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A un año de Guerra entre Rusia y Ucrania: comprendiendo la historia detrás de…

Francisco Javier Leyva Ortiz · Profesor de la Licenciatura en Relaciones Internacionales, UNIVA Guadalajara

 

El pasado 24 de febrero es recordado en México como el Día de la Bandera, sin embargo, desde el 2022, esta fecha se ha asociado a nivel mundial con la fecha en que dio inicio la Guerra entre Rusia y Ucrania, un conflicto que, en realidad, no es nada nuevo, se puede remontar a la anexión de Crimea por parte de Rusia, en 2014 o incluso, irnos más atrás; y es que, justamente, para entender este conflicto bélico en su totalidad, tenemos que remontarnos a su historia.

Siempre que doy clases a mis estudiantes, me gusta que conozcan la historia del país o países que veremos y no nada más estudien el suceso actual. A veces, pareciera que es mucho texto, que es muy cansado o incluso, que es mucho por memorizar para el examen. No obstante, más allá de ver la historia como simples datos y fechas por memorizar, hay que observar con detenimiento cuando los sucesos del pasado resuenan en el presente; especialmente, con discursos de los líderes que buscan recurrir a ideas del pasado para justificar sus acciones o para convencer a la gente de que lo que se hace, es lo correcto, usando elementos culturales, personajes históricos, o incluso, hasta el resentimiento de guerras pasadas para forjar la ideología de su pueblo.

Para entender la guerra actual, hay que ver a Rusia, Ucrania y a un tercer país, llamado Bielorrusia, como tres hermanitas, hijas de la misma madre: la Rús de Kyiv. Este Estado, fue fundado en el 882 d. C. y se disolvió en el 1240 d. C. y de él, nacieron los tres grupos étnicos: ruso, ucraniano y bielorruso. Este Estado, es considerado uno de los primeros Estados eslavos organizados y poderosos. ¿Qué es un eslavo? Una etnia o, mejor dicho, un conjunto de etnias que comparten semejanzas lingüísticas y que, hoy en día, casi todo el este y centro de Europa está compuesto por países que hablan una lengua eslava: polaco, checo, ruso, ucraniano, serbio, croata, búlgaro, etc.

La mayoría de estos países europeos son desconocidos para la gente mexicana y es que muchos apenas obtuvieron su independencia en la década de 1990. La mayoría de estas nacionalidades vivieron bajo el dominio de los grandes imperios de Europa. El único imperio eslavo que sobrevivió durante siglos a las guerras del continente, fue Rusia. Es aquí que Rusia, se empezó a ver a sí misma como la verdadera heredera de la grandeza de la Rús de Kyiv y no sólo eso, sino como la nueva madre (o la hermana mayor) y protectora de los países eslavos.

Rusia se tomó tan en serio este papel, que incluso emprendió guerras para liberar a los países eslavos del control de otros imperios, tal como la Guerra Ruso – Otomana de 1877-1878, donde obtienen su independencia del Imperio de los sultanes, los Reinos de Serbia, Montenegro y Bulgaria; o como la mismísima Primera Guerra Mundial, que inicia cuando el Imperio Austro – húngaro le declara la guerra a Serbia y Rusia, en automático, activa su alianza con Serbia y corre a su rescate.

Es decir, es parte de la identidad cultural e histórica de Rusia el creer que es la guardiana de todos los países eslavos, haciendo realidad su sueño tras el fin de la II Guerra Mundial, cuando tuvo la mitad de Europa bajo su esfera de influencia durante la Guerra Fría, donde la mayoría de estos Estados, justamente, eran eslavos.

Por lo tanto, cuando empieza a desmoronarse poco a poco el régimen socialista, especialmente, tras la caída del Muro de Berlín en 1989, los países de Europa del Este, incluyendo los eslavos, empiezan a emanciparse de la Rusia soviética y acercarse a Occidente, lo cual, no fue de todo de su agrado. Sin embargo, cuando la misma U.R.S.S. está por disolverse, no faltó el apoyo de las dos hermanas de Rusia: Ucrania y Bielorrusia. Estos tres países, firman el Tratado de Belavezha en 1991, mediante el cual, se disuelve y da inicio a una Comunidad de Estados Independientes (CEI). Si bien la U.R.S.S la componían más de 15 repúblicas soviéticas, le bastó a Rusia con el apoyo de sus dos hermanas de sangre para poder dar ese gran paso y concederles la independencia inmediatamente al resto, y es que, si bien ya tenían su autonomía, los miembros de la CEI le seguirían siendo leales a Rusia, su madre/hermana protectora.

