
Lucila Beltrán · Estudiante, UNIVA Online
La figura de Cristo ocupa un lugar esencial en la tradición cristiana, simbolizando una conexión profunda entre las escrituras del Antiguo y Nuevo Testamento. Desde la primera misión encomendada a los profetas hasta la culminación de esta labor en la figura del Mesías que aparece en el Nuevo Testamento.
El concepto de prefiguración de Cristo en la historia de la Salvación es crucial dentro de la Teología Cristiana, especialmente al analizar las escrituras de ambos testamentos. A través de diferentes relatos y personajes bíblicos, se anticipa la llegada de Cristo, quien no solo cumple, sino que también transforma estas figuras a lo largo de la historia sagrada. En este artículo, examinaremos como se prefigura la llegada de Cristo en el Antiguo Testamento y de qué manera el Nuevo Testamento proporciona fuentes tanto Teológicas como históricas para comprender su misión en el contexto cultural.
La noción de prefiguración tiene sus orígenes en los relatos del Antiguo Testamento, donde diversos personajes y eventos apuntan a la venida del Mesías. Por ejemplo, en Génesis 3,15 encontramos la primera promesa de un Salvador: «Y pondré enemistad entre ti y la mujer, entre tu simiente y la simiente suya; esta te herirá en la cabeza, y tú le herirás en el calcañar». Esta declaración se considera una profecía sobre la victoria de Jesús sobre Satanás. La «simiente de la mujer» se interpreta como la descendencia de María, de la cual nacería Jesús.
O en Génesis 2,9 «Y Yahvé Dios hizo brotar de la tierra todo árbol delicioso a la vista y bueno para comer; también el árbol de la vida en medio del huerto, y el árbol de la ciencia del bien y del mal.» Este árbol es visto como una prefiguración de Jesús, quien es descrito en el Nuevo Testamento como el árbol de la vida. En Juan 14,6 se declara: “Yo soy el camino, la verdad y la vida”.
La desobediencia del hombre (Adán) causó el pecado, pero su obediencia fue necesaria para la justicia de muchos. Así como la muerte trajo el pecado, así la justicia trajo la gracia para la vida eterna por medio de nuestro Señor Jesucristo. (Romanos 5,14-21)
La historia de Moisés puede interpretarse como una prefiguración de Cristo. Moisés, quien liberó al pueblo de Israel de la esclavitud en Egipto, actúa como mediador entre Dios y su pueblo, similar a Cristo, quien nos libera del pecado y nos reconcilia con Dios. (Dt.18, 15-19)(Mt. 17,5).
El Rey según el corazón de Dios, que prefigura el reinado de Cristo (Lc. 1,32-33)
Isaac es la figura de un hijo sacrificado en obediencia, obediencia que es premiada en bendiciones. (Gen. 22).
Además, el sacrificio del cordero pascual, que protegió a los israelitas durante la última plaga en Egipto, se entiende como un anticipo del sacrificio salvador de Jesús en la cruz que con su sangre paga nuestra deuda. (Ex. 2; Jn. 1,29)
Igualmente, las profecías de Isaías, que mencionan un “siervo sufriente”, delinean características de la misión de Cristo. (Is. 53, 3-5; Mt 8,17)
En este sentido, el Antiguo Testamento está repleto de prefiguraciones que apuntan hacia la llegada de Cristo.
Con frecuencia encontramos símbolos y acontecimientos que presagian su misión. Desde el sacrificio de Isaac en Génesis 22, hasta la profecía de Isaías 9, 5-6, sobre un niño destinado a ser un guía para las naciones, cada relación resuena con la expectativa de lo que estaba por venir. “La economía del Antiguo Testamento estaba ordenada, sobre todo, para preparar, anunciar proféticamente y significar con diversas figuras la venida de Cristo redentor universal y la del Reino Mesiánico.” (Pablo Obispo, 1965, p6). La revelación divina se manifiesta continuamente, preparando así el camino para el cumplimiento de las promesas divinas a su pueblo; no solo ofrece una narrativa histórica, sino que establece un marco teológico que revela un propósito divino que se culmina con la venida de Cristo.
El Nuevo Testamento como Fuente Teológica.
El Nuevo Testamento ofrece textos que demuestran y desarrollan las prefiguraciones observadas en el Antiguo Testamento.
Los Evangelios presentan a Jesús como el cumplimiento de las profecías mesiánicas. A lo largo de su ministerio, Cristo no solo enseña sobre el Reino de Dios, sino que también hace referencia a las escrituras hebreas para dar contexto a su misión.
El Nuevo Testamento presenta a Cristo no solo como el cumplimiento de dichas profecías, sino también como el revelador del amor y la gracia de Dios. A través de sus enseñanzas, milagros y, finalmente, su sacrificio, Cristo revela tanto el carácter divino como su misión redentora. En este evangelio de amor, se informa de un Salvador que no vino solo para restaurar a Israel, sino para ofrecer salvación a toda la humanidad.
