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País inflamable

Por 19 octubre, 2021Líderes de Opinión

Pbro. Lic. Armando González Escoto • Director de Publicaciones del Sistema UNIVA

 

Son muchas las hogueras prendidas en México y latente el riesgo de que se intercomuniquen y acaben incendiando al país. Hay serios problemas en Chihuahua sea porque este año no llovió, sea porque hay compromisos de entregar agua a Estados Unidos, en Michoacán se siguen bloqueando las vías férreas por el activismo magisterial, se ha creado un grupo de gobernadores disidentes, el líder de la COPARMEX ha organizado un grupo de oposición, según esto, con carácter propositivo, sin mencionar otros grupos impresentables; existen además sectores sociales insatisfechos por el desabasto de medicamentos oncológicos, o por la violencia de género; muchas de las decisiones del gobierno federal están generando inconformidad, si no por los fines, sí por las formas, encima vivimos en una evidente crisis económica mundial agravada por la pandemia, que genera pobreza y desempleo, mientras las redes sociales se inundan de todo tipo de noticias y comentarios con frecuencia francamente psicóticos.

La delincuencia de todos los tipos sigue creciendo y adueñándose del país entero, la cifra de desaparecidos aumenta cada día, el robo, los fraudes electrónicos, la violencia urbana y la familiar, las incontables fosas clandestinas, el tráfico y la venta indiscriminada de drogas a todas horas, la rebeldía social ante las medidas de confinamiento sanitario, los gobiernos rebasados en sus tres niveles, parecemos una sociedad en estampida, azuzada por toda clase de pirómanos y provocadores, ansiosos por prender la mecha, con rostros desencajados, vociferando en la plaza pública, en los congresos o en las redes sociales, todos señalando y condenando, pero nadie haciéndose cargo de nada que no sea esta promoción de la anarquía.

Y frente a este país que se torna tan inflamable, la clase política sigue en su gruesa burbuja de cristal, promoviendo nuevos partidos, es decir, nuevas sangrías al erario público, sumergidos en guerras intestinas por lograr la dirigencia, es decir, el dominio de la inminente bolsa de trabajo, una clase preocupada única y exclusivamente por las próximas elecciones, por ver quién se queda con tal o cual alcaldía, para quiénes serán las nuevas vacantes en la cámara de diputados federal o en las estatales, subiéndose al carro de los inconformes sólo para defender intereses personales, culpándose unos con otros en vistas a ganar curules, y usando toda la maquinaria federal o estatal en aras de las inminentes campañas del 2021. Pero ¿no es lo mismo que está sucediendo en Estados Unidos, donde ya no hallan más lodo que aventar al contrincante? ¿No se enfrentan en Brasil y en Argentina opositores y defensores de sus respectivos gobiernos? ¿No estamos ante la amenaza latente de una nueva conflagración mundial, desatada por el resentimiento y los intereses norteamericanos? El virus pernicioso de la clase política infecta a las naciones y amenaza con desbaratarlas.

Necesitamos líderes ciudadanos capaces de detener este desbocamiento social, capaces de serenar los ánimos sin adormecer las inteligencias, líderes que dejen de revolcar el agua para que podamos ver con objetividad el camino que hay que seguir, pues jamás los exaltados han podido construir nada perdurable, pero sí han servido para abrirles el campo a otros peores que los conocidos.

 

Publicado en El Informador del domingo 18 de octubre de 2020

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