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Laura O. Robles Sahagún · Coordinadora de Alumni y Bolsa de Trabajo UNIVA Guadalajara

Terminó el año 2020 en un confinamiento social importante derivado de la pandemia mundial por COVID-19. También el año 2021 culminó y seguimos con el riesgo de contagio latente. Iniciamos el 2022 con un alza muy considerable de casos ya que la variante Ómicron es altamente transmisible aun con vacunas y en personas que ya han sido infectadas anteriormente. No dejamos además de conocer nuevas variantes que están surgiendo en diferentes países y que la globalización permite su rápida expansión.

La vida no se puede detener, la economía ya se vio seriamente afectada, las escuelas y los estudiantes han bajado el rendimiento, simplemente por los distractores, por la falta de costumbre de estudiar en línea y por la falta de clases de práctica. Las empresas y organizaciones no pueden sostener los altos índices de ausentismo por contagio o riesgo de contagio de sus colaboradores y familiares. Así como tampoco puede sostenerse ya la socialización de los individuos.

Por ello, considero que la prevención debe ser una responsabilidad compartida entre los centros de trabajo y los colaboradores ya que resulta necesario analizar los espacios físicos, los sistemas de ventilación y aire acondicionado, la higiene en zonas comunes como comedores, baños, relojes checadores de contacto, teléfonos, ventanillas, etc., a fin de disminuir riesgos de contagio. Se deben considerar tomar medidas para hacer valer las medidas sanitarias y apoyar a los trabajadores con el pago total o parcial de pruebas COVID, ya que aún hay empresas que las exigen, pero el costo debe ser cubierto por los propios trabajadores. Al final, no todas las empresas pueden darse el lujo de hacer trabajo desde casa, hay muchas áreas de servicio que tienen que ser presenciales.

Por su parte, la responsabilidad individual debe ser muy alta, ya que se trata de observar medidas que sirvan para un bien común más allá de creencias personales; con información que se puede obtener de forma objetiva tras los estudios y análisis científicos que ya se tienen; con el respeto a la colectividad y con la intención de terminar con esta época de crisis sanitaria.

Una de las medidas que desde el inicio fue polémica, fue el uso de cubrebocas, pero tras casi dos años de usarlo y de pandemia se ha demostrado que si es útil siempre y cuando se use de manera correcta y con materiales adecuados.

Se tiene conocimiento que su uso data desde Plinio el Viejo (79-23 A.C.) en el Imperio Romano, usando piel de vejiga de animal. El uso del también conocido como mascarilla se divide en seis etapas entre las que destacan sucesos como el hecho de que, en 1897, el Dr. Breger lo utilizó por primera vez en un quirófano. En 1910 se hace de uso obligatorio para el personal de salud, policías y sepultureros durante la plaga de Manchuria, en China. En 1918 se hizo de uso general entre la población por la pandemia de la influenza. Posterior a 1940, su uso pierde importancia tras el descubrimiento de los antibióticos, pero en 2002 se vuelve a utilizar ya que surge la pandemia por SARS, en 2009 por influenza H1N1 y a partir del 2020 su uso se ha prolongado por el COVID 19.

Los protectores nasobucales se han convertido en toda una industria, desde su estudio e investigaciones, materiales, estética, usos, accesorios, etc. Parece que continuará su expansión y las innovaciones.

En la práctica de la medicina se sabe que se debe valorar el riesgo-beneficio de las acciones preventivas y con las investigaciones, se sostiene que el uso de cubrebocas en la población general ofrece mayor beneficio que no usarlo. Oficialmente está demostrado que el uso de cubrebocas previene que el portador adquiera infecciones virales respiratorias, como COVID-19.

Usarlo bien significa no usar el mismo por tiempo prolongado, no estarlo tocando constantemente (para ello se debe usar del tamaño y de la forma adecuada a cada rostro), además de cubrir nariz y boca; la Academia Americana de Pediatría recomienda su uso en niños mayores de 2 años, mientras que la OMS dice que en mayores de 5 años. Usar el mismo cubrebocas sin asearlo o sin desecharlo, ocasiona que se generen patógenos transmisores de otras enfermedades, pero el culpable no es la mascarilla, sino quien no lo cambia constantemente o no lo desinfecta y lava.

Informémonos acerca de cuál es el cubrebocas que más se recomienda usar, pero también de cómo debe usarse, cuál mantenimiento y cada cuándo se le debe de dar y por último cómo desecharlo para cuidar el medio ambiente porque tantos desechables, también son dañinos al ecosistema. Así que, en gran medida depende de nosotros mismos combatir la pandemia y las empresas pueden y deben contribuir por su propio bien a que así sea.

 

Publicado en La Crónica de Hoy Jalisco del viernes, 07 de enero 2022.

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