Mariana Guadalupe Rodríguez Vera • Alumna de 5D HSC Bachillerato UNIVA
Ya han sido varios meses los que hemos pasado en confinamiento, acompañados mayormente de nada más que nuestra propia compañía, y es que en esta nueva normalidad es primordial distanciarse y es así que con el aislamiento hubo una forma de encontrarnos a nosotros mismos, pues ¿qué tanto podríamos haber buscado la aprobación social?, ¿cuándo la opinión de los demás se convirtió en la nuestra?
En una búsqueda de formar la identidad y con el peligro que conlleva esta pandemia, nuestras emociones están a flor de piel y eso me lleva a cuestionarme el cómo hemos despertado aquí en este contexto. Es asombroso ver cómo en estos momentos donde la mayoría nos hemos sentido vulnerables, lo hemos logrado sobrellevar; nuestra ira nos ha llevado a luchar por nosotros mismos y a darnos cuenta de que nunca, por poner un ejemplo, debimos de estar con la cabeza agachada, ni por nuestro color de piel, por el hecho de ser mujer y mucho menos por nuestra forma de amar. La pandemia no ha discriminado y ha atacado a muchos por igual.
Construirnos y establecer nuestra personalidad, a mi parecer, es un acto de valentía y amor propio; no todos se atreven a hacerse ese corte de pelo ni a teñir con ese color los mechones, vestir la ropa ya sea holgada o muy ajustada o mostrar aquellas marcas que quizás el pasado cicatrizó sobre la piel e incluso, mostrar hasta la piel misma, que es lo que resalta nuestra belleza.
Mes tras mes todo fue cobrando forma tanto en mí como en mi círculo cercano, nos vimos crecer y desenvolvernos en lo que éramos conducidos por ese sentimiento acrecentado de hacer justicia y, fuimos alzando nuestras banderas, aquella bandera morada por nuestras hermanas, madres e hijas, por todas aquellas mujeres víctimas de la violencia; también la bandera negra con el puño en alto por nuestros hermanos que han sido oprimidos únicamente por su tono de piel. No olvidemos a los creyentes que son cuestionados por su ideología y su Dios y, por último, la bandera de todos colores, pues el amar no debería ser tampoco una causa de inferioridad o discriminación.
Así que, los invito a que peleemos, sintamos, amemos, tengamos compasión y empatía; permitámonos sentir ese coraje en la sangre que nos impulsa a decir lo que creemos y defendámoslo…
Y tú, ¿quién eres? ¿tú qué defiendes?