La misión de Cristo se resume de manera perfecta en Jn. 3,16 donde se afirma que Dios envió a su Hijo al mundo para que aquellos que crean en él no se pierdan, sino que tengan vida eterna. Esta afirmación resume la esencia de su llegada: un acto de amor incondicional y salvación para todos.
La carta a los hebreos es particularmente ilustrativa en este contexto, ya que establece una comparación entre el sacerdocio levítico y el sacerdocio eterno de Cristo. Esto no solo reafirma su divinidad, sino que también subraya la transformación que su misión aporta a la comunidad de creyentes. A través de la prefiguración, el Nuevo Testamento nos invita a percibir la historia de la Salvación como un relato continuo y coherente donde Cristo es el clímax y la respuesta a las promesas divinas.
Relación entre el Antiguo y Nuevo Testamento: Un Solo Relato de Salvación.
La conexión entre el Antiguo y el Nuevo Testamento presenta un relato de Salvación singular y poderosa contemplada en el pasado; su realización en Cristo, creando un hilo conductor a lo largo de la narrativa bíblica. Cada libro del Antiguo Testamento enriquece nuestra comprensión sobre quién es Cristo, mientras que el Nuevo Testamento ofrece un contexto integral para la revelación final de Dios. “Los autores del Nuevo Testamento reconocen al Antiguo Testamento valor de revelación divina. Proclaman que la revelación ha encontrado su cumplimiento en la vida, la enseñanza y sobre todo la muerte y resurrección de Jesús, fuente de perdón y vida eterna”. Joseph Ratzinger, 1993. p25
Las escrituras muestran que Cristo es la respuesta a las esperanzas y expectativas del pueblo de Israel, uniendo el pasado y el futuro en una narrativa unificada de redención. Al leer las profecías y sus cumplimientos, es imposible no maravillarse ante la precisión con la que Dios ha elaborado su plan de
Salvación.
Contexto Cultural de la Misión de Cristo.
Para comprender plenamente la misión de Cristo, es crucial tener en cuenta el contexto cultural en el cual se desarrolló. Durante la época de Jesús, las tensiones religiosas, políticas y sociales eran evidentes. La opresión romana y la búsqueda de un liberador fueron factores clave en la formación de la expectativa mesiánica. Así, la enseñanza de Jesús irrumpe como una revolución espiritual que va más allá de estas circunstancias.
El mensaje de amor, perdón y redención que Cristo presenta no solo aborda las necesidades de su tiempo, sino que también establece un nuevo paradigma cultural que desafió las normas existentes. En este sentido, la prefiguración de Cristo se revela como un fenómeno no solo religioso, sino también como un proceso dinámico vinculado a la historia de la humanidad.
Conclusión.
En conclusión, Cristo se erige como el eje central de la revelación divina en la Biblia. Su prefiguración en el Antiguo Testamento, la realización de su misión en el Nuevo Testamento y su rol como Mesías son elementos fundamentales que enriquecen nuestra comprensión de la fe cristiana. A medida que exploramos las páginas de las escrituras, descubrimos que cada relación, sacrificio y profecía nos acercan más a entender quién es verdaderamente Cristo y la profundidad de su amor hacia la humanidad. Su mensaje trasciende el tiempo, invitándonos a vivir en una relación renovada con Dios, cultivando esperanza y propósito.
La prefiguración de Cristo se manifiesta de forma profunda en la historia de la Salvación, conectando, mediante hilos invisibles, los relatos del Antiguo Testamento con su cumplimiento en el Nuevo Testamento. A través de fuentes teológicas y un entendimiento del contexto cultural, podemos apreciar la relevancia de la misión de Cristo, no solo en tiempos remotos, sino en nuestra realidad contemporánea. Así, la historia sagrada se transforma en un diálogo vivo que continúa transformando corazones y comunidades en todo el mundo.
Referencias
Pablo Obispo, (1965). Constitución Dogmática Dei Verbum, sobre la divina revelación.
Joseph Ratzinger, (1993), PONTIFICIA COMISION BIBLICA “La interpretación de la Biblia en la Iglesia” p25
Juan Pablo II, 1990. Carta Encíclica
Redemptoris Missio, sobre la permanente validez del mandato misionero. https://www.vatican.va/content/john-paul-ii/es/encyclicals/documents/hf_jp-ii_enc_07121990_redemptoris-missio.html
Biblia de Jerusalén, 2009. Cuarta Edición, Española Editorial Desclée de Brouwer.
José H. Prado. Historia de Salvación, Nuestra propia Historia, publicaciones Kerygma México.
Joseph Cardenal Ratzinger, 2001. Pontificia Comisión Bíblica, El Pueblo Judío y sus Escrituras Sagradas en la Biblia Cristiana.