
Regina Arce Peña · Estudiante de bachillerato, UNIVA Puerto Vallarta
Soy una tortuga marina, una de las criaturas más maravillosas e importantes de los ecosistemas marinos. Desde mi primer aliento, he explorado un vasto y profundo universo, siempre acompañada por mis hermanas. Cada una de nosotras es única en su caparazón y enfrenta diversos desafíos bajo el mar, pero juntas representamos la diversidad y la conexión entre el océano y la vida.
Mi trayectoria es infinita; he sido aventurera y valiente, enfrentando las fuertes corrientes del mar. Permíteme contarte mi historia, desde el primer destello de luz hasta el momento en que he aprendido a observar las nuevas generaciones.
Una luz comenzó a brillar, iluminando la superficie donde me encontraba. De repente, la cáscara que me protegía se rompió, y yo emergí. Escalé una montaña de arena, confundida por tantas luces a mi alrededor. La luna no estaba para guiarme, así que, con mis pequeñas y frágiles aletas, comencé mi largo camino. A lo lejos, escuchaba los sonidos de humanos y otras especies, que me enseñaron a protegerme con mi fuerte caparazón, que me acompaña siempre.
Así, con paso lento y constante, logré llegar al océano, superando los peligros de la tierra, especialmente de depredadores como aves y mamíferos. Pero al sumergirme, descubrí que mi viaje apenas comenzaba.
Nosotras, las tortugas marinas, somos seres de asombrosa resistencia. Nuestros cuerpos están diseñados para la vida en el agua, con aletas fuertes que nos permiten nadar entre las olas. Utilizamos señales magnéticas y pistas olfativas para orientarnos en el vasto océano que nos rodea.
A lo largo de millones de años, hemos evolucionado y adaptado, enfrentando grandes obstáculos. Algunos provienen de otros animales, como aves marinas y peces depredadores; sin embargo, muchos son causados por los humanos.
Al nacer, un ser humano me ayudó a encontrar el camino hacia el mar. Cuando estaba atrapada en la arena, luchando por avanzar, él apareció y, con sus manos, me levantó, protegiéndome de los cangrejos. Quiero agradecerle, porque sin esperar nada a cambio, hizo posible que llegara a mi hogar.
Ahora soy una tortuga anciana, y con el paso de los años, mi hogar se ha deteriorado. He visto a millones de especies nacer y morir, pero lo más impactante es que aquellos que nos ayudan al nacer son los mismos que destruyen nuestro hábitat.
Mientras dejo que las corrientes elijan mi destino, recuerdo el hermoso color azul del mar, los millones de peces danzando a mi alrededor, la suave arena y los brillantes corales. Pero, sobre todo, recuerdo cuando podíamos nadar libremente, sin plásticos en nuestro camino, sin temperaturas extremas y sin grandes ganchos amenazantes.
Desafortunadamente, solo puedo revivir esos momentos en mi memoria. En la playa donde nací, el mundo ha cambiado. Es cada vez más difícil dejar huevos en la arena, y para las más pequeñas, el camino al mar se ha vuelto confuso, ya que se ha convertido en un lugar turístico lleno de sombras humanas y basura. El océano se desvanece con cada desecho acumulado en su profundidad, y con él, todas las especies que lo consideramos hogar. Redes de pesca abandonadas se enredan en mis aletas; aunque esta vez tuve suerte, muchas especies no lo lograron. El océano ha dejado de ser un lugar libre y se ha convertido en un laberinto de plásticos y químicos.
La sobrepesca ha devastado importantes especies en la cadena alimenticia, y mis hermanas y yo buscamos alimento en un mar vacío. Los corales, que antes nos brindaban refugio, han muerto a causa del calentamiento global. Aunque podemos adaptarnos rápidamente, las condiciones se han vuelto insostenibles.
Sin embargo, aún tengo esperanza. Confío en las manos bondadosas que nos ayudan a nacer y se preocupan por cuidar nuestro hogar. He visto a humanos limpiar las playas, y aunque no siempre noten un gran cambio, nosotros sí. Un pequeño gesto puede tener un impacto significativo.
Mis hermanas y yo queremos hacerles entender que arrojar un anillo de plástico al mar puede parecer insignificante, pero ese material tarda 450 años en descomponerse, un tiempo que supera nuestras vidas. Millones de especies sufren las consecuencias: una ola puede arrastrarlo, un ave puede confundirlo con alimento y ahogarse, el viento puede llevarlo a lugares lejanos.
Por eso es fundamental que ustedes, que poseen una poderosa herramienta: la voz, hablen y actúen en nuestra defensa. Juntos, podemos marcar una gran diferencia y asegurar un futuro digno tanto para nosotros como para las generaciones venideras.
No podemos perder el océano que tantas veces nos ha ayudado. De él dependemos todos; es nuestro hogar, nuestro proveedor, y nuestro lugar favorito. Soy una tortuga con muchas experiencias a cuestas, y he sido testigo de cómo el mundo ha cambiado. Les pido que hablen por nosotras, que transformen su forma de pensar y actuar para dejar una huella positiva en el mundo. Lo más importante es que todos los seres vivos merecemos respeto y cuidado. Necesitamos proteger nuestro hábitat para asegurar un futuro mejor y pasar de una relación conflictiva a compartir el mundo en armonía y respeto.
Referencias:
Anónimo. (Junio, 16, 2023). 5 datos sobre las tortugas marinas que tenés que conocer.
National Geographic.
https://www.nationalgeographicla.com/animales/2023/06/5-datos-sobre-las-tortugas- marinas-que-tenes-que-conocer
Anónimo. (s.f.). 7 datos interesantes sobre las tortugas marinas. Descubre WWF. https://www.worldwildlife.org/descubre-wwf/historias/7-datos-interesantes-sobre-las-to
rtugas-marinas#:~:text=Lo%20que%20s%C3%AD%20sabemos%20es,reproductivas% 20durante%20otros%2010%20a%C3%B1os.
Anónimo. (s.f.). 1 botella de plástico tarda 450 años en degradarse. Ayuntamiento de Alpedrete.
https://www.alpedrete.es/1-botella-de-plastico-tarda-450-anos-en-degradarse/