Ahora bien, un poco de historia de Ucrania. Resulta ser que el territorio actual de Ucrania es una mezcla de varios pedazos que pertenecieron a distintos Estados, previo a su independencia. La parte del oeste, orgullosamente ucraniana, que llegó a ser parte del Imperio Austriaco y más tarde, de la República de Polonia, mientras que la parte este fue preponderantemente rusa y, por otro lado, tenemos a Crimea que, originalmente, era un pueblo tártaro, pero que Rusia repoblaría con su propia gente más tarde. Cuando Rusia moldea el territorio de Ucrania después de la II Guerra Mundial, para hacerlo una de sus repúblicas de la U.R.S.S., da como resultado sus actuales fronteras.

Ya en el siglo XXI, cuando Ucrania poco a poco se empieza a acercar a Occidente, especialmente, la parte oeste, así como el mismo Kyiv, Rusia se empieza a enojar. Primero, con la Revolución Naranja de 2004, donde el pueblo ucraniano quiere un gobierno más pro Occidente, en lugar de a los típicos prorrusos; después, con el Euromaidán, de 2014, que supuso un explícito grito por acercarse a la Unión Europea y que hizo que Rusia, sintiéndose traicionada por su hermana, invadiera, la parte oriental de Ucrania y de Crimea, donde hay una población mayoritariamente rusa, bajo pretexto de que debía proteger a sus conciudadanos en esa zona.

Entendiendo el contexto histórico, se puede ver que Rusia, está en estado de negación a despegarse de Ucrania, a quien considera su hermana menor más cercana y no sólo eso, la capital de Ucrania es Kyiv (que, por cierto, en ruso, se escribe Kiev, como más comúnmente lo vemos, siendo que, en ucraniano, se escribe: Kyiv) para Rusia, es impensable decirle adiós a los terrenos donde vivió su madre, la Rús. También se entiende por qué Bielorrusia, se ofrece para hacer un tratado de paz en su capital, Minsk, el que, por cierto, fracasó; y se entiende por qué Bielorrusia le permitió a Rusia invadir Ucrania desde su territorio. Bielorrusia es la hermana fiel a Rusia y que hará todo por ella, y, a Rusia, así le gustaría que fuera Ucrania también, su otra hermana.

Es difícil imaginar cuál podría ser el resultado final de esta guerra. Un posible tratado de paz será solamente aquel donde Putin, el presidente de Rusia, sienta que puede presumir que ‘Rusia ganó’, aunque en la práctica, haya perdido o no haya conseguido todo lo que quería. Lo vimos tras el fracaso de un ataque rápido a Ucrania, donde pensó que en un par de días caería Kyiv y resultó en ya más de un año de guerra; lo vimos cada vez que retrocedía Rusia de su invasión y en cada momento, Putin lo manejó como que todo era parte del plan. De igual forma, Zelenski, el presidente de Ucrania, ha manifestado que no quiere ceder en nada, por lo que un tratado de paz será aquel donde él pueda presumir que Ucrania conservó prácticamente todo su territorio y que la defensa de su país y el derramamiento de sangre, no fue en vano, que Rusia no se salió con la suya.

Rusia no abandonará Ucrania hasta que no sienta que su hermana no la traicionará más, que no se aliará con Estados Unidos y que este, a su vez, dejará de coquetear con ella, donde sienta que no hay riesgo de que Ucrania, que tiene una frontera extensa con Rusia, no albergará misiles ni tanques occidentales apuntando a Moscú, pero, sobre todo, que no se está quedando sin aliados. La población rusa en Ucrania es la principal justificación de dicha invasión, por lo que, obtengan su independencia o no los territorios ucranianos de Donetsk y Luhansk, se deberá garantizar los derechos de la población rusa de esas dos regiones y los derechos que Rusia siente que tiene de que su cultura e idioma siga vigente en Ucrania, de alguna u otra forma y, a cambio de ello, Rusia deberá permitir que Ucrania cada vez pueda cumplir sus deseos, si así lo quiere, de acercarse más, por lo menos, comercialmente, a la Unión Europea y de reivindicar sus derechos culturales ucranianos, definiendo y defendiendo que la cultura e idioma ucraniano son diferentes a los rusos, pero que, a pesar de ello, tienen lazos de hermandad en común y, sobre todo, defendiendo la libertad misma del pueblo ucraniano.

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