Leonardo Gael Avilez Vargas · ALUMNI y Colaborador en UNIVA.
Siendo un hombre, debo admitir con pesar que durante el surgimiento oficial del movimiento 8M, alrededor de 2019-2020, solía juzgar a las mujeres que participaban en él. Además, cuestionaba el propósito del movimiento utilizando adjetivos inmaduros, como el popular «feminazi», sin sentido irónico.
Pero, actualmente, mi forma de pensar ha cambiado bastante. Después de informarme por medio de amistades, noticias y demás opiniones en diversos medios, me he dado cuenta de la importancia que tiene este movimiento en la sociedad, o, mejor dicho, en este mundo machista en el que vivimos.
Y aunque el haberme informado sí jugó una parte muy importante en mi realización, en realidad diría que la parte más importante en mi cambio de pensamiento fue la empatía, algo de lo que muchas personas hoy en día parecen carecer.
Siento que en verdad no es tan difícil ponerte en los zapatos de aquellas mujeres que han sufrido de abusos como para estar de acuerdo con el movimiento, ni siquiera necesitan ser familiares, amigas o tu propia pareja para hacerlo, es simple decencia humana el querer evitar que existan constantes asesinatos y/o abusos hacia ellas.
Tomando esto en cuenta, aunque algunos sí empaticen con estas mujeres y entiendan el porqué luchan por ser escuchadas, aun así, piensan que el hombre no juega un rol en este día, y si bien es cierto que ellas son las protagonistas, eso no significa que nosotros no tengamos que hacer nada.
De hecho, el rol del hombre puede que sea el más crucial, ya que nuestro trabajo debería ser tomarnos el tiempo para escuchar sus historias y sus experiencias para ayudarlas a poder llevar ante la ley a aquellos que abusaron de ellas al igual que ayudarlas a que el gobierno reconozca sus derechos.
Pero sobre todo hay que reflexionar sobre nuestras acciones y evitar ser la misma escoria que aquellas personas que realizan estos actos con tanta naturalidad y cinismo.
Así, creo firmemente que poco a poco podremos transformar nuestra sociedad poniendo cada uno su “granito de arena” y encontrar esa equidad que tanto desean ellas y que ahora yo también deseo.