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Relación Interno-Residente, ¿formación o sumisión?

Diego Peña y Jorge Jara · Estudiantes de la Licenciatura en Médico Cirujano, UNIVA Guadalajara

La carrera de medicina se caracteriza por el tiempo que se necesita para terminarla, la disciplina y dedicación que es necesaria durante la carrera y también como profesional, y muchas otras características; desde primer semestre uno cuenta los meses y años que faltan para nombrarse como “médico”, y cada día, uno se forma para ser médico con corazón, para ello, tenemos que pasar por numerosas etapas donde encontraremos experiencias inolvidables y donde se desarrollarán grandes relaciones como la del médico-paciente, y entre compañeros como interno-residente o entre iguales. Estas relaciones afectan el desempeño que se tiene durante la estancia en el hospital, pues según la relación que tengas con tus superiores, serán las oportunidades o el trato que recibirás.

El primer paso en la vida hospitalaria es un choque de realidad, y uno de los pilares de esa experiencia es la relación que establecen con sus residentes. Idealmente, el residente a cargo debería ser un mentor, alguien que ofrece los conocimientos y una guía, alguien que favorece la autosuperación que se necesita para la transición de estudiante a profesional en formación, sin embargo, este concepto está muy lejos de la realidad y hay internos que se encuentran en una relación de poder y jerarquía que les puede resultar frustrante e incluso humillante.

En el 2005, la UNAM realizó una encuesta entre residentes de las 75 diferentes especialidades, donde los residentes encuestados consideraron que el principal obstáculo para un adecuado aprendizaje era la falta de tiempo para abordar los temas, es decir, en lugar de recibir una guía para su aprendizaje, terminan desempeñando tareas administrativas, resolviendo papeleo, haciendo turnos extras que parecen no tener relación con su formación profesional. Estos mismos señalan que, en vez de recibir instrucción y una retroalimentación, reciben comentarios despectivos y una crítica constante que no tiene como objetivo el aprendizaje, sino subrayar la jerarquía entre residente e interno. Este fenómeno no es algo remoto. Muchos internos expresan que estos sucesos son una constante dentro de la cultura intrahospitalaria. Por ello, la formación pedagógica del residente enfrente dos problemas a resolver: 1) Ligar la enseñanza al trabajo cotidiano y 2) Cómo desarrollar un diseño curricular efectivo.

¿Qué es lo que alimenta esta relación de poder?

En la base de datos de PubMed, entre 2016-2020,  sobre el burnout en residentes, se encontraron un total de 210 estudios que evidencian que la exposición de estrés muy prolongada por la alta demanda de trabajo, la responsabilidad y la propia presión de su formación profesional provoca que se vea afectado de manera significativa su comportamiento, perjudicando así no solo el desempeño en su trabajo, sino también la relación de interno – residente.

¿Cómo se podría solucionar esta dinámica de relación?

Para algunos, la solución está en que el residente haga una introspección sobre el rol que está ejerciendo, recordar que más que un jefe debería ser un mentor y facilitador del aprendizaje. Las críticas constructivas y el reconocimiento a los logros es un factor clave para que el interno se sienta respetado y motivado.

Al final, es fundamental preguntarnos qué tipo de relación queremos fomentar entre los internos y residentes, ¿debe ser una prueba que parezca una situación de resistencia y obediencia, o debería estar enfocada realmente en la formación y el aprendizaje? La respuesta es clara: El aprendizaje en la medicina tiene que basarse en el apoyo y el respeto mutuo. Esta reflexión es importante para quienes serán residentes en un futuro y tengan la oportunidad de mejorar esta dinámica. Porque, al final, la relación interno-residente debería ser el primer paso hacia una carrera de trabajo en equipo, y no una dinámica de poder que los divida, ya que, en última instancia, no debemos olvidar que no solo tratamos pacientes, sino compañeros y a nosotros mismos, sin abandonar la idea de que un médico no es solo alguien que porta un estetoscopio con una bata, gozamos de un corazón que nos hace humanos, somos médicos con corazón.

Bibliografía

 

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