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Temporales indeterminados

Dra. Jazmín Velasco · Docente UNIVA Online

Acostumbrados a las paradojas, los temporales indeterminados son personas que asumen con total normalidad el “sí, pero no” en sus argumentaciones cotidianas. Trabajan en un esquema de contratos de duración concreta, pero consecutiva ad infinitum. Establecen noviazgos prolongados, más comprometidos que matrimonios, y viven en casas arrendadas que cuidan como propias, porque convertirse en propietarios ya no es la meta.

Un temporal indeterminado inicia su camino con sentencias como: la única certeza es que vamos a morir, abraza la incertidumbre y fluye con ella, el apego es el meollo del sufrimiento, y toda verdad absoluta puede cuestionarse y dejar de serlo. Es en ese cruce entre vitalismo, budismo y relatividad donde estas ideas se vuelven creencias y éstas, actitudes de tiempo completo.

Podemos identificar a un temporal indeterminado en conversaciones por su escucha activa ante los dilemas de los colegas, su descreimiento ante los que defienden que tiempos pasados fueron mejores, o su apertura indecisa frente al arte conceptual. Entre sus obras favoritas destacan las siguientes: Cronos devorando a sus hijos, Hechizo de tiempo o El día de la marmota y La invención de Morel.

Debe decirse que conviven muy bien con la gente de tiempo fijo, hábitos tradicionales e incluso con soñadores y optimistas; sin embargo, es más común verlos en estado meditabundo y cómodos con su soledad. Si los observamos con detenimiento, uno se percata de su risa discreta, sus vestimentas de color sobrio, o sus comentarios agudos a manera de pregunta. No suelen estar en los reflectores, se mueven mejor con pasos átonos, tras lentes y sombreros, silencios y miradas.

Si uno llega a ser su amigo no puede afirmarse con claridad que se reconocen del todo sus fines, pues la sensación con ellos es de reserva, como si guardasen algo para sí que siguen pensando. Y en caso de comunicar el motivo en algún momento de intimidad, podrían decir: no sé de dónde viene, pero está ahí, en el fuero interno, la inquietud.

Los temporales indeterminados, encantadores en su misterio y en su constante paradoja, viven en una lucha interior. En malos días afirman: no pertenezco ni aquí ni allá; en días buenos: disfruto mi autonomía. De ahí que estén lejos de ser personas sencillas. Lo cierto es que en ellos encontramos el límite de las teorías filosóficas que bien pueden ser la representación de por dónde van las lógicas laborales, relacionales y artísticas del siglo XXI o, tal vez, su resistencia. Es difícil saberlo.

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