos muestra la otra cara de la moneda, la otra cara de la esperanza, el esfuerzo y los sueños, la parte humana en donde no se pudo lograr, no hay felicitación, no hay entrada triunfal y mucho menos, un final feliz. Fue en el momento que terminé de ver la película en el que decidí que la llevaría tatuada en mi cuerpo.

No por ser un sujeto masoquista el cual se regocije en la miseria, sino, por el hecho de naturalidad humana en el que el esfuerzo queda rezagado a un segundo plano, cuando el resultado no es lo que esperabas.

Porque por primera vez en mi basto o mediocre repertorio audiovisual sentí que un final conectaba conmigo, con lo que intenté ser, con lo que no fui, con lo que quise y tiré, con lo que me fue quitado.

La vida moderna combinada con la refrescante toxicidad actual, remojada en meritocracia y decorada con diamantina de optimismo, puede hacer más daño de lo que podríamos llegar a darnos cuenta. El hecho de esperar siempre que necesitamos un final feliz, una persona salvadora, un acto heroico para ser recordados, puede tanto aliviar como ahogar, dependiendo del sujeto meta.

No tiene nada malo desear mariposas con cabeza de Mickey Mouse mientras esperamos a aquellxs príncipes o princesas que siempre vienen acompañados con un “y fueron felices para siempre”.

Sin embargo, el ser humano también implica la otra cara de la moneda, gritar, -romper ventanas- como lo propone aquella canción de Love of Lesbian, el ser humano es un proceso de dolor y aprendizaje constante, de esperanza y sueños rotos. Me atrevería a aseverar que incluso, la misma historia humana es un cúmulo de un fracaso tras otro, con glaseado de una u otra pequeña victoria. Por eso mismo, la necesidad de iconos morales falsos, vidas enlatadas perfectas, comedias románticas, superhéroes poderosos y esfuerzos con recompensas inmediatas, son necesarios, el hecho de la realidad gris y manida siempre necesitará un escape.

Pero no uno a manera ilusoria, no uno en donde todo está bien siempre, sino, uno más real, más humano, más identificable, en el que no te sientas un desperdicio por haber fallado un examen cuando aquel soldado enclenque de Queens te diga que ahora es un icono nacional; Que te sientas entendido con no obtener el trabajo que deseabas, saber que a los demás tampoco se les hizo realidad aquel amor onírico, tener la certeza de que tu esfuerzo no es vago ni demeritable solo por no poder tender tu cama o ir al gimnasio a hacer ejercicio, somos humanos -o al menos lo intentamos- no somos ajenos a un día de mi… seria, y mucho menos impermeables a los males diarios.

Empecé a escribir esto por mí, por catarsis, por frustración y aburrimiento, lo terminé de hacer por ti, porque alguna maestra de primaria me repitió hasta el hartazgo la palabra empatía, porque cansado de que todo fuera positivo al final, me movió a hacer algo al respecto, para recordarte que está bien fallar, ser una basura, darlo todo y aun así… no conseguirlo, está bien ser un humano de diario y no de película. Está bien sentirte más inclinado al azul que al amarillo, está bien, todo eso que te frustra, todo está bien.

Sin embargo, en coherencia con lo anterior, no permitiré que la toxicidad positiva termine el escrito, así que a manera de cierre quiero desearte que te prepares, disfrutes y vivas tu próximo fracaso, rechazo, desaprobación o metida de pata, quiero que te hundas y aceptes tu tristeza y el mal rato, al fin y al cabo, siempre va a existir una cubeta de helado y si no sabes que más hacer, ahí siempre estará Evangelion para acompañarnos en nuestra miserable vulnerabilidad, al final de cuentas… humana.

 

 

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