Mtro. Alejandro Bravo Guzmán · Jefe de Desarrollo Institucional, UNIVA La Piedad
Crecimos rodeados de una cultura que nos inculcaba odio, terror y pánico hacia un sentimiento llamado miedo. Nos hicieron creer que sentir miedo era algo negativo; incluso, se nos llamaba cobardes por evitar hacer o decir ciertas cosas que nos incomodaban o nos ponían la piel de gallina. Desde pequeños, escuchamos frases como “ahí viene el coco” o “si no te portas bien, te llevará el ropavejero”, palabras que sembraron en nosotros un temor hacia lo desconocido y, eventualmente, nos llevaron a temerle al propio miedo, es decir, tenerle miedo al miedo.
Pero, ¿qué es realmente el miedo? La palabra proviene del latín metus, que significa «temor», y según la Real Academia Española, se define como la «angustia ante un riesgo o daño real o imaginario». Con esta definición entendemos que esa angustia es, en realidad, el resultado de una serie de reacciones químicas y físicas en nuestro cuerpo, diseñadas para protegernos de un peligro, aunque muchas veces ese peligro sea imaginario. Y es precisamente en ese momento de angustia cuando el miedo se convierte en un superpoder: nos impulsa a movernos, a salvarnos, a sobrevivir y a actuar de la forma que consideramos correcta para nosotros, no para los demás, aunque esta decisión pueda decepcionar a quienes esperan algo distinto.
Hoy, después de reflexionar y mirar hacia atrás, me doy cuenta de que el miedo es nuestro superpoder, porque gracias a él logramos avanzar y cambiar, a diferencia de aquellos que permanecen inmóviles. Superamos retos por miedo a quedarnos estancados; progresamos en la vida por miedo a quedarnos atrás. El miedo, lejos de ser una barrera, es el impulso que nos empuja a ser mejores y a perseguir lo que realmente queremos, aun cuando no sea fácil.
En definitiva, el miedo, cuando aprendemos a entenderlo y utilizarlo, puede transformarse en un poderoso aliado. En lugar de verlo como un obstáculo o una señal de debilidad, podemos reconocerlo como una fuerza que nos mueve hacia adelante, nos protege y nos ayuda a adaptarnos a los desafíos de la vida. Al aceptar el miedo en lugar de rechazarlo, permitimos que se convierta en una herramienta de crecimiento y autoconocimiento. Así, en vez de paralizarnos, aprendemos a aprovechar su energía para alcanzar nuestras metas y enfrentar el mundo con mayor fortaleza. En el fondo, el miedo no es nuestro enemigo; es un superpoder que, bien canalizado, nos impulsa a descubrir y alcanzar nuestro verdadero potencial.