
Jesús Adrián Valdes Vargas · Relación entre solidaridad y subsidiaridad: conceptos complementarios del bienestar social
Introducción:
En el entramado de la vida social, donde las dinámicas humanas son tan diversas como complejas, dos principios fundamentales prevalecen como ejes para el desarrollo humano: la solidaridad y la subsidiariedad. Aunque distintos en esencia, ambos conceptos están entrelazados y, juntos, generan un marco ético y práctico para construir una sociedad más integral. A continuación, se analizará la relación y el complemento de estos dos conceptos desde el ámbito social.
Solidaridad: el vínculo humano que une a las comunidades
Cuando hablamos de solidaridad, la entendemos como una disposición activa de colaborar y compartir, principalmente fundamentada en la empatía. Según Cortina (2013), «la solidaridad no es una mera ayuda ocasional, sino un compromiso sostenido con el bienestar de los demás». Es un principio que se manifiesta en acciones concretas de apoyo mediante la cooperación entre sectores para resolver problemas o situaciones, a través de iniciativas comunitarias o en momentos de crisis. La solidaridad no solo refuerza los lazos humanos, sino que también reduce la desigualdad y fortalece el tejido comunitario. Sin solidaridad, una sociedad puede fragmentarse en intereses individuales, perdiendo de vista el bien común.
Subsidiaridad: respeto a la autonomía y promoción del desarrollo
Por otro lado, la subsidiaridad es un principio que busca equilibrar el apoyo externo con el respeto a la capacidad de las personas y comunidades para resolver sus propios problemas. En términos de la Doctrina Social de la Iglesia, el principio de subsidiaridad tiene como objetivo fortalecer la autonomía de los individuos y solo intervenir cuando las instancias menores no puedan afrontar una situación por sí mismas (Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia, 2004, 186 secc.).
Vínculo entre solidaridad y subsidiaridad
Aunque puedan parecer principios opuestos, la solidaridad y la subsidiaridad son complementarios. Dentro del carácter de la subsidiaridad, la solidaridad complementa y evita que se genere abandono o negligencia; por otra parte, la subsidiaridad garantiza que la solidaridad no derive en paternalismo o dependencia. Este es un equilibrio esencial para lograr que la sociedad respete la dignidad humana y fomente el empoderamiento. Un ejemplo, en un ámbito de desarrollo académico profesional, es que la solidaridad impulsa iniciativas para garantizar el acceso universal a la educación, mientras que la subsidiaridad respalda la capacidad de las comunidades para adaptar los contenidos y métodos educativos a sus necesidades culturales y sociales. Un caso más específico podría ser el de la atención a
desastres: la solidaridad moviliza recursos y voluntades para brindar ayuda inmediata, mientras que la subsidiaridad respalda la reconstrucción liderada por las comunidades afectadas.
¿Y cómo puede ser aplicado en el desarrollo sostenible?
Ambos principios no implican solo un ideal ético, sino que también ejercen una necesidad práctica en la construcción de un desarrollo sostenible. Según Sachs (2015), «el desarrollo humano integral requiere tanto de la acción colectiva como de la autonomía local para abordar los desafíos globales, como el cambio climático, la pobreza y las desigualdades». Cuando se combinan adecuadamente, estos principios fortalecen las instituciones, organizaciones y la comunidad en general, promoviendo la justicia social y fomentando la participación ciudadana. Así, la solidaridad y la subsidiaridad nos invitan a construir un modelo de sociedad que no solo responda a las necesidades del presente, sino que también empodere a las generaciones futuras.
Reflexión:
Podemos pensar que estos dos conceptos pueden generar pensamientos sumamente opuestos; sin embargo, la relación entre solidaridad y subsidiaridad demuestra que los valores éticos pueden guiar la acción social hacia horizontes más inclusivos y sostenibles. En una sociedad compleja y globalizada, estos principios nos recuerdan que el equilibrio entre el apoyo mutuo y el respeto por la autonomía es fundamental para afrontar los desafíos comunes. Solo mediante esta interacción podremos construir comunidades más fuertes, resilientes y humanas.
La solidaridad nos recuerda que nadie camina solo y que nuestras vidas están entrelazadas en una red de apoyo mutuo. Por su parte, la subsidiaridad nos invita a respetar y potenciar las capacidades de cada persona y comunidad para decidir sobre su propio destino.