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La cultura de la honestidad

Por 19 octubre, 2021Líderes de Opinión

Dra. María Cristina Martínez Arrona • Jefa de UNIVA Online

 

“La integridad es decirme a mí mismo la verdad.

La honestidad es decir la verdad a otra gente”

(Spencer Johnson)

 

Un estudio sobre Religiosidad y Jóvenes realizado por Zepeda (2019) a 495 universitarios de 30 centros de estudios en la Zona Metropolitana de Guadalajara afirma que el 78% de los estudiantes considera que no es justificable sobornar o aceptar la corrupción, ni admitir cosas que se saben de antemano ilícitas o quedarse con dinero que no les pertenece, pero justifican la evasión de impuestos o la posibilidad de obtener dinero fácil.

Ante esta realidad pregunto: ¿se puede ser honesto sólo para algunas cosas? ¿dónde aprendieron nuestros universitarios el considerar que la evasión de impuestos u obtener dinero fácil no es una forma de robo? ¿quién o qué determina cuando aceptar o no la corrupción? ¿se puede ser integro, pero es justificable “hacer” cosas deshonestas, según sea a quién se las hago?

La formación ética (ethos=hábito) busca formar el carácter, tarea titánica para las instituciones educativas y las familias cuando el ethos está determinado por el contexto social más que por principios, con otras palabras, los jóvenes –las personas en general- adquirimos los valores y principios que nos ofrece la convivencia, los hábitos y las costumbres. Aprendemos más de lo que vemos hacer y nos relacionamos en lo cotidiano, esto es la cultura (o culturas), que lo que se pueda decir o analizar a través de un tratado de principios éticos, sociológicos, religiosos o morales a favor de la honestidad.

Actuar con rectitud, responsabilidad, legalidad y transparencia, respetar las reglas de la sana convivencia, buscar la verdad, promover con acciones la dignidad humana, el bien común y el desarrollo sostenible, son características de una persona honesta, esto es, su hacer es proyección de su Ser.

Lo grave de tener una cultura que promueva la deshonestidad no es el cumplir o no una norma, el engañar al que se considera tiene de más de una forma no ética, sino que se está distorsionando la dignidad de la persona, el concepto del bien común, y con ello la paz y la justicia, pilares de la sociedad como lo afirma los Objetivos del Desarrollo Sostenible, de ahí la necesidad de no acostumbrarnos, ni hacer cultura de formas de coexistir que amenazan la convivencia, no debemos aceptar que la corrupción forme parte de las costumbres, ideas o práctica de nuestra vida, familia, comunidad y/o instituciones.

Que la realidad de desigualdad e injusticia social que vivimos no nos empujen a buscar dinero fácil o evadir responsabilidades. No nos acostumbremos a ver series y escuchar canciones que promueven el enriquecimiento con acciones deshonestas, generemos otro tipo de cultura, otra forma de ser y de relacionarnos, ya que como afirma el libro de Proverbios 16,8 “más vale un poco con justicia que muchas ganancias injustas”.

 

Publicado en El Semanario Arquidiocesano de Guadalajara del domingo, 23 de febrero de 2020.